Los niños, niñas y adolescentes son un colectivo invisibilizado

El actual contexto extraordinario y disruptivo, producido por las medidas sanitarias que se adoptaron consecuencia de la pandemia (con una visión de “defensa de la vida” como la suspensión de clases presenciales en instituciones educativas o el ASPO), ha generado efectos sobre la salud mental de los niños, niñas y adolescentes y, sin lugar a dudas, consecuencias educativas de una magnitud aún no evaluada.


Las políticas públicas deben ser diseñadas y planificadas con perspectiva de derechos humanos, respetando la Declaración Universal de Naciones Unidas de 1989, que reconoce a los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos. Argentina lo incorporó a la Constitución en 1994, y en el 2005 sancionó la ley 26061, que establece como pilares fundamentales la protección integral de los derechos de los niños que se encuentren en el territorio de la República Argentina, reconocerlos como sujeto de derecho, considerándolos como sujetos en desarrollo. Además reconoce el interés superior del niño por encima de cualquier otro derecho en expectativa, el derecho a ser oído en cualquier instancia judicial y/o administrativa (y que sus opiniones sean tenidas en cuenta), y el resguardo de la privacidad en todo lo atinente a las distintas alternativas que se presenten en su vida.

Los gobiernos que adhieren, como es el caso de nuestro país, están obligados a hacer todo lo que esté a su alcance para cumplir con sus derechos. La educación presencial está suspendida desde marzo de 2020, y la Defensoría del Pueblo de Río Negro se abocó a la tarea de visibilizar, escuchar y comprender como están viviendo los niños estos tiempos de pandemia.

Los resultados fueron coincidentes en todos los entrevistados respecto a querer volver a clase, a que están angustiados y se sienten solos. También aseguraron que no quieren parecerse a los padres que están tristes y no se ríen, que les parecen largos los días, que quieren reencontrarse con sus amigos en el aula y que les angustia no poder seguir con sus proyectos. Además, explicaron que tienen poca predisposición para hacer la tarea de manera virtual y tienen problemas de conectividad.

Hay que rescatar la voz de los niños para poder intervenir desde la perspectiva de derechos, para así poder diseñar una respuesta a sus requerimientos. Lo que no podemos hacer es cerrarnos y tomar decisiones sin su participación en cuestiones que los afectan, porque de lo contrario estaríamos vulnerando sus derechos. Es nuestra responsabilidad dignificarlos, formarlos con identidad ciudadana.


Los niños nos están pidiendo que escuchemos su voz, que los tengamos en cuenta en sus opiniones, pero algunos están aplicando el adulto-centrismo con ellos. Las clases presenciales han vuelto de forma gradual en varios países del mundo, con las medidas de higiene y seguridad correspondientes. En Argentina solo el 1% de los estudiantes tiene clases presenciales.

UNICEF recomienda generar más y mejores condiciones para avanzar en la reapertura progresiva y segura de las escuelas, y para resguardar el derecho a una educación de calidad, especialmente en los ámbitos de mayor vulnerabilidad. Por su parte, la OMS alertó sobre el daño que ocasiona el cierre de las escuelas.

La evidencia científica muestra que mantener las escuelas abiertas en el nivel primario no genera contagio, y en Europa los datos arrojan que no hay correlación directa entre apertura de colegios y contagios. La escuela es un lugar seguro por las medidas de control. Cuanto más tiempo permanezcan las aulas cerradas, más daño le ocasionamos a los estudiantes que viven en un contexto vulnerable, sin conectividad. Hay que comenzar a planificar la vuelta, de lo contrario estaremos en marzo con aulas aún cerradas. Debemos reflexionar sobre cada medida que se toma.

No causemos más daño a nuestros jóvenes, permitamos que tengan su acto de fin de curso. Ellos quieren ver a sus maestros y amigos como lo expresaron, un verdadero acto de amor. Hemos estado mucho tiempo adormecidos por la pandemia, despertemos. Comencemos a recuperar nuestros sueños, ayudemos a los demás a hacer realidad los suyos y trabajemos colectivamente para el bien común, de lo contrario no habremos aprendido la lección.



Por César Rafael Domínguez, Defensor del Pueblo Adjunto de Río Negro.


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