Los científicos salieron del laboratorio para dar una mano en la pandemia

Desarrollaron máscaras totales, sanitizantes, herramientas para organizar a las familias en cuarentena y para hacer un mejor relevamiento de las situaciones de riesgo de contagio del coronavirus. Se vincularon entre diferentes disciplinas.

El coronavirus sacó a científicas y científicos de la Patagonia de sus rutinas habituales en los laboratorios. Salieron a escucharon necesidades de la comunidad, tomaron nota y pusieron manos a la obra para ofrecer soluciones desde la estadística, la sociología, las ciencias políticas, la física, la química, las ingenierías, la matemática, la arqueología, entre otras disciplinas.

Otra forma de aplaudir

El contagio de trabajadores de la salud en Europa al inicio de la pandemia despertó el interés de un grupo del Instituto Balseiro. Se sumó que veían que se viralizaban fotos en Argentina que mostraban a médicos con la piel del rostro lastimada por los barbijos. Por esto, el equipo de científicos se propuso avanzar con un proyecto de máscaras de rostro total (“full face”) para el personal de salud. El desafío fue generar “un escudo de cara completa, fácil de poner y sacar, evitando la sensación de claustrofobia”.

En marzo pasado, “había máscaras de cara completa con filtros muy onerosas. Rondaban los 20 o 30 mil pesos argentinos”, recordó la investigadora del Conicet y doctora en Ingeniería Nuclear, Graciela Bertolino. Con su equipo, tomaron una idea de Europa donde se adaptaron máscaras de snorkel. La iniciativa se llevó a cabo con recursos propios. Esas primeras y pocas máscaras fueron entregadas a algunos médicos de Río Negro y Buenos Aires para que dieran su opinión. La Asociación Hotelera Gastronómica de Bariloche hizo una primera donación y luego se sumaron las empresas Panamericana Energy y San Cristóbal Seguros, con otro incentivo económico de 1,5 millón de pesos. Lograron comprar 150 máscaras y los insumos.

“Generamos una página web para que la gente pudiera pedir máscaras (que se donaban). Hubo tanta demanda que tuvimos que salir a buscar dinero y apareció una ANR (Aporte No Reembolsable del Tesoro Nacional) del Ministerio de Producción que largó una convocatoria para proyectos tecnológicos destinados a la pandemia”, contó la vicedirectora del área Ingeniería del Balseiro. Ese aporte fue de 9 millones de pesos con el cual se comprometieron a fabricar y distribuir 2.000 máscaras en 3 meses. En total, se diseñaron 2.700 máscaras. “Con un monto tan elevado, logramos bajar los costos y aumentar la cantidad”.

Las devoluciones son gratificantes, ya que les han comentado que el personal no se ha contagiado y que se sienten seguros. Hoy, la iniciativa ronda los 12.000 pedidos pero no se puede responder a la demanda porque no cuentan con más financiamiento. “Nuestro proyecto es como un cable a tierra. Quisimos cuidar al personal de la salud porque era una manera de cuidar a todo el mundo de manera indirecta”, concluyó Bertolino.

Geles y sanitizantes

El grupo que encabezó la doctora en Física Adriana Serquis puso la mirada en la producción de sanitizantes que hoy ronda los 300 litros por mes. Ya llevan entregados más de 2.100 litros. “Arrancamos con la fabricación de alcohol en gel cuando no se encontraba. Ahora tenemos también hidroalcohol –con la formulación de la Organización Mundial de la Salud–, sanitizantes para manos, alcohol diluido al 70% y estamos enseñando a diluir la lavandina”, detalló Serquis.

La producción se combinó con un fuerte trabajo territorial ya que se repartieron en hospitales, centros de salud, el ejército, bomberos, el Centro Atómico Bariloche, la Universidad del Comahue, organizaciones sociales, como San José Obrero, ollas y merenderos del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE).

El grupo también produjo micros radiales sobre los nuevos hábitos para la prevención del Covid-19. Otro grupo desarrolló cabinas para manos que lanza hidroalcohol y fueron distribuidas en varios merenderos.

El nuevo desafío es la elaboración de “oxiar”, un detergente que limpia y desinfecta y suele usarse en hospitales y consultorios para evitar la transmisión de virus y bacterias.

Chicos y grandes en casa

De la noche a la mañana, niños y adultos con rutinas e intereses diferentes se encontraron recluidos en pequeños ambientes durante meses. “Pensamos cómo podíamos ayudar para que pudieran transitar de manera más amable y amorosa los primeros meses y repensar los vínculos en el interior de las familias y con la escuela. No todo era divino. Cuando nos tuvimos que encerrar, había dinámicas que no estaban buenas”, recordó la antropóloga Alma Tozzini, investigadora del Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio, que depende del Conicet y la Universidad Nacional de Río Negro.

