Los nuevos «sin techo» que deja la pandemia en Río Negro y Neuquén
Familias varadas, desplazados de sus hogares y personas que no pueden alquilar, debieron recurrir a la respuesta solidaria de los refugios en la región.
Después de un larguísimo viaje desde Formosa, Ulises Velázquez llegó a Bariloche con un permiso de circulación y la expectativa de empezar a trabajar en una obra. Pero al llegar a la ciudad se enteró que el proyecto estaba paralizado y la ilusión del trabajo quedó muy atrás.
El dinero se agotó a los pocos días pero un barilochense le permitió a la pareja formoseña, con sus dos pequeños hijos de 2 y 4 años, pasar las noches en un viejo auto. La odisea se extendió por una semana hasta que la familia fue contactada con la Iglesia Metodista Pentecostal. Desde entonces, pasan sus días en el templo de la calle Vilcapugio.
“Cuando llegamos nos dijeron que todo estaba parado, al menos hasta septiembre u octubre. No hay que bajar los brazos para sobrellevar todo esto. Y acá estamos, sobreviviendo”, aseguró Ulises.
Cuando se desencadenó la pandemia, el hogar Emaús empezó a recibir pedidos de asistencia como nunca antes había ocurrido. Ya no de personas “en situación de calle”, sino de quienes se habían quedado sin trabajo y ya no podían pagar un alquiler, o de quienes convivían con madres o amigos pero la cuarentena reavivó las diferencias. Parejas que se rompían y muchos otros que habían llegado a Bariloche en busca de un trabajo.
“Surgieron nuevas situaciones producto de la pandemia. Tenemos una gran demanda de personas que ya no pueden pagar el alquiler y se tienen que ir del lugar donde están”, puntualizó Jorge Linquiman, coordinador del trabajo de los voluntarios en el hogar Emaús, en la calle Otto Goedcke al 1.100. Recalcó que “no es la población con la que estábamos trabajando. Vienen con otras historias”.
A partir del nuevo escenario, el municipio de Bariloche aunó esfuerzos con la Iglesia Metodista Pentecostal y el centro comunitario y cultural Ruca Che en el barrio Nahuel Hue: el 50% de la población de Emaús es de riesgo.
Surgieron nuevas situaciones. Tenemos una gran demanda de personas que ya no pueden pagar el alquiler y se tienen que ir del lugar”.
Javier Tarditi es el presidente de la asociación Cura Brochero.
Linquiman reconoció que preocupa cómo se continuará el servicio cuando se empiece a circular más libremente. “Cuando alguien nos diga: ‘Me salió una changa´, va a ser difícil porque tampoco podemos arriesgar a las otras personas que se vienen cuidando hace 4 meses”, planteó.
Convivir en un templo
Se habían fijado un límite de 10. Pero hoy el edificio de la iglesia Metodista Pentecostal se llenó de colchones y alberga a unas 20 personas.
“Tenemos un artesano colombiano, gente de Bolivia que había venido a trabajar, otros con problemas familiares y gente que no puede entrar a Emaús porque salen todos los días y llegan por las tardes para comer y dormir”, detalló Claudio Vera, el pastor del templo.
Tiempo atrás, el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) convocó al Consejo Pastoral para pedir ayuda ante la cantidad de gente en situación de calle. Los lugares disponibles ya estaban desbordados.
“Hemos tenido muchas complicaciones con la convivencia. Hay gente a la que no le gusta estar en una iglesia porque no puede fumar, ni consumir nada. El templo no es un lugar ideal para albergar gente: están todos en un mismo salón. Nuestra intención solo es colaborar hasta que esto se normalice”, expresó Vera.
Cuestionó que “las autoridades los dejaron medio solos ya que solo aportaron raciones de comida en tres o cuatro ocasiones. Hubo momentos en los que estuvimos bastante mal. Cuando comenzamos, la gente daba pero hoy ya tiene poco y no colabora como antes. Además, hay temor al contagio. Emaús comparte cosas con nosotros”.
Diferencias puertas adentro
En enero, Francisco llegó a Bariloche en busca de alguna oportunidad laboral. La pandemia sorprendió a este hombre de 45 años y la búsqueda de trabajo se complicó aún más.
A poco de ingresar en el hogar Emaús, logró conseguir un empleo y ya con cierta estabilidad, se mudó con un amigo. Pero un robo, una situación de violencia y el hecho de quedarse sin trabajo lo dejaron una vez más en la calle.
“En Emaús estaba todo blindado. Una vez que te vas, no podés volver. Pero me hicieron una entrevista en la Comisaría de la Familia y me trajeron al Ruca Che donde ya llevo dos meses”, explicó este hombre de Moreno, provincia de Buenos Aires.
Francisco comenzó a elaborar y vender bizcochos. Solo aspira poder regresar. “Estoy cobrando el IFE pero las combis para llevarme me cobran como 10 lucas”, dijo.
El centro comunitario Ruca Che, ubicado en el barrio Nahuel Hue, siempre estuvo destinado a la realización de talleres. Con el comienzo de la cuarentena, también se sumó para dar respuesta a la gente en situación de calle.
