¿Las fiestas del norte neuquino son parte de la apropiación cultural?

Consultamos a Claudia Saravia Páez, lingüista y Magister en Antropología qué ocurre con las culturas originarias de la región.

El 13 de septiembre se conmemora el Día del Bailarín Folclórico, en recuerdo al día de fallecimiento del cordobés Santiago Ayala, mejor conocido como “El Chúcaro”, emblemático exponente a nivel país.

En nuestra zona, en la obra publicada por Gregorio Álvarez, “El tronco de oro: folclore del Neuquén”, el historiador, médico y escritor describe un estilo que hace a la esencia folclórica regional: la cueca neuquina.

Allí, en su edición de 1968, citada hoy por el historiador Isidro Belver en Facebook, Álvarez habla de cómo refleja la esencia de los pobladores de esa zona de nuestra región, en el estilo de los pasos.

“Siendo una danza alegre, en el Neuquén norteño se la baila con cierto recogimiento”, describía el especialista, “con las cabezas gachas, como si realizara un humilde rito en el que la honestidad se revela sin cálculo”.

“Y es porque la gente campesina es sencilla e ingenua”, valora, “y la danza traduce la emoción de sentimientos emanados de la costumbre y la tradición. A ello no es ajeno el paisaje montañés que induce a estrechar amistades y mantener incólume, aunque en forma sencilla, el valimiento ancestral”.

Gregorio Álvarez, el historiador, médico y escritor, autor de “El tronco de oro: folclore del Neuquén”.

Diferencias con la cueca chilena, la cuyana y la norteña:

“La forma de bailar la cueca en Neuquén es diferente a como la bailan en el norte de nuestro país, que es la que comúnmente se ha difundido en Buenos Aires, importada de aquella zona folklórica”, plantea el autor.

“Aunque de procedencia chilena”, reconoce Álvarez, “presenta características locales que permiten distinguirla de su modelo original. Su ritmo, cadencia, tonalidad y estilo, son semejantes, pero no absolutamente iguales. Y esto se evidencia más si se analiza la letra”.

“Al decir de la folklorista chilena Violeta Parra, que ha confrontado nuestras grabaciones, la cueca neuquina tiene individualidad propia y se distingue de la chilena en que ésta es más movida, y, por ende, más alegre, pero conserva, como aquella, igual profundidad en el sentir, en la expresión melódica y en la técnica del rasgueo en la guitarra”, señala.

“Danza y canto constituyen un todo estructural sin segunda parte”, explica, “lo que la distingue de las cuecas cuyana y norteña de nuestro país. Como por efecto de esta modalidad, resulta muy exigua en duración, la cantora se ve solicitada a cantar otra cueca, la que las más de las veces no tiene relación de motivos con la ya cantada. Aunque la melodía sea la misma, la letra puede referirse a temas muy dispares. Otra diferencia, con respecto a la cueca chilena es la escasa variabilidad melódica, circunstancia que motiva una mayor difusión folklórica dentro del medio.

El rol de la mujer

Según Don Gregorio, “las cuecas son cantadas habitualmente por mujeres, a las que se las distingue con el nombre de cantoras. Gozan de mucho aprecio”.

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Tradicionalmente, “se solía considerar que el cantar era un oficio femenino, por lo que se conceptuaba indicio de afeminamiento si lo realizaba un varón, pero en la actualidad tiende a desaparecer aquel prejuicio. Lo que sí es verdad, es que las mujeres, más que los hombres, son celosas cuidadoras de la autenticidad folklórica”, destaca.

Los pasos:

Según la descripción de Álvarez, “en lugar de bailarla saltando, se lo hace pausadamente valseando con fina gracia. El varón promueve un galanteo sin mover el torso, que debe mantener derecho, moviendo solamente las piernas, desde la cadera al pie. La dama, en tanto, valsea discretamente, con menudos pasos. El campesino o peón rural, prefiere bailarla zapateando y otras veces escobillando, apoyando, en el primer caso, todo el pie, calzado por lo regular, con alpargatas y algunas veces con ojotas”.

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“El varón no suele casi hacer juego con el pañuelo y la mujer lleva este adminículo colgado de la mano derecha sin agitarlo jamás, pero con el brazo formando ángulo con la mano. Es una manifestación de timidez o de recato”, concluye.

Apenas suena una cueca los bailarines dan rienda suelta a su entusiasmo. Foto: Andrés Maripe.

Las costumbres

“Es frecuente que mientras se baile, la cueca sea interrumpida por las voces: ¡Aro! ¡Aro!… lo que significa que cantora y bailarines deben suspender sus respectivas ejecuciones para dar lugar a beber “un trago” de vino que un entusiasta ofrece con mucho agrado y obsequiosidad”, explica Álvarez.

“Durante este interludio suelen oírse estribillos chistosos, originales y más o menos maliciosos o intencionados, como el que sigue, que es muy popular en Tricao Malal, norte del Neuquén.

¡Aro, aro y aro,

dijo doña Peta Alfaro;

pongo la pechuga al viento

y el espinazo al reparo!”

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La localidad de Las Ovejas fue declarada la “Capital de la Cueca Neuquina”.

Sobre esta danza regional, justamente esta semana un representante de Neuquén, el profesor Abel Cabrera, ofreció un taller en el II Simposio Nacional de la Danza Folklórica, que se realizaba en Buenos Aires. Las actividades de cada día, hasta hoy viernes 14, se pueden seguir a través de la página de Facebook de la Academia Nacional del Folclore. Participaban 11 provincias.

Completaron la delegación neuquina Belcho Cabrera, la cantora Silvia Canales, la pareja de baile de Merejo Tapia y Lucía Quevedo; Rosa Benítez, referente de la Agrupación Centenario por 30 años; el escritor Héctor Alegría, que presentó su libro “ La Cueca”; y Ana Luisa Jofre, directora general de Turismo por el Corredor Norte.

La localidad de Las Ovejas fue declarada la “Capital de la Cueca Neuquina”. La comunidad fue cuna de destacadas cantoras populares como Jovita Labra, Margarita Bravo, Rosita Cofre, Ramona Contreras y Mercedes Muñoz.


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