Leandro, el viedmense buscavidas que enseña a no bajar los brazos

De día limpia patios, cría animales y cuida ancianos; de noche saca turnos en el hospital. La vida de un viedmense que pelea en tiempos difíciles para conseguir el pan.

Son tiempos difíciles para Leandro Chávez, pero no se rinde. En horario diurno, al rayo del sol limpia patios, cría animales de granja, retira escombros o cuida adultos mayores. De madrugada, con insistencia y meticulosidad, suma un adicional consiguiendo turnos médicos para otros. Se ha ganado el respeto de sus conocidos y amigos. Desde los 14 años es jardinero y luego se decidió a la construcción, escasa en la actualidad para su radio de acción.

A pesar de sus privaciones jamás le niega una mano a quien la necesita. En la actualidad un colega de albañilería que se cayó del sistema laboral, lo asiste en las pesadas tareas.

No importa cómo está la temperatura ambiente. Lo cierto es que con su especialidad de quitar malezas a pala suele mostrarse en forma diaria en cuanto a baldío existe en la ciudad que requiera de su alisamiento. Allí, en poco tiempo quizá, se levante una vivienda.

A las herramientas como aliadas, se le suma una antigua -y desvencijada– camioneta Chevrolet con la que carga desperdicios y a pesar de los achaques de la suspensión nunca lo deja de a pie. Como su meta es trabajar y trabajar, antes de que una mala racha lo tome por sorpresa, Leandro aprovecha el tiempo para realizar servicios de flete.

“Yo no estudié (el secundario) entonces me las tengo que rebuscar, hago lo que salga, gracias a Dios tengo mucho trabajo porque me conocen que soy responsable”, apunta. “Si me quedo en casa, me comen los piojos”.

El barrio Lavalle, conocido por atravesar una sucesión de carencias entre los habitantes, es el lugar de residencia de Chávez. Hoy cuenta con 43 años, esposa y dos hijos mayores que partieron para otros rumbos.

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El mayor hace un esfuerzo para llegar a convertirse en docente. La menor está el ciclo secundario, pero formó pareja y ahora anda aconsejándola para que no quede embarazada “por los momentos de crisis que estamos viviendo”. Si bien exhibe orgullo por sus hijos, nota que las generaciones que siguen viven de una manera muy distinta, desapegadas al esfuerzo. Como siempre le surgen nuevas changas, suele derivar la responsabilidad en allegados que le piden una oportunidad laboral. Pero le cuesta conseguir gente. A veces “me devuelven el trabajo” bajo el argumento de que “esto no es para mí”.

“Ahora –repite hasta el cansancio– si no trabajás incluyendo los domingos, no comes. Por lo menos yo tengo para el sustento diario y para comprarle alimentos a los gansos, los cerdos y las ovejas en la ‘chacrita’, que luego vendo”. En la pequeña chacra, ubicada cerca de la Escuela de Policía, produce tierra para jardines que luego le lleva en la camioneta a los clientes.

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No tiene respiro. De lunes a lunes, si el teléfono celular suena y tiene que ir al hospital Zatti porque alguien requiere de atención médica y no tiene tiempo para la espera, él está disponible y desde las cuatro o cinco de la mañana se instala en la sala principal donde también suele observar el amanecer, a la espera de que abran las ventanillas para gestionar un servicio de consultorio.

La eficiencia le exige hacer una ronda. Como el nosocomio capitalino modificó el sistema, explica que “me voy a trabajar (de changas) y vuelvo a las 13 para entregar en mano el ticket que garantiza la atención.

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Estas madrugadas, fuera de su casa y acomodado en una silla que no es la suya, le permite entrar a otro mundo. El de las necesidades de salud, el de las diferencias entre la gente que se dirimen en las veredas de ese edificio público o bien en el de estrechar vínculos con desconocidos.

Describe algunas escenas diarias: “a mí ya me conocen y no tengo problemas con la gestión, pero por ahí viene en la madrugada un paciente que es de afuera de la ciudad y si no consigue el turno, se arma quilombo”.

Por las mañanas o las tardes, a Leandro no le importa si a la pala le falta el mango, porque al “mango” sabe que hay que ganarlo como sea, dentro de la buena ley.

Pablo Leguizamón

Quita las malezas a pala en un terreno baldío de la ciudad. Con 42 años y dos hijos, dice: “Gracias a Dios tengo mucho trabajo… no me puedo quejar”.

La vieja Chevrolet nunca lo deja a pie. Incluso la aprovecha para hacer algún que otro flete.
Pablo Leguizamón

“Ahora, si no trabajás incluyendo los domingos no comés… Así tengo para el sustento diario y comprarles comida a los gansos, los cerdos y las ovejas”.

En una chacrita, Leandro Chávez cría animales que luego vende.

Como le llegan muchas changas, suele derivar algunas para dar una mano. Pero varias se las devuelven con el argumento de “esto no es para mí”.

Datos

“Ahora, si no trabajás incluyendo los domingos no comés… Así tengo para el sustento diario y comprarles comida a los gansos, los cerdos y las ovejas”.
Como le llegan muchas changas, suele derivar algunas para dar una mano. Pero varias se las devuelven con el argumento de “esto no es para mí”.

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