Liliana Parodi, en comunión con la naturaleza

Habló con “Río Negro” sobre su proceso creativo.

Liliana Parodi nació en 1956 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, pero hace ya muchos, muchos años se radicó en Viedma.

En su pintura y los textos que las acompañan hay palabras que se reiteran y brotan significativas: naturaleza, transparencia, manos, tiempo, cosmos, laberinto, huellas, luz… “Es una síntesis que yo todavía no he hecho. A medida que repasabas esas palabras, iba recordándolas, señalándomelas. Creo que desde que llegué a la Patagonia tuve que desandar un camino muy largo que fue el de haberme formado en Buenos Aires, con todo lo que eso significó de extraordinario también. Desandar mi aprendizaje anterior. Por más que yo venía del interior, la convivencia con el paisaje y con la visión social de ese espacio, me produjo un impacto que me llevó a silenciar, más que a entregar lo que traía, “ cuenta Parodi a “Río Negro”.

Y agrega: “Me produjo un silencio y la necesidad de un vaciamiento de todos los bagajes en los que me había moldeado. No para desecharlos totalmente porque son semillas que fueron despertando un mundo hacia lo sensible, hacia a mirada, hacia lo visual, pero la búsqueda interior más profunda que yo tenía, la conexión con lo cósmico que era una búsqueda muy presente en mí, se pudo plasmar, sintonizar verdaderamente, en el silencio del paisaje patagónico y el misterio de las culturas que observaba, y en el conocimiento que me traían los alumnos que tenía, descendientes de estas culturas, mapuches, algunos tehuelches.”

“El impacto mayor lo recibí cuando me dijeron que habían cambiado su apellido, que no se atrevían a decir que eran descendientes de esas culturas originales. La dimensión de la convivencia es muy violenta, hay hegemonía de un mundo cultural que pervierte la comunicación natural que debe producirse en personas que no son descendientes de civilizaciones europeas”, cuenta

–Dijiste desandar y pensé en volver a tu origen en Concepción, la naturaleza verde, la paz del río Uruguay…

–Cuando estaba en Capital Federal, trabajando y estudiando, me iba los mediodías a plaza Colón, me sacaba los zapatos, pisaba el pasto y me tiraba bajo un árbol. Al llegar a Viedma, sentí en toda su plenitud el río, el mar, los árboles, tener las estrellas otra vez sobre mí, buscar una casa donde tuviera tierra y no un décimo piso con ascensor. Volví a la conexión con la tierra y la naturaleza. Ahora tengo una casa muy chiquita pero con mucho jardín, flores, plantas que yo misma he sembrado. En ese espacio que integro como parte mi obra, encuentro información. Después de muchos años. Esas plantas las puse yo. Fue como criar a mis hijos… En todo este tiempo, las he ido observando, ubicando, siguiendo en su desarrollo, dibujando, encontrando un diseño. Allí descubrí los lirios y en ellos, siento que me comunico.

–¿Cómo es tu trabajo de artista ahora?

–Yo tuve que despojarme de muchas cuestiones y renunciar a otras tantas, llegar a un punto de mucha soledad. Tengo mis hijos (2), mi familia, una cantidad de relaciones en Viedma o en Buenos Aires, amigos muy necesarios para mí, pero en un momento estoy sola… Me quedo sola, trabajo conmigo, con mi obra, y no es una búsqueda sólo personal. Desde la primera vez que puse un color sobre papel, no quería esto únicamente para mí, sino para transmitir a otros la posibilidad de encontrarse con el significado de este lenguaje.

Ahora, lo primordial, a través de la pintura, es entregarlo en una época de urgencia. Los tiempos son apremiantes y ya podríamos estar con otra conciencia, en un estado más de alerta. Para lograrlo tengo que hacer un trabajo de mucha disciplina, muy consciente, con mi alimentación, con mis ritmos, en los sueños. No me desbordo, no me excedo. Ahora se ve más clara la dirección del camino que fui intentando sin saber hacia dónde iba ni cómo llegar. Pero sabía el sentido que ahora se va develando.

No quería sólo una culminación personal, por eso hice mucho trabajo a nivel social, todos estos años.

Nosotros, como seres fragmentados e individualistas y disparados hacia el afuera y no hacia el interior, tenemos que despertar la unidad en cada uno de nosotros, la conciencia de estar alertar, la comunicación real. No la ficticia que cunde, la que más dinero da a algunos. El planeta se está expresando, cada vez son más cercanos los sacudones, el tsunami, la contaminación… En este momento tenemos un destino común y una responsabilidad común.

La artista encontró en el sur la conexión con la tierra y la naturaleza.

Eduardo Rouillet


Liliana Parodi nació en 1956 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, pero hace ya muchos, muchos años se radicó en Viedma.

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