¿Por qué Las Grutas es la playa argentina más linda?
Así la eligió el sitio de viajes canadiense FlightNetwork, que la incluyó además entre las 50 mejores de Latinoamérica. Cinco razones para dejarse tentar y viajar a este balneario de la costa de Río Negro.
A fines del año pasado, Las Grutas fue elegida por segunda vez consecutiva como la playa más linda del país por el sitio de viajes canadiense FlightNetwork tras una encuesta entre periodistas, blogueros, editores y agencias de viaje. En ese ranking el balneario más convocante de Río Negro quedó, además, entre las 50 mejores de Latinoamérica. Pero… ¿Qué tiene esta costa patagónica para ganarse todas las miradas? El Voy te cuenta 5 de los motivos que la llenan de encanto.
1. La calidez de sus aguas. Bañarse en aguas calentitas parece imposible cuando brotan de una postal patagónica. Pero no. Acá el mar no está para refrescar la vista. Al contrario. Chapotear en esa inmensidad es uno de los placeres que construyen su encanto. Y flotar también. Porque el nivel de salinidad provoca que, al sumergirse, uno se sienta ligerito, y disfrute como un chico del vaivén de las olas. Al salir, el sol evapora el agua y en el cuerpo se dibujan caprichosas líneas, y ahí se ve que el exceso de salitre no es cuento. Lo que sí es un invento es que el mar es cálido por una corriente tropical que llega de Brasil, algo que algunos siguen repitiendo. En realidad, es calentito por el sistema de mareas, que hace que dos veces al día el lecho marino quede al descubierto y el sol abrase cada rincón. Después, al subir, el agua se templa, y uno puede perderse en esa tibieza, tan envolvente como reparadora.
2. Las mareas. El mismo sistema de mareas que produce que el agua se mantenga cálida es el que hace que la playa siempre tenga dos paisajes para mostrar. Es que, cuando el agua baja, queda al descubierto el lecho marino, que aquí está compuesto de piedra. En algunos lugares el mar queda atrapado creando pozones o lagunas que chicos y grandes siguen aprovechando, para bañarse pese a la bajamar. Allí también palpita la vida, porque se ven cangrejos, esponjas, algas, pulpitos, estrellas…las pequeñas especies que habitan en lo profundo, y acá se muestran sin reparos. Cuando el mar sube, todo cambia. En algunas bajadas, incluso, la playa queda cubierta por completo, sin espacio para que la gente acampe. Y hay que esperar que la pleamar descienda para volver a recuperar un lugar en la arena.
3. La restinga. Esa extensión de piedra que aquí se ve bajo el agua, y queda al descubierto cuando el mar desciende, es una de las particularidades de Las Grutas. Caminar por esa zona llena de accidentes y recovecos donde la espuma queda atrapada, es un raro privilegio que aquí se da diariamente. Y algo tan simple como un paseo por la playa puede convertirse en toda una aventura al ver animalitos y vegetación marina, como si las rocas fueran un museo al aire libre. Una de las cosas que asombra son las estrellas, que en su estado natural se mueven muy despacio y son blandas y esponjosas al tacto. También deslumbra la variedad de esponjas, que los chicos asocian con los personajes de sus dibujos preferidos. O los pulpitos, que con sus largos tentáculos se ocultan bajo las piedras. Un ecosistema que valdrá la pena descubrir.
4. Diversidad de playas. La diversidad de playas que conviven en los distintos rincones del balneario y en plantas urbanas vecinas, como San Antonio Oeste y el Puerto San Antonio Este, hacen que uno nunca se canse. La oferta es inagotable. Desde las playas céntricas reparadas por acantilados, donde pueden verse las grutas (esos accidentes naturales que le dan nombre al lugar) hasta las del acceso Norte, con un paisaje lunar, porque el barranco se muestra de un gris casi blanco por la caliza y la arcilla de la que está hecho. Al sur está Piedras Coloradas, que sorprende con su arena densa y sus enormes rocas rojizas, y, más allá, hasta llegar a la meseta conocida Fuerte Argentino, una sucesión de playas agrestes y solitarias que cautivan a los que buscan tranquilidad. A 65 km por ruta 3, además, están los balnearios del Puerto, mientras que San Antonio, a sólo 15 km, también tiene mucho para ofrecer.
5. Fauna marina. Acá no hay que visitar acuarios. Ni esperar que un adiestrador le arroje comida a un animalito en cautiverio para ver piruetas. El mar es un escenario que, durante las 24 horas, lo ofrece todo y sin limitaciones. Sólo basta que uno esté dispuesto a mirar, o a embarcarse para quedar inmerso en el mismo hábitat en el que conviven delfines, lobos, pingüinos y una enorme avifauna. En el invierno y hasta principios de la primavera, incluso, a ellos se suman las ballenas francas, que llegan a la zona para reproducirse. Durante el resto del año, dos especies de delfín (los comunes y los oscuros) dos de lobo (los de uno y los de dos pelos) y los pingüinitos son los que le suman encanto al lugar. Los paseos para verlos de cerca se realizan en botes semirrígidos, que parten a diario y en distintos horarios, con grupos reducidos.
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