Las ocho diputadas que votaron el cupo femenino en Neuquén
En 1996 la provincia sancionó la ley 2161 que amplió la posibilidad de que las mujeres ocupen cargos electivos. La paridad llegaría 20 años después. Quiénes fueron las protagonistas de aquella sesión.
Desde 1958 hasta 1995 hubo 25 diputadas en la Legislatura de Neuquén y 149 diputados. “Señor presidente, en nombre de este cincuenta por ciento de mujeres neuquinas que están postergadas para integrar esta Cámara pido que este proyecto de ley se apruebe en general”, dijo la legisladora emepenista Dalia Rosa Bravo el 7 de marzo de 1996. Fue la primera y última oradora antes de la votación. A las 22.15 se sancionó por unanimidad el cupo, que estableció que las listas partidarias en la provincia debían estar integradas en un mínimo de un 30% por candidatas.
Además de Dalia, en el recinto había apenas siete diputadas más: Gloria Sifuentes, Nelia Cortés, Leticia García Romero, Beatriz Etman y Teresa Savrón del MPN, María Aurora Costas del Partido Justicialista y Alicia Gillone del Frepaso. La UCR no tenía ninguna mujer en su bloque.
La ley de cupo se había aprobado en el Congreso en 1991. Todos los partidos presentaron proyectos en la Cámara para replicar la experiencia nacional, pero ninguno prosperó.
Por entonces los lugares que les asignaban a las mujeres a la hora de confeccionar las listas no eran expectantes. La participación política estaba formalmente garantizada, en el país podían elegir y ser elegidas desde 1951, pero en la realidad lograr una banca dependía por ejemplo de una carambola.
Así fue como ingresó Teresa Savrón, que se había jubilado como docente. Su puesto era el número 22 en la boleta. “Me dijeron: “no entrás, porque siempre entran 18 del MPN”, señaló. La fórmula Felipe Sapag-Ricardo Corradi obtuvo el 54,25% de los votos en las elecciones del 8 de octubre de 1995. Ese triunfo arrollador fue el que le permitió ser la última en jurar.
“Yo integraba la comisión de Educación, de Acción Social. Ahí tenemos el machismo, yo pedí integrar la de Presupuesto y Hacienda y me dijeron que ya estaba completa, y la integraban puros hombres, porque ahí cuando se trata del dinero, todavía no podíamos nosotras”, recordó a sus 80 años. Ella representaba al sector blanco, una facción opositora al sapagismo identificado con el amarillo.
Agregó: “en general los hombres se expresaban y decían que no era necesaria la ley de cupo, que las mujeres podían trabajar en política de acuerdo a su capacidad, poder integrar las listas, pero esto era una utopía”.
Muchas eran conscientes que su trabajo militante era el motor de los partidos. En la sesión Beatriz Etman afirmó: “históricamente nos tocó buscar los votos y muchas veces hacer hasta las empanadas, porque eso en la jerga política nos ha tocado toda la vida, pero a la hora de distribución de los cargos primero los hombres y al final –cuando quedaban lugares- las mujeres”.
Gloria Sifuentes también lo mencionó cuando tomó la palabra: “más allá del logro que hoy pudiera alcanzarse con la sanción del proyecto de ley, queda la sensación de que aún mañana se alcen voces para minimizar nuestra capacidad en el campo político, cuando en épocas electorales nos susurran en el oído para que salgamos a la calle en busca del caudal de votos para ganar una elección.”
Leticia García Romero sumó los costos de cargar con el trabajo de reproducción de la vida: “cómo haríamos con nuestros hijos para tener la libertad que tienen muchos compañeros que toman su maletín o su bolso y se van” (ver aparte).
Si bien ninguna diputada se reivindicó como feminista todas se reconocieron, tal y como hizo Alicia Gillone, en la huella que habían dejado Alicia Moreau, Eva Perón y las Madres de Plaza de Mayo. Se refirieron a la transversalidad en la organización, que es característica de estas luchas.
Dalia Bravo aseguró minutos antes de la votación: “quiero contarles que estas mujeres de esta Legislatura no solamente estamos tras un proyecto que impulse la participación de las mujeres, sino que periódicamente nos encontramos, y sin deslindar los perfiles que nos da cada bloque, que cada partido trae, que cada postura que sostiene cada partido es respetada, hablamos de los temas y vamos sacando conclusiones y los aportamos a las distintas comisiones en que nos toca participar.”
