Lo que el teatro tiene para decir de un país

Entre Las Grutas y San Antonio se desarrolló desde el jueves y hasta hoy el Encuentro Provincial de Teatro Rionegrino. Participaron grupos de Bariloche, Roca, El Bolsón y Regina, entre otras ciudades de la provincia. Hubo funciones y talleres. El encuentro cierra hoy con más teatro y una fiesta nocturna. Un cronista de "Río Negro" participó de las jornadas.

LAS GRUTAS (Enviado especial).- Un grupo de desaforados y jóvenes murgueros avanza desde la plaza hasta la primera bajada de Las Grutas, dando saltos, disparando risas, a las patadas contra el vacío de los adultos, fantásticamente divertidos, y la única pregunta que cruza mi mente es ¿qué pensarán los espías rusos, los chinos o los americanos, que con sus satélites todo lo ven y todo lo saben, de esta extraña escena propia del surrealismo latinoamericano? ¿Qué imaginará un miembro de la CIA o la, como quiera que se llame ahora, ex KGB al descubrir a unos chicos danzando en medio de la soledad patagónica? Hormigas de festejo, dirán. En un país donde, se supone, nadie tiene demasiado por qué festejar ya. Alegría, pura y natural que se expande como una tormenta entre un desierto que no pide disculpas y el golfo San Matías. ¿Entenderán algo allá en el Pentágono?

Literalmente medio pueblo se reúne alrededor de «Los Cornalitos Kamikaze», la extasiada y cautivante murga local.

El espectáculo, ocurrido el jueves por la noche, marcó el principio del Encuentro Provincial de Teatro Rionegrino en San Antonio y Las Grutas que cierra hoy y está organizado por la Asociación Rionegrina de Teatro y el Instituto Nacional de Teatro.

Y la murga no quiere irse, tampoco su público que la empuja a seguir. A entregar el alma y escupir el fuego. Precisamente una danza del fuego cierra el espectáculo que por obra de la maravillosa terquedad de los involucrados continúa. Siguen el ritmo, las carcajadas, y esos colores intensos penetrando la noche. La placita que está frente de la Sala de Usos Múltiples, se pervierte en un encuentro de amigos. Bailan algunos tipos grandes y tres o cuatro nenitas que dan vueltas y vueltas tomadas en la mano en ronda. Esto era. La vida en éxtasis, el ejemplo de lo que un grupo de murgueros puede lograr con tan poco. Esto era. Aquí que no ronda el caos político (aunque la murga no se olvidará de señalarlo con humor). Ni los índices de desocupación. Esto era, la murga.

Vacía pero llena

Las Grutas está vacía de turistas o casi. Pero está su gente y decenas de artistas que han venido desde distintos lugares de la provincia a mostrar sus obras, tomar cursos o simplemente ver lo que hacen otros.

«Nunca había venido en esta época y es hermosa, la playa, el lugar en si», comenta Jorge Onofri, minutos antes de que el grupo «Tentempié» comience su espectáculo «Entretangos».

El destacado titiritero vino a ofrecer un Taller de Manipulación de Objetos del que participan sobre todo actores. La idea del taller es que aprendan otras posibilidades de expresión desde el arte del titiritero, y la vinculación estética que existe entre los objetos en escena, el tiempo y el espacio.

«¡Vamos todavía con la lectura y el conocimiento y todo lo que se puede hacer con eso!», me dirá entusiasmado un día después en el comedor del polideportivo donde actores y alumnos comen y duermen.

Estábamos hablando de Ciorán y de su pesimismo sin fronteras que sirve de antídoto ante el optimismo vacío (porque sí, hay un optimismo tonto también), y el pesimismo destructor. Y de un libro de James Neilson, «Camus en Fuerte Apache», donde Neilson reivindica la educación como una imprescindible herramienta de desarrollo espiritual y económico.

El pie, no la mano

El grupo de «Tentempié» de Roca afrontó y resolvió un problema serio en la presentación de «Entretangos». Originalmente el espectáculo fue pensado para tres integrantes pero una ausencia de último momento, los obligó a modificar parte de esa estructura y transformarlo en un acto de dos. No se notó.

En la obra Cristian Miño y su compañera Nora Costanzo juegan con distintos vértices y vértigos posibles. El humor es uno de ellos. Porque «Entretangos» fundamentalmente es un conjunto de situaciones patéticas protagonizadas por dos solitarios perdedores que apagan sus penas con alcohol. La danza incompleta es el otro. Se insinúa pero nunca llega a ser tango. El tango es el perfume de fondo y aparece en destellos en algunos pasajes. En uno, muy divertido, Miño toma el pie en lugar de la mano de su pareja y así continúan dando vueltas al compás de un valcesito. El, duro y asustado, y ella, colgada de su cuerpo, aferrada a su compañía.

Lejos, tan cerca

Cómo tratar de no ser obvio pero terminar siéndolo al final de cuentas porque no hay más remedio. Hasta el silencio se vuelve kitsch ante la belleza y la soledad de estas playas. No importa si uno ya las ha visto y disfrutado bastantes veces. Así que… ahí va: «¡Hummmm, qué lindo, la puta, qué lindo!», le digo a Maxi Altieri, presidente de la Asociación Rionegrina de Teatro y miembro del grupo Kasalamanka de Bariloche (que actuó la noche del viernes en San Antonio Oeste), mientras caminamos de madrugada por la playa. También están Miño y Demian, otro de los Kasalamanka.

