Las razones por las cuales Walter Bressia es un bodeguero diferente

Es uno de lo protagonista de la transformación de la industria del vino a fines del siglo pasado. Hijo de un tonelero y nieto de un siciliano viñatero dedicado al desmonte y nivelación de tierras, Walter Bressia comparte su pasión por el vino.

Las razones por las cuales Walter Bressia es un bodeguero diferente

Es uno de lo protagonista de la transformación de la industria del vino a fines del siglo pasado. Hijo de un tonelero y nieto de un siciliano viñatero dedicado al desmonte y nivelación de tierras, Walter Bressia comparte su pasión por el vino.

“A fines de los ‘70 en Argentina consumíamos per cápita y por año unos 90 litros de vino de calidad media. Pero cuando cambiaron las costumbres el consumo decayó y las botellas se acumularon con graves consecuencias para el sector. Hubo que vender en el exterior. La sorpresa fue durísima. Nuestros vinos no alcanzaban las expectativas internacionales porque la materia prima era defectuosa, los vinos estaban oxidados y de mala conservación”, afirma Walter Bressia, bodeguero y actual presidente de Bodegas de Argentina, ex Centro de Bodegueros, fundado en 1917.

Protagonista de la transformación de la industria del vino a fines del siglo pasado, hijo de un tonelero y nieto de un siciliano viñatero dedicado al desmonte y nivelación de tierras, Walter miraba de lejos la tierra. Quería ser médico, pero como el cupo era acotado no entró. Mientras esperaba concursar de nuevo decidió usar su título de Enólogo del Liceo Agrícola. Fue laboratorista en “Boero, Napoli y Cía”, que hacía tintos de traslado.

“Aquí aprendí que un porcentaje de semillón en un corte de Cabernet Sauvignon y Malbec de Tupungato le hacía muy bien a un blend especial que la bodega comercializaba con la marca BNC”.

En 1978 fue a trabajar con Adriano Senetiner, donde “descubrí que modificando tiempos, temperaturas y remontajes podía obtener vinos diferentes. La creatividad de mi trabajo me encantó”, dice Walter mientras abre mucho sus ojos medio de árabes del desierto, que miran a los ojos de quien sea cuando saluda y abraza. Se acuerda de tu nombre.

“Vivíamos en Godoy Cruz en una casa con huerta, frutales y tres hileras de vid que cuidaba mi padre. Uno de sus vinos preferidos eran las damajuanas de Masiero en Chacras de Coria”, recuerda Bressia, enamorado del rock y de la música clásica. Lee policiales o investigaciones médicas.

Para Bressia fue clave la llegada de Miguel Brascó en 1982 con la revista “Cuisine et Vines”. “El placer del vino aumenta con platos deliciosos y buena compañía”, dice.

Y aclara: “Fueron difíciles los primeros pasos para exportar. Es que sólo trabajábamos para un mercado interno que había sido fabuloso”. Varias bodegas hicieron una Unión Transitoria de Empresas: Toso, La Rural, López, Nieto y Senetiner, San Telmo, todas patrocinadas por el City Bank. En EEUU contrataron a un experto en marketing que devolvió un informe terrible. ¡Había que empezar de nuevo!

A los 28 años Bressia viajó. “Probamos vinos de todo el mundo e incorporamos muchísima tecnología. Queríamos un vino original y atractivo que nos diferenciara de los que se producían en EE.UU., Francia y Australia. Los críticos coincidieron en que teníamos que desarrollar la variedad Malbec, una uva que había llegado a Mendoza en el siglo XIX de la mano de Aimé Pouget (ingeniero agrónomo francés fundador de la Quinta Nacional). Fue fundamental diferenciarse de los vinos de terroir, típicos de Europa, o viejo mundo y subirnos a la ola del nuevo mundo que había empezado en Napa Valley”, dice Bressia que se quedó mudo en Bordeaux al ver que los productores de Vinexpo hasta les ponían moños a las botellas. El vino era un producto de alta gama. Sabía que antes o después la movida llegaría a la Argentina.

“En Francia aprendí a disfrutar de la limpieza de los vinos, del paladar armónico y del buen color. En Borgoña participé de una vinificación. En Italia me deleité con Barolos inolvidables”, afirma este argentino ‘muy italiano’ que decidió seguir el estilo de los vinos europeos.

Mientras trabajó con Senetiner, sus vinos ganaron más de 200 premios internacionales. Debutó con CADUS. Lo hizo con Alberto Antonini, de Altos las Hormigas. Con Senetiner fundó VINITERRA, donde creó sus primeros bivarietales. “Viniterra” porque, para este enólogo que no viene de las familias fundadoras de la industria vitivinícola de Mendoza, “el vino nace en el viñedo”.

A Bressia le encanta probar la uva en la viña apenas antes de la vendimia. Y adora descubrir el vino durante la fermentación: “Bucearía en los tanques para sentir los vinos en todo mi cuerpo”, dice Bressia mientras con las manos pareciera sacarse vino de su cara y de sus ojos. De su piel.

“Bodega Walter Bressia” tiene un ángel por logo y define a su proyecto como vinos de familia. Su esposa, sus cuatro hijos, su yerno y su hermana son parte del emprendimiento que Walter fundó en 2003 en Agrelo, Luján de Cuyo. Dice: “Es una bodega sencilla, que permite recibir a clientes y turistas de la forma más familiar posible. Aquí nació el Bressia Profundo”.

Y aunque el camino tuvo momentos difíciles y tristes, Bressia afirma que su tesoro es su apellido. Apellido que es palabra. Trayectoria y estilo: “Hago vinos concentrados que evolucionan y no pierden elegancia. Hay algo de mi intimidad en mis vinos. Son un bálsamo”, señala Bressia, convencido de ser un hombre afortunado.

Y para sumarse a un linaje local, Walter armó un escudo que lleva al roble por firmeza y a un león por la garra. Más una frase en latín, Ad astra per aspera. Al cielo llegamos con sacrificio.


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