“Cada historia de vida que ingresa es un nuevo desafío. Hubo muchas situaciones de conflicto que se tuvieron que dirimir. Mucha problemática. Es que se empiezan a desplegar las vidas ahí adentro”, sintetizó Silvina Maldini, coordinadora del centro que pertenece al Ministerio de Desarrollo Humano de Río Negro.
“Este lugar –agregó- no estaba preparado para esto y hubo que rearmarlo sobre la marcha. No había ni duchas de agua caliente. La gente del municipio busca a la gente en combis para llevarlos al gimnasio municipal 1 y que se puedan bañar”.
Desde un inicio, hubo 30 ingresos al Ruca Che. Algunos ya pudieron irse porque consiguieron algún trabajo con la flexibilización de las actividades o algún conocido les dio alojamiento. Otros permanecen desde marzo.
El personal que coordina el espacio depende del gobierno provincial; los módulos alimentarios son aportados por la municipalidad y la atención psicológica y física está a cargo del hospital Ramón Carrillo. La Comisaría de la Familia colaboró con las entrevistas de admisión.
Maldini explicó que, a partir de agosto, se brindará otro lugar alternativo ya que el gobierno provincial está abocado a la emergencia alimentaria con la entrega de módulos semanales.
El riesgo del contagio limita la asistencia en Neuquén
CORRESPONALÍA NEUQUÉN
Con la pandemia y ahora las bajas temperaturas se agrava la situación de las personas en situación de calle. Desde el refugio Brochero, uno de los cuatro espacios que brinda alojamiento para personas sin techo en Neuquén capital, se indicó que el pedido para un lugar es constante pero que por los riesgos de contagio del virus no pueden recibir nuevas personas.
“La demanda sigue permanente porque hay personas que no tienen viviendas. Hubo un pico cuando fue la lluvia”, contó el presidente de la Asociación Refugio Cura Brochero, Javier Tarditi, en referencia a la última semana.
Dijo que hoy se alojan 19 personas pero que no se pueden recibir más por los riesgos sanitarios que implica para los que ya están.
“Hay adultos mayores y otras jóvenes con algún factor de riesgo por lo que ingresar a alguien es una bomba de tiempo”, explicó.
Tarditi dijo son diarios los pedidos en las puertas del refugio de alojamiento, ropa y alimentos. Para las últimas dos demandas se preparan módulos que arman los residentes del refugio.
En el lugar las personas llevan adelante emprendimientos y colaboran con las tareas cotidianas. Se siguen estrictas pautas de convivencia.
El trabajo en el lugar, ubicado sobre calle Echeverría, ya tuvo algunos frutos. Durante la cuarentena 14 hombres lograron independizarse con un empleo y comenzaron alquilar para poder tener una vida más autosuficiente. Por este motivo, desde el sitio se impulsó una campaña de recolección de elementos para que puedan desarrollar sus proyectos de vida fuera del refugio.
En situación de calle
Desde el Municipio sostuvieron que la atención en personas en situación de calle se va respondiendo a medida que se detecta. Explicaron que se registraron tres casos de varones que no aceptaron ir a los refugios.
“Ahora con la pandemia cambió la modalidad. Antes dormían a la noche y después se iban. Ahora no se puede salir por las normas sanitarias y no se permite consumir ni droga ni alcohol”, señaló Diego Cayol, secretario de Turismo y Desarrollo Social.
Cayol sostuvo que “al principio de la pandemia hubo mucha demanda con personas que no podían volver a sus provincias o que no podían pagar su alquiler pero ya se atendieron”.
Hubo situaciones que involucraron a mujeres que comunicó se canalizaron con la subsecretaria de Familia.
Más de 20 personas reubicadas en Cipolletti
CORRESPONSALÍA CIPOLLETTI
Desde el inicio de la pandemia, alrededor de 20 personas que quedaron en situación de calle fueron asistidas por el Municipio de Cipolletti. Pero la cifra es mayor ya que muchos decidieron buscar refugio en casa de familiares y amigos. La cuarentena generó un gran impacto en la economía de los trabajadores informales. Además, hubo muchas personas que llegaron des distintas provincias, incluso de otros países que se encontraron con el aislamiento obligatorio y sin trabajo.
La mayoría de las personas asistidas llegaron del norte del país a buscar trabajo en el sector frutícola: poda y cosecha. Además, hay personas de Cipolletti que vivían de trabajos informales y no pudieron continuar con esas actividades. También varias familias venezolanas que llegaron a la región en busca de oportunidades. Esto obligó al Municipio a asistir a estas personas hasta que pudieron volver a sus lugares de origen.
Según informaron desde del área de Desarrollo Humano, actualmente hay cinco personas que fueron ubicadas en un hostel de la localidad. La comuna tiene una licitación con un privado para este servicio destinado para personas que no tiene lugar para pernoctar.
“Estamos acompañándolos con la estadía y la comida. Además estamos intentando acompañarlos en un proceso de buscar trabajar y alquiler”, detalló Viviana Pereira, secretaria de la cartera.
De todas las personas en situación de calle que fueron asistidas por el Municipio hay una sola mujer y que actualmente está en hostel.
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