Los jugadores paran la pelota: el show no debe continuar
Más temprano que tarde, todos los actores del fútbol argentino debían llegar a un acuerdo con conciencia social para desestimar la génesis de una nueva grieta en tiempos urgentes. Hoy por hoy en el ámbito sudamericano la única pelota que seguía rodando era la nuestra, y ante tan abrumadora mayoría estaba claro que los equivocados no eran los otros.
River pateó el tablero y no se presentó ante Atlético Tucumán porque se lo pidieron sus jugadores. Al club lo amenazan con sanciones y si bien una decisión unilateral dentro de un todo siempre es cuestionable, el hecho en sí fue una prueba de sentido común y no de fuerza.
El domingo, el presidente Alberto Fernández dijo que no veía inconvenientes en que se siga jugando sin gente en las tribunas, aunque aclaró que el tema es complejo y dinámico. La AFA, rápida de reflejos, emitió casi de inmediato un comunicado dónde suspendía toda actividad involucrada a su órbita, menos la profesional. Sin embargo el tironeo de la soga que obliga a que el show debe continuar, finalmente se cortó. Y los que accionaron la tijera fueron los futbolistas.
“Si a mí la tele no me paga, no tengo forma de pagarle a los jugadores…”, confesó el titular de Argentinos, Cristian Malaspina, quien no hizo ninguna revelación encubierta. Solo dijo la verdad de por qué se tardó tanto en suspender el fútbol. “Se va a cortar la cadena de pagos, mucha gente se queda sin ingresos. Estamos todos en el mismo barco”. Hoy más que nunca, pero hay que optar sobre qué es lo más urgente: los recursos que genera el fútbol o la vida de las personas.
En las próximas horas, los capitanes de los equipos juzgarán los acontecimientos y los mismos que hacen rodar la pelota, serán esta vez los que la pondrán bajo la suela hasta que el coronavirus sea solo un triste y mal recuerdo de nuestro tiempo.
Más temprano que tarde, todos los actores del fútbol argentino debían llegar a un acuerdo con conciencia social para desestimar la génesis de una nueva grieta en tiempos urgentes. Hoy por hoy en el ámbito sudamericano la única pelota que seguía rodando era la nuestra, y ante tan abrumadora mayoría estaba claro que los equivocados no eran los otros.
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