Este equipo de investigadores y docentes en ciencias sociales y humanísticas coordinó un proyecto de comunicación pública de la ciencia con el desafío de transitar la nueva realidad que imponía el aislamiento. Todo el material está en la web (https://chicosygrandes.wixsite.com/inicio). La originalidad de esta iniciativa es que no se lanzaron recetas. Fueron 29 micros producidos para chicos, adultos y educadores de nivel inicial y primario, en formato texto, audio (para radios de 13 provincias) y videos que se difundieron a través de redes sociales.

Cada micro era evaluado por dos investigadores de otros institutos. Se convocó a ilustradores y narradores. El logo estuvo a cargo del diseñador gráfico y autor Pablo Bernasconi.

De Chubut al resto del país

Julio Lancelotti, investigador del Instituto Patagónico para el Estudio de los Ecosistemas Continentales (Ippeec), que depende del Conicet y Cenpat, contó que un grupo de investigadores aportaron herramientas de SIG (Sistemas de Información Geográfica), análisis de datos y estadística para ayudar en la pandemia. “Cuando empezaron a escalar los casos y resultó imposible hacer un seguimiento en forma personal, generamos un software, una aplicación para celular para facilitar el trabajo de los rastreadores que debían llamar persona por persona. Cada entrevista duraba entonces 40 minutos. Lo primero que pensamos fue: no va a funcionar”, advirtió Lancelotti, que es doctor en Biología, especialista en ecología de conservación.

La aplicación consistió en mandar un mensaje masivo a todas las personas confirmadas con covid. Se las dirigía a una página web con información a través de videos y además, debían completar un cuestionario, detallando si tenían síntomas y especificando los contactos estrechos. Con esa información, se volvía a enviar un mensaje similar aunque, esta vez, a los contactos estrechos.

“Generamos un sistema de voluntarios –hoy son 80– para ayudar al personal de salud. Tenemos una crisis institucional y económica gigante en la provincia, con autoridades ausentes. El personal de salud hace tres meses que no cobra y está desbordado. A los voluntarios les asignamos distintas tareas, como el seguimiento de las personas”, dijo Lancelotti.

Resaltó que cuando el secretario nacional de Calidad de Salud, Arnaldo Medina, recorrió Puerto Madryn “quedó impactado por cómo estábamos trabajando y dijo que en ningún lugar del país, había encontrado información tan detallada. Acá, sabíamos exactamente dónde estaban los focos de contagio. De hecho, cuando desembarcó el programa Detectar –ya que Chubut atravesaba una situación crítica–, pudo ser dirigido directamente a los lugares calientes”.

Lancelotti reconoció que el trabajo también implicó “colgar nuestra vida académica durante estos meses. Después tendremos que ver qué consecuencias tendrá. A nivel familiar también generó conflictos. Recibís cien mensajes por día, las 24 horas, no dormís pensando en el trabajo”.

Fuentes de consultas para toma de decisiones

En un comienzo, Bariloche registraba datos dispersos que dificultaba la toma de decisiones de las autoridades. Nucleados en el grupo Centro de Estudios Patagónicos (CEP), un grupo de investigadores de diversos espacios científicos y universitarios, decidió sistematizar la información estadística en un sitio web de referencia para la comunidad, con los datos oficiales del Ministerio de Salud de Río Negro.

A raíz de este trabajo, se convirtieron en fuente de consulta y fueron invitados a participar del Centro de Operaciones de Emergencia (COE).

Este equipo generó un tablero público y uno reservado con “información delicada” para el COE, que puntualizaba los casos activos, los recuperados, los acumulados, las muertes, la distribución por rango etario, la cantidad de tests y la geolocalización de casos para detectar brotes. “Armamos índices de riesgos de los barrios para evaluar qué nivel de hacinamiento había en caso de brote. O cantidad de gente mayor. También se analizaron los nexos: qué casos se daban por transmisión comunitaria y cuáles por otras razones”, resumió María Celeste Ratto, doctora en Ciencias Políticas e investigadora de Conicet.

A medida que aumentaban los contagios, el equipo empezó a hacer informes sobre los cambios de régimen. También comenzaron a analizar el nivel de ocupación de las camas de terapia intensiva.

“Con algunos diagnósticos y proyecciones, se alertaban y se daban recomendaciones para que las autoridades tuvieran en cuenta a la hora de tomar decisiones importantes, como ciertas reaperturas. Fue tomado en cuenta hasta cierto punto porque empezaron a avalar una apertura mayor”, reconoció Ratto.

Destacó también que el trabajo obtuvo financiamiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología: “Hay una política activa para incentivar que los investigadores salgamos a ayudar en la pandemia”.

“Antes, los actores de la ciencia y la tecnología, rara vez, eran consultados. No hay una sinergia, una articulación. Hay un interés del Ministerio de Ciencia y Tecnología para cambiar eso. El resultado fue positivo: se generó una vinculación con el municipio e instituciones públicas. Se dieron cuenta que estamos y podemos aportar a la toma de decisiones. Puede ser mejor basada en datos reales. Y no solo sirve para contexto de pandemia”.


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