Las claves para la reactivación del oleoducto a Chile

La línea OTASA vuelve a la escena gracias al aumento en la producción de Vaca Muerta. Pero el sistema requiere determinadas condiciones para poder volver a operar.

El Oleoducto Trasandino (OTASA) se encuentra en la mira tanto del gobierno de Neuquén como de las principales empresas productoras de petróleo que ya prevén que el corto plazo será necesario. Pero la línea tiene una serie de particularidades que marcan que su reactivación no será tan sencilla.

El ducto en cuestión tiene una extensión de 428 kilómetros que unen el yacimiento Puesto Hernández, en la zona norte de Vaca Muerta en proximidades a la localidad de Rincón de los Sauces, con la localidad chilena de Concepción.

En esa ciudad, la cabecera del oleoducto es la refinería Bio Bío de la firma chilena ENAP que viene funcionando a partir del petróleo que se importa por buques.

Es que si bien este oleoducto tiene una capacidad para transportar hasta 107.000 barriles por día, desde febrero de 2006, hace ya 15 años, que no ve una molécula de petróleo más que las que quedaron pegadas a su interior con el cierre de las exportaciones argentinas.

Pero el escenario productivo de este lado de la cordillera está cambiando de la mano de los grandes yacimientos de petróleo de Vaca Muerta.

El dato

2006
en febrero de ese año el sistema de exportación de petróleo dejó de operar por la caída en la producción.

De acuerdo a las proyecciones del gobierno neuquino, la producción de petróleo de la provincia podría llegar en diciembre a los 235.000 barriles por día, es decir unos 45.000 barriles más que la producción de mayo, el último mes cuyos datos se conocen oficialmente.

Pero la reactivación de OTASA requiere de la conjugación de varios factores. Sin dudas el más importante es que haya un fuerte salto en la producción, ya que la línea necesita una carga mínima de 30.000 barriles por día.

Este requisito se debe a las particularidades de un oleoducto que cruza Los Andes y que en algunos tramos se emplaza a más de 3.000 metros por sobre el nivel del mar, requiriendo así de ese volumen constante dado que de lo contrario el crudo entraría en un proceso de congelamiento.

Pero garantizar esos 30.000 barriles por día no es tan sencillo como parece, ya que por un lado el aumento en la producción de Vaca Muerta deberá ser mucho mayor a los 235.000 barriles que se pronostican para este fin de año pues se deberá primero cubrir un nivel de demanda nacional para cumplir con el requisito del abastecimiento interno que marcan las normas.

Argentina consume en condiciones normales unos 500.000 barriles por día, un nivel que ya en mayo se superó por 15.000 barriles diarios, pero la producción convencional tiene un claro declino, por lo que para mantener un excedente de producción se deberá producir mucho más para a la vez combatir el declino.

De superarse esa meta, el siguiente escollo a sortear es nuevamente el mercado interno pero esta vez desde el punto de vista de las autorizaciones de exportación. Los permisos de ventas al exterior no son automáticos, y así como la reactivación de OTASA requiere de contratos de venta en firme, se deberá blindar de alguna forma estos envíos para evitar el conocido “cruce de barcos” que se produce cuando una refinería local objeta un pedido de exportación.

En números

30.000
barriles de petróleo por día es la carga mínima que la línea necesita para funcionar.

Este es uno de los puntos previstos en el proyecto de ley de Promoción de las Inversiones en el sector Hidrocarburífero que impulsa el gobierno, y sin dudas será la clave final para la puesta en marcha del oleoducto, que además requiere de un fuerte mantenimiento tras casi 16 años inactivo.

La ventaja de exportar el petróleo de Vaca Muerta hacia Chile es grande, no solo porque el mismo mercado chileno podría reemplazar las importaciones que hoy realizan con la carga extra del flete, sino que también permitiría que el shale oil llegue de forma más rápida a los principales clientes que hoy posee.

Es que el grueso de las exportaciones del petróleo de Vaca Muerta -que fluye junto al Medanito convencional de la zona- han tenido como destino las refinerías de la costa oeste de los Estados Unidos.

En el país que es la cuna del shale oil, sucede que su gran complejo refinero se ubica en la costa opuesta a sus grandes yacimientos, que tienen como principal ruta el Canal de Panamá, con sus altos costos de pase y un plazo complejo por el alto tránsito.

La otra vía de importación de petróleo para esas refinerías es Alaska, pero esa zona del Pacífico tiende a generar grandes bloques de hielo que hacen que los buques de carga deban ser rompehielos y que incorporen costosos calentadores para mantener en forma el petróleo.

El shale de Vaca Muerta está hoy dando la vuelta al continente por el Cabo de Hornos, y si bien las distancias son mayores, los costos logísticos son menores y es por esto que el producto local es demando por las refinerías norteamericanas.

Claro está, que acortar ese trayecto y cargarlo en buques directamente desde Chile potenciaría aún más las exportaciones hacia la costa oeste de los Estados Unidos, en especial ante un escenario como el actual de alta paridad entre el Brent y el WTI.

Neuquén ya le puso fecha al momento en el que OTASA debería estar listo, y no es demasiado holgado, dado que según los cálculos del gobierno de Omar Gutiérrez, a fines del 2022 el ducto debería estar operativo.


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