“Fui la primera peronista de mi familia”, contó María Aurora Costas, que vive en Cutral Co y ejerce aún como cardióloga a los 72 años. Subrayó esa coordinación sin “camisetas partidarias” y aludió a la renuencia de algunos diputados amarillos en avalar el cupo. “Se convencieron o la marea los tapó, y nos apoyaron”, indicó.
Ella presidía la comisión de Acción Social. Al año siguiente de esta sanción la Legislatura aprobó la ley 2212 para prevenir, sancionar y erradicar la violencia familiar y la 2222 que creó el programa de Salud Sexual y Reproductiva. El “broche de oro” para María Aurora fue la ley 2302 de protección integral de niñez y adolescencia, en 1999.
“Si vemos hoy la sociedad no ha cambiado mucho, se han dictado leyes, disposiciones, pero los femicidios nos están diciendo lo contrario, y ese concepto de que la mujer es “propiedad de” hay muchos que uno los raspa un poquito y afloran”, opinó.
El tratamiento en particular del cupo durante la madrugada del emblemático 8 de marzo de 1996 fue tironeado. Los tres artículos se aprobaron a la 1.14. Era ley. El 30%, que implicaba dos y uno intercalados, entró en vigencia en las elecciones de 1999 y hubo un salto: asumieron 13 diputadas en un cuerpo de 35.
Teresa planteó hace 25 años en su discurso que en el futuro se conseguiría “el merecido cincuenta por ciento que nos otorgará la igualdad de condición dentro del género humano como un símbolo de respeto hacia todos, en la meta de construir una sociedad justa, solidaria, libre e igualitaria”.
La paridad se demoró 20 años en la provincia y se implementó en las últimas elecciones de 2019. La deuda ahora es ampliar la representatividad política al abanico de las identidades de género.
"Nosotras tenemos que pensar quien atenderá a nuestros hijos"
El trabajo doméstico no remunerado recae mayoritariamente en las mujeres y eso condiciona sus posibilidades de desarrollo en todos los ámbitos, incluso afecta la chance de que puedan asumir cargos públicos. En los discursos de aquella sesión había una noción del impacto que ocasiona la distribución desigual de las tareas de cuidado, aunque no fuese enunciado en esos términos.
Por ejemplo, la diputada Leticia García Romero (MPN) dijo ese 7 de marzo: “Yo siempre fundamento que cuando comienza la militancia, las campañas, las madres nos preguntamos, por ejemplo, ¿cómo nos vamos a arreglar para poder participar?, cómo haríamos con nuestros hijos para tener la libertad que tienen muchos compañeros que toman su maletín o su bolso y se van; nosotras tenemos que pensar quien atenderá a nuestros hijos; muchas dirán quien atenderá a mi marido; quien lleva a los hijos a la escuela; quien les va a dar la comida, quien los va a hacer dormir.”
Algunos legisladores asociaban mujer, maternidad y familia heterosexual, como destino. En algunos casos de forma explícita como el de Luis Marino Pessino (MPN) que aseguró: “en lo más profundo de mi corazón siempre fue atender un derecho de todas las mujeres y consecuentemente de todas las madres del mundo”. Carlos José Basso (MPN) cerró su intervención así: “hay un dicho que expresa que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, eso siempre ha sido cierto pero también tengo que decir que detrás de una gran mujer hay un hombre comprensivo.”
Hubo diputados, como los del Frepaso, que se desmarcaron de estas narrativas. Oscar Massei afirmó: “Muchos dicen que es una medida autoritaria el obligar a confeccionar, con el treinta por ciento de mujeres, la nómina de candidatos partidarios. Acaso, y lo digo con total modestia y respeto, ¿no es más autoritario no integrar a ninguna mujer en las listas por el simple hecho de ser mujer?, ¿Qué es lo que se teme? ¿La competencia entre los sexos o que dejen sus roles de madres y amas de casa y los desplacen en la tan varonil profesión de político?”.
Su par Raúl Radonich sostuvo: “lo que estamos discutiendo en definitiva son relaciones de poder en el seno de una sociedad y el lugar que esta sociedad, que este ordenamiento le quiere dar a la mujer. Puede aceptar que la mujer sea famosa, tenga prestigio, tenga popularidad, pero no acepta que acceda a un lugar de poder”.
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