La verdadera historia de Hasna, ni terrorista ni suicida

No es mi novio!”, gritó Hasna Aitboulahcen dos veces antes de morir. En la calle, tres pisos más abajo, la policía apuntaba armas pesadas hacia ese departamento del suburbio parisino de Saint Denis en el que se creía que estaba escondido Abdelhamid Abaaoud, presunto cerebro de los ataques terroristas que dejaron 130 muertos en la capital francesa el 13 de este mes.

“¡No es mi novio!”, gritó Aitboulahcen, y la habitación en la que estaba se convirtió en un caos de llamas y sangre. La explosión fue tan fuerte que el piso del departamento colapsó. Era la madrugada del 18 y un vecino insomne (difícil dormirse: durante la redada la policía disparó unos 5.000 tiros) registró el sonido de los últimos segundos en la vida de la que pronto se convertiría, según la prensa, en la “primera terrorista suicida de Occidente”.

Era realmente un titular espectacular, de esos que agotan ejemplares, ganan millones de clics y se reproducen como un virus en las redes sociales. Las explicaciones eran más o menos así: acorralada por la policía, la primera terrorista suicida de Occidente, de 26 años, hizo detonar su chaleco bomba. Alumna ejemplar en la primaria, le gustaba usar a diario un gran sombrero y por eso en el barrio la conocían como “vaquera”. Solía fumar, tomar alcohol e ir a fiestas y no estaba interesada en la religión hasta que la cooptaron y le “lavaron el cerebro”. Como señal de su indefectible camino hacia el terrorismo, se señaló que había empezado a “usar velo” un mes antes de los ataques. Para acompañar las descripciones de su secular y licenciosa vida antes de la radicalización, los periódicos se llenaron de imágenes de Aitboulahcen tomando un baño de espuma (“la terrorista suicida se dejó sacar fotos en un baño de espuma”) o tomándose una selfie (“la terrorista suicida se saca selfies”).

Fue así como, de un segundo a otro, la vida de la marroquí Nabila Bakkatha cambió para siempre. Dejó de ir al trabajo, tiene miedo de salir de su casa y está segura de que en adelante se le hará muy difícil viajar por el mundo. Es que ese baño de espuma y esas selfies no eran de Hasna Aitboulahcen sino de ella; alguien –un enemigo, según afirma– vendió sus fotos a un periodista que no se tomó ni un minuto para verificar la imagen antes de publicarla. Desde Marruecos, Bakkatha planea acciones legales, pero el daño está hecho. Aunque el diario británico “Daily Mail”, que publicó las fotografías en primera plana y en “exclusiva”, las haya retirado de su sitio web y otros medios hayan hecho lo mismo, pasarán meses –o años– antes de que la imagen de esta joven marroquí quede por completo desligada de la de “la primera terrorista suicida de Occidente”.

Volvamos a Hasna. Resultó no haberse colocado un chaleco bomba ni inmolado ante la ventana en la madrugada del 18 de este mes. La investigación posterior reveló que un hombre que estaba con ella en la habitación y que no ha sido identificado fue quien activó el explosivo. El detalle no importó al sensacionalista periódico británico “Daily Star”, que el 25 tituló: “Vaquera yihadista de París inspirará a más mujeres a convertirse en suicidas de ISIS”.

Según un oficial de la policía francesa, Hasna Aitboulahcen ya estaba fichada por las fuerzas de seguridad debido a su participación en un asunto de drogas. Se supone también, aunque nadie termina de confirmarlo, que era la prima de Abdelhamid Abaaoud, quien habría planeado los ataques. También se ha dicho que quiso viajar a Siria para unirse a ISIS y que, al no poder hacerlo, se ofreció para atentar en París.

Lo cierto es que, a menos que la organización conocida como Estado Islámico esté cambiando drásticamente de estrategia, no emplea mujeres en sus filas de militantes. No significa que no vaya a hacerlo, pero no lo ha hecho hasta ahora y el descubrimiento de que no fue Aitboulahcen quien se inmoló demuestra que no existe aún la “primera terrorista suicida de Occidente”.

Pero la historia no termina ahí. “¡No es mi novio!” no fueron las últimas palabras de Hasna. El audio que el vecino insomne grabó fue editado y condensado y así lo reproduce la inmensa mayoría de medios y canales digitales donde hoy puede oírse. En él, después de aclarar que Abaaoud no era su novio, se oye la explosión, como si una cosa hubiese sucedido a la otra. Pero el audio original es, en realidad, como sigue:

Aitboulahcen.–¡Quiero salir!

Policía.–¡Levantá las manos, callate la boca! ¿Dónde está tu novio?

Aitboulahcen.–¡No es mi novio!

Policía.–¿Dónde está?

Aitboulahcen.–¡No es mi novio!

Policía (entre ellos).–¡No está sola, no está sola!

Aitboulahcen.–¿Puedo salir? ¡Déjenme salir!

Después, el caos de sangre y fuego y el piso del departamento desplomado. Lo que sabemos sobre Hasna Aitboulahcen es, realmente, nada. Salvo que no fue ella quien tomó su vida, que tenía alguna razón muy imperiosa para aclarar que Abaaoud no era su novio y que, antes de morir, quiso salir.

(*) Autora de “Todo lo que necesitás saber sobre

terrorismo”

Opinión

Ana Prieto (*)

@anaprieto – Especial para “Río Negro”


No es mi novio!”, gritó Hasna Aitboulahcen dos veces antes de morir. En la calle, tres pisos más abajo, la policía apuntaba armas pesadas hacia ese departamento del suburbio parisino de Saint Denis en el que se creía que estaba escondido Abdelhamid Abaaoud, presunto cerebro de los ataques terroristas que dejaron 130 muertos en la capital francesa el 13 de este mes.

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