La universidad se replantea su futuro «híbrido»
Un año después de que la virtualidad se implementó de forma obligatoria en el nivel universitario, tres docentes comparten su mirada de lo logrado en este período. El futuro cercano apunta a un mix entre presencialidad y trabajo remoto, con las ventajas de ambos.
A un año de la llegada al país de una pandemia que cambió nuestras vidas , uno de los puntos que más discusión diaria generan es la educación, desde nivel inicial hasta nivel universitario. En este contexto, resulta interesante entender, desde la óptica docente, cómo se vivió un período tan particular y con tantos cambios.
“En un año, lo que hemos logrado es adaptarnos a esta modalidad virtual porque no quedaba más remedio. Y lo hicimos con un desgaste muy grande, porque cambiar esta metodología nos ha provocado un estrés increíble. El cambiar completamente la modalidad y estar permanentemente innovando es difícil. Eso fue muy desgastante”, explicó Fabián Bergero, docente e investigador de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Nacional del Comahue.
Horacio Casal, arquitecto, docente en las carreras de Arquitectura y en Diseño de Interiores y Mobiliario en la Universidad Nacional de Río Negro, y director de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño de la UNRN, afirmó que el 2020 “no nos dio ni tiempo a reflexionar cómo nos sentíamos. El primer objetivo era cuidar al estudiante y evitar que sufran más desmanes que los que la pandemia iba generando. Hemos trabajado muchísimo, poniendo más horas de las que normalmente estamos acostumbrados. La universidad tenía una plataforma ya instalada que nos permitió migrar rápidamente a este soporte y hubo cursos de capacitación que fueron brindados antes de fines de marzo, por ejemplo”.
Por su parte, Marcela Filippi, directora de Ingeniería en Alimentos y de la Escuela de Producción, Tecnología y Medio Ambiente de la UNRN, expresó que “a medida que esto fue avanzando, fuimos aprendiendo todos, y rescato que nos comunicábamos entre todos los docentes, incluso más que antes. Empezamos a descubrir herramientas que nos ayudaban a estar más comunicados, y eso nos llevó a compartir más lo que nos pasaba”.
Claro, así como tuvo sus complicaciones y su ritmo estresante, los docentes también encontraron algunos beneficios. Según Bergero, “hay quienes encontramos algún lado positivo, como esta posibilidad de brindarle la chance de cursar a gente que en otras circunstancias no lo podría haber hecho. De hecho las inscripciones crecieron este año. Desde el punto de vista de muchas cátedras nos permitió derribar las paredes del aula y empezar a contar con aportes o colaboraciones de gente que vive en otros lugares”.
“Los resultados fueron mejores de lo que cualquiera hubiera esperado. Al terminar el año, y haciendo los balances de rendimiento, fueron números buenos. Se armó una dinámica interesante. Eso nos permite arrancar este año más tranquilos”, agregó Casal, en relación a lo ocurrido en la UNRN. En la misma línea, Filippi explicó que “bajó la deserción. En algunas carreras hicimos todo virtual y en una semana en febrero se realizaron las prácticas”.
Un tema polémico durante este año, por la complicación para implementarlo y por las quejas que han surgido en algunos casos, es el de los exámenes finales. Y desde la óptica docente esto representó una dificultad.
“Los finales siguen siendo un dolor de cabeza. Es muy problemático en los primeros años, porque además de rendir exámenes tienen que enfrentarse a las plataformas. Es una preocupación que no hemos resuelto, tampoco tenemos un gran andamiaje de soporte. Ni la Universidad ni la Facultad nos da un soporte, que sería darnos capacitación, aulas, tecnología, acceso gratis a los datos para estudiantes y docentes… todo eso es muy desactualizado. Estamos muy por detrás de esto que pasó”, aseguró Bergero.
Filippi, en el medio entre las dificultades y el lado positivo, explicó que “llevó mucho tiempo el cambiar la forma de dar la clase, es darle otra mirada. Los exámenes no podían seguir tomándose de la misma forma. Hubo que capacitarse, buscar formas. La mayoría se adaptó muy bien”.
En una carrera más volcada a lo práctico como Arquitectura, Casal deslizó que “los finales fueron casi todos por plataforma. Cada cátedra resuelve, pero estuvo bastante bien instrumentado. En general no hubo quejas de los docentes salvo en algunas materias que necesitan ejercicios prácticos. Nosotros tenemos las carreras proyectuales, donde lo que se evalúa es el proceso, así que es más simple”.
Para el cierre, los docentes sentaron postura respecto a la implementación de un sistema mixto como una solución a futuro que puede reportar grandes beneficios. “Lo que determinó la universidad es que las materias de contenidos teóricos permanezcan virtuales; y pasen a presencialidad mínima aquellas que realmente lo necesiten. Este año arrancamos con esa visión. La modalidad híbrida también tiene que ver con los buenos resultados del año pasado, entonces la universidad se lo plantea como una opción a futuro. Estamos imaginando nuevas carreras en función de este sistema, o de un sistema netamente virtual con los posgrados. Fue un palo en la cabeza lo de la pandemia, pero como en toda crisis también tuvimos la posibilidad de barajar y dar de nuevo”, explicó Casal.
Bergero, por su parte, se movió en una línea similar y aseguró que “vamos a un modelo híbrido, donde aprovechemos las ventajas comparativas que nos ofrece la tecnología. Siempre lo tuvimos, pero ahora también tenemos el know how, lo sabemos hacer. En una Universidad regional donde tenemos un obstáculo como la Ruta 22, que es una ruleta rusa, creo que esto es una ventaja para pensar seriamente”.
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