No hace frío y Las Grutas, sigue estando, como canta Bono en esa bella canción: «Lejos, tan cerca». Me lo recuerda Onofri en el mismo almuerzo donde enumera otros lugares del mundo que le han transmitido esta energía. Este flash. «Hay algunos lugares como la Patagonia, que te dejan mudo: Atacama donde estuve trabajando casi un mes, zonas cercanas a Machu Pichu, hay, hay». La combinación de paisaje más arte que proporciona este encuentro de teatreros no deja de ser perturbadora. «Qué bueno locooo», digo. Otra obviedad.

De los objetos y de la vida también

Es temprano y no importa. Entre las sombras que todavía quedan en mis ojos lo veo a Jorge Onofri dictando su taller. Todo suena nuevo. Tal vez lo sea. A pesar de que él insiste en que solamente está revisando pensamientos que muchos maestros pasan por alto.

En el Taller de Manipulación de Objetos, no sólo se habla de teatro o de títeres, también de la vida, de lo que somos y hacemos arriba de un escenario o en otro escenario tan común, tan complejo, la calle.

Acaba de mostrar un video de técnicas del antiguo arte japonés Bunra-ku, donde tres personas manejan un muñeco y logran un nivel de expresión excepcional. Pero para lograr esos momentos mágicos propios de un arte ya casi en extinción, se necesita disciplina. Otra cabeza. «Para convertirse en un artista de Bunra-ku se requieren diez años de estudio, una cantidad de años determinada para cada parte del cuerpo del muñeco, la cabeza, las manos y los pies. Pero eso es Japón, ellos son locos, perfeccionistas y nosotros somos argentinos, y en un mes lo hacemos bien», cierra Onofri la enseñanza y el gag Las risas estallan. Exacto, de identidad estamos hablando también.

El teatro del encuentro provincial está atravesado por la crisis, no herido que sería otra cosa.

Las obras se refieren, con dureza o ironía, a la realidad en la que se gestaron y al escenario político económico que termino siendo su contexto de exhibición. De un modo u otro hunden el cuchillo y luego buscan una salida alternativa. En los textos se evidencia el hastío, la desazón y las ganas. Música, danza, objetos, cuerdas, cada una de sus técnicas y herramientas ayudan a definir un momento en la vida un país. A explicar lo inexplicable.

Algo queda

«Vocación de Ser-vicio», del grupo «El Brote» de Bariloche, sintetiza una visión social y política en una consigna: «pan y poesía, en el orden que quieran». Su obra comienza con una fiesta que parece interminable pero no lo es en lo más mínimo. Las consecuencias del despilfarro y la indiferencia, se evidencian en el dolor posterior. «¿Y ustedes?», increpan al público en un momento los actores. Entonces lo cómico se vuelve tenebroso. ¿Y nosotros?

«Vocación de Ser-vicio» es además un retrato costumbrista. La obra aprovecha, y rescata, lo visceral como combustible de la actuación. Las voces apenas moduladas, saliendo naturales del cuerpo de los actores, las situaciones reveladoras tomadas del día a día, componen un fresco poderoso: el pobre que roba al pobre, el sastre mentiroso, el manosanta de turno, el rey y su corte, y la gente, la gente. En la escena final los actores toman las butacas por asalto y sus gritos se confunden con los del público. Todos piden una vida mejor. Una señal de que siempre algo queda.

Volviendo a la playa. La tarde del sábado, al buen trote contra los años, descubrí a una pareja caminando por la arena. Me pareció que ya estaban bastante cerca. Ella había bajado con su bicicleta y la empujaba con la mano. Otro flash y una idea. El amor y el odio. El hastío y la esperanza de la que hablan las obras, siempre van juntos. Así de juntos. Es difícil decir si son proporcionales pero al menos caminan uno a lado del otro. Son energía que existe para no morir. Quien domina a quien es lo que define nuestro estado en un momento de la historia. El goce y hasta el aire que respiramos.

Claudio Andrade


LAS GRUTAS (Enviado especial).- Un grupo de desaforados y jóvenes murgueros avanza desde la plaza hasta la primera bajada de Las Grutas, dando saltos, disparando risas, a las patadas contra el vacío de los adultos, fantásticamente divertidos, y la única pregunta que cruza mi mente es ¿qué pensarán los espías rusos, los chinos o los americanos, que con sus satélites todo lo ven y todo lo saben, de esta extraña escena propia del surrealismo latinoamericano? ¿Qué imaginará un miembro de la CIA o la, como quiera que se llame ahora, ex KGB al descubrir a unos chicos danzando en medio de la soledad patagónica? Hormigas de festejo, dirán. En un país donde, se supone, nadie tiene demasiado por qué festejar ya. Alegría, pura y natural que se expande como una tormenta entre un desierto que no pide disculpas y el golfo San Matías. ¿Entenderán algo allá en el Pentágono?

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