Lorenzo Kelly, el cineasta que reflejó la Patagonia
El director cipoleño falleció el 25 de agosto pasado. Dejó un legado de perseverancia e independencia en sus documentales y en los canales y concursos que fundó.
Pocos son los que saben que acá en el Alto Valle existió una persona cuya vida se pareció -y mucho- a la de Toto, el protagonista de “Cinema Paradiso”. También podría decirse que sus andanzas rozaron las aventuras que Edward Bloom le cuenta a su hijo, Will en “El gran pez”. Este hombre orquesta, hacedor de más de 60 películas y profundamente querido por la comunidad regional, nació en Cipolletti y se llamó Lorenzo Kelly.
Para sus 12 años le compraron un proyector, de esos con manivela que traían una sola película. Su casa de la calle Villegas, quedaba muy cerca del viejo Cine Español, que en aquel entonces estaba frente a la plaza San Martín. Durante algunas semanas de sus 15 años uno de sus tíos enfermó, por lo que él se iba todas las noches a visitarlo y a hacerle compañía. De camino, pasaba por la sala y ayudaba al proyeccionista a rebobinar las cintas para la función del día siguiente. Suena familiar, ¿no?, pero en ese entonces Toto aun no existía.
“Mi viejo era un loco lindo que desde muy joven le pico el bicho del cine, y pudo hacer de eso una vida, no solo para él sino para toda la familia, porque lo vivimos todos”, recuerda emocionado Federico, su hijo y principal colaborador, con quien compartieron muchas anécdotas
acompañados de la cámara, el trípode y quien se quisiera sumar a la ocasión.
Mi viejo era un loco lindo que desde muy joven le picó el bicho del cine, y pudo hacer de eso una vida, no sólo para él sino para toda la familia, porque lo vivimos todos
Lorenzo Kelly
Se puede ver el orgullo y el cariño en su mirada, igual que en la de Miriam, eterna compañera de Lorenzo. “Una vez salió llorando del cine, había visto “Cinema Paradiso” y dijo: ´es la historia de mi vida´”, cuenta ella y se deja llevar por los recuerdos tiernos y profundos que provoca ese amor eterno.
No buscaban dinero ni fama, y en la mayoría de los casos sencillamente pretendían que la Patagonia se difunda y que el país entero, conozca a la gente que aquí habita. No a los próceres o las familias acomodadas de la zona, sino la gente común: desde una tejedora hasta un chacarero.
El siempre decía «a esto hay que mandarlo a las escuelas del norte, para que conozcan la Patagonia», parafraseó Federico a su padre. Lorenzo “contagiaba a la gente”, asegura Miriam, que además de compañera y madre de su hijo e hijas fue su productora. “Si él fue uno de los primeros directores de la Patagonia, ella fue una de las primeras productoras”, aseveró con precisión “Timón” Ávila, que actualmente está al frente de
la Televisión Comunitaria de Cipolletti, también fundada por Lorenzo.
La Televisión comunitaria
“Laburar con ´beby´ era laburar con toda su familia. Por eso ellos también se merecen un homenaje, sobre todo Miriam. Siempre estaba “ayudándolo con las lámparas, las cámaras, los carreteles, haciéndole la producción o llevando viandas para los actores”, resaltó Timón.
“Un hombre sencillo que amaba lo que hacía”, lo describió con claridad su colega y amiga.
Esta iniciativa surgió allá por los críticos años noventa, mientras se gestaba lo que estallaría años después. “Un día vino diciendo que si existe la radio comunitaria, porque no podía existir la televisión comunitaria”, se rió Federico mientras evocó lo que fue el origen de un proyecto que hoy sigue en pie. “Una quijotada”, agregó.
Una vez salió llorando del cine. Había visto Cinema Paradiso y dijo: ‘Es la historia de mi vida´
Recordó Miriam, productora y pareja de Lorenzo
Con el aporte de los gobiernos rionegrino y neuquino, y de varias empresas cuyos propietarios le tenían mucho aprecio, lograron comprar la torre, la antena y los equipos necesarios para montar un estudio en la sala Saulo Benavente que comenzó a emitir programación varios días de la semana.
Luego se sumaría a la programación que ofrecía el cable los domingos.
“Salíamos con el técnico que hizo toda la instalación, con un televisor chiquito, una antena y con la mano afuera del auto. ´Acá ya se ve mal, hay que subir la potencia´, nos decía. Así fuimos delimitando nuestro alcance”, mencionó envuelto en nostalgia.
La perseverancia, esa tenacidad que pocos seres traen al mundo de forma natural y fluida, y el carisma, la capacidad de empatizar y volverse querido por los demás, fueron dos de los sellos que, según la familia, resaltaron en su personalidad. Así fue que por las ganas de realizar proyectos conoció, en un concurso de cine que se realizó en Viedma, al reconocido actor entrerriano, Osvaldo Terranova, que protagonizó la comedia que realizaron con Carlos Procopiuk, “Francisco, flor y arcilla”, y rodada en El Bolsón durante 1983.
Lorenzo participó con su cámara en el rodaje de una de las joyas del cine antropológico nacional: “Hermógenes Cayo”, de Jorge Preloran, y también lo asistió en la dirección. Ese fue uno de los puntos más altos en el reconocimiento de su interminable carrera que, de la mano del Concurso
Internacional de Cine local, lo llevó a relacionarse con muchos reconocidos del cine independiente, como por ejemplo el neoyorquino Mario Piazza.
El Concurso Internacional de Cine
Nacho Dobreé lleva ya muchos años como parte del grupo Cine Cipolletti, y colaborando para sostener año tras año al Concurso, que el mes que viene tendrá su edición 34. Al principio se llamó Grupo Súper 8 (Grusu8) y fue fundado por Kelly en 1983, acompañado por Alberto Vilanova, Aldo
Pagano, Dragutín Klein y Carlos Gazzola.
“Él estaba muy vinculado con otros realizadores de otros puntos del país, sobre todo con la gente de la Unión de Cineastas de Paso Reducido (Uncipar) que organizaban en Villa Gesell y se mudaron a Pinamar”, señalaba Nacho y aseguró que “era muy querido en el ambiente del cine independiente y muy reconocido”.
Esta familia vivió entre rodajes y claquetas, y era un clásico que los veranos se subieran todos al Renault 12 y se fueran a recorrer pueblos del norte de Neuquén y de la cordillera en general, proyectando películas en las escuelas rurales.
“No miraba si no era con los ojos de la cámara. Disfrutaba de la familia a full, pero todo lo miraba como encuadrando. Le encantaba la naturaleza y por ahí lo veías observando un árbol y encuadrando con las manos”,
Federico Kelly, hijo de Lorenzo
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