Los años bisagra de la historia local

La creación de Parques Nacionales, en 1934, y una inversión en infraestructura nunca igualada después, marcaron la conversión de la ciudad en polo turístico, dejando atrás el pasado pastoril.

La vida cotidiana en el pequeño poblado de impronta rural y pretensiones turísticas que se extendía sobre las costas del Nahuel Huapi transcurría con cierta previsibilidad, cuando a fines de los años 30 todo se aceleró.

El dictado en 1934 de la ley 12.103, que creó la Dirección de Parques Nacionales (hoy Administración) y la llegada del tren en mayo de ese mismo año pusieron en marcha un proceso de reconversión cristalizado en varios hitos que dejaron profunda huella, tanto en lo institucional como en lo arquitectónico.

En 1938 fue inaugurado el hotel Llao Llao que -incendio y reconstrucción mediante- no tardó en convertirse en una imagen emblemática de la ciudad. Lo mismo ocurrió con el Centro Cívico, que también fue planificado en esos años e inaugurado en marzo de 1940.

Esos edificios públicos mantienen su vigencia hasta hoy y se transformaron en el símbolo de una época. Fue apenas un puñado de años en los que la superposición de realizaciones de gran envergadura, sumada a las primeras obras de asfalto, cloacas, alumbrado público, agua corriente, la construcción de la Costanera y otros proyectos pensados “para el largo plazo” alcanzaron una intensidad que nunca se volvió a repetir.

El poblado bautizado como San Carlos de Bariloche orillaba por entonces los 40 años y unos 4.000 habitantes.

La actividad agrícola y ganadera eran parte esencial de la economía local, al punto de que en 1910 el trigo de la región había sido premiado a nivel nacional, por su calidad y rinde .

El despegue ocurrido en la década del 30 se dio por una conjunción de factores. No sólo fue decisiva la inversión pública en gran escala, sino también la crisis europea, que volcó en la región un importante número de inmigrantes, muchos de ellos artesanos especializados que trabajaban la madera y la piedra como pocos y que sirvieron de mano de obra para varios de los proyectos principales.

Además de la irrupción del tren, se desarrolló por esos años la navegación lacustre y en septiembre de 1940 Líneas Aéreas del Estado estableció su primer servicio regular Buenos Aires-Bariloche.

Parques Nacionales tuvo desde entonces una marcada omniprescencia, con regulaciones ambientales y decisiones orientadas a generar atractivos turísticos, como la apertura de caminos, la construcción de muelles y la contratación de expertos para crear un centro de deportes invernales, que finalmente se desarrolló en el cerro Catedral.

Hace ochenta años una aldea todavía sin categoría de ciudad que recibía una inyección de obra pública desproporcionada superaba su aislamiento y se abría al país y al mundo, tuvo su momento bisagra.

Recuerdos

de la colonia agrícola

Datos

Hoy casi no quedan vestigios. Pero el primer desarrollo de Bariloche estuvo ligado estrechamente con la producción agrícola, forestal y ganadera. Hay informes censales de aquellos años que demuestran la alta productividad alcanzada por los cultivos de trigo, cebada, pasturas, maíz, hortalizas, la cría de ganado bovino y ovino y el aprovechamiento maderero, no sólo en Colonia Suiza (cuya fama en esa materia ya es parte del folclore), sino también en la península San Pedro, la zona de Llao Llao, el entorno del lago Gutiérrez y las quintas ubicadas en cercanías del arroyo Ñireco.
El primer parcelamiento estuvo organizado en lotes agrícolas de 625 hectáreas. Y una gran parte de los pobladores de la primera Bariloche, incluso los de origen indígena, se dedicaban al labrado de la tierra.
El historiador Ricardo Vallmitjana consideró “una incoherencia y un error lamentable de Parques Nacionales” haber aplicado una férrea prohibición de la actividad rural y promovido su reemplazo por el turismo. A su juicio ambas pudieron haber convivido sin dificultad.

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