La travesía Frey-Rucaco-Jakob es una experiencia distinta
Para los que tienen ganas de nuevos desafíos en dos días pueden transitar por paisajes inolvidables. Atravesarán bosques intactos, arroyos, lagunas de altura y filos desafiantes.
Quienes incursionan por primera vez en las caminatas de montaña suelen probar con recorridos cortos e incluso con el clásico ascenso a alguno de los refugios, con regreso por la misma senda. Pero existe, como en todo, una progresión de dificultad. Y es habitual que los ya iniciados, en la búsqueda de nuevos desafíos, se asomen por ejemplo a los itinerarios que unen dos refugios.
Entre estos últimos, tal vez el más accesible es la travesía Frey-Rucaco-Jakob, que se puede realizar en dos días y asegura una sucesión interminable de paisajes inolvidables, en el que no faltan los bosques intactos, arroyos rumorosos, lagunas de altura, filos desafiantes y hermosas vistas del Tronador y todo el entorno cordillerano.
Esta época del año es ideal para un trekking así, porque el terreno ya luce despejado de nieve y todavía no llegaron los primeros fríos del otoño. Debe tener en cuenta que el recorrido es de dificultad media y alta en algunos tramos.
Tanto el refugio Emilio Frey –en el cerro Catedral– como el San Martín –junto al lago Jakob–, permanecen abiertos y con todos sus servicios a disposición. La propuesta no es pernoctar en sus instalaciones, sino acampar en el valle del Rucaco, pero siempre se puede recurrir a ellos en caso de mal tiempo o cualquier imprevisto.
La caminata comienza en la base del cerro Catedral, adonde se puede llegar en transporte público. La picada hasta Frey recorre, en su primera parte, un bosque en recuperación, que se incendió en los años 90, y ofrece atractivas panorámicas del lago Gutiérrez. Luego tuerce hacia el oeste y comienza a remontar el arroyo Van Titter, que se cruza por un puente de hierro.
Luego de pasar por el refugio Piedritas (del Club Andino Esloveno), la vegetación de lengas comienza a perder altura hasta que se divisa el refugio, ubicado a 1.740 metros sobre el nivel del mar, junto a la pequeña laguna Toncek Pangerc.
Es posible llegar hasta allí –con tranquilidad y varias paradas– en no más de cuatro horas. El Frey está rodeado de enormes agujas graníticas, que en verano convocan a diario a decenas de escaladores.
Desde el refugio el camino continúa por la margen izquierda de la laguna y luego asciende por una pendiente rocosa bastante cómoda hasta la Heriberto Schmoll, otra laguna de altura de singular belleza.
El recorrido desde allí propone un nuevo ascenso por roca fija hasta una pequeña planicie denominada “cancha de fútbol”, ubicada a 2.040 m.s.n.m. Para los simples caminantes ya no queda desde allí nada más por subir y es momento de descender rumbo al valle del arroyo Rucaco, que se ofrece a la vista como una gigantesca olla de distintos verdes, con bosque, mallines y un serpenteante hilo de agua que dobla hacia el norte.
Pendiente arenosa
El largo pedrero de bajada puede resultar lo más exigente de la travesía, pero se transita sin dificultad si uno se deja llevar por el propio peso y coloca los pies en el lugar indicado. Se trata de una pendiente larga y pronunciada, con arena y piedra suelta, que puede generar confusión al momento de la entrada al bosque, donde es preciso testar bien atento a las marcas.
El bosque es un ecosistema de grandes árboles, líquenes y flores de alta montaña y está ubicado a una altura (1.500 metros) que depara siempre noches frías y –si los caminantes van con suerte– increíblemente estrelladas.
Una hamaca al cielo en el cerro Otto
El lugar indicado para acampar está junto a un arroyo que cruza el bosque desde el sur y que vuelca sus aguas al Rucaco. Desde el refugio Frey hasta allí la caminata demanda no más de cuatro horas.
Al día siguiente, una vez desarmado el campamento, es bueno ponerse en marcha no mucho más tarde de las 9, para aprovechar cada lugar y disponer los descansos que hagan falta.
La picada se dirige hacia el oeste, no tarda en dejar atrás el bosque y comienza a ascender el filo Brecha Negra (otra vez por arriba de los 2.000 metros), por una pendiente escalonada sin mayores dificultades, que brinda fantásticas vistas del valle y de las agujas de Catedral.
Al superar el collado se abre a la vista un nuevo valle, en este caso de sentido sur/norte, por el que corre el arroyo Casa de Piedra. A la izquierda se distingue la nueva meta: el refugio San Martín, más conocido como Jakob, junto a la laguna que da origen al arroyo.
El descenso es bastante abrupto, corre en la última parte por algún cañadón seco y es preciso no perder las marcas, especialmente en el punto de ingreso al bosque. En el refugio (ubicado a 1.564 m.s.n.m.) es posible tomarse un respiro y, si el clima invita, meter un rato los pies en la laguna. El trayecto desde Rucaco hasta allí insume unas tres horas y media.
El tramo final
Al caminante le esperan todavía otras cuatro o cinco horas para desandar los 14 kilómetros desde Jakob hasta tambo Báez, adonde se puede acceder en vehículo. Al llegar acá, no hay transporte público. Si el excursionista no previó contratar un transfer, deberá hacer dedo o caminar otros seis kilómetros hasta la avenida Bustillo.
Una variedad increíble de ambientes cordilleranos se suceden en esta travesía, ideal para realizar en dos días y cuyo nivel de exigencia está al alcance de cualquier montañista con experiencia básica.
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– Distancia total: 32 kilómetros.
– Llevar carpa, bolsa de dormir, aislante, calentador, comida para dos días, protección para el sol y buen abrigo.
– Se puede cumplir con el itinerario sin apelar a los refugios. Pero si resulta necesario, los precios son los siguientes: en Frey, pernocte 1.000 pesos, uso de cocina 200 pesos, cena completa 780 pesos. En Jakob: pernocte (con uso de cocina incluido) 1.100 pesos, cena 1.000 pesos, desayuno 450 pesos.
Quienes incursionan por primera vez en las caminatas de montaña suelen probar con recorridos cortos e incluso con el clásico ascenso a alguno de los refugios, con regreso por la misma senda. Pero existe, como en todo, una progresión de dificultad. Y es habitual que los ya iniciados, en la búsqueda de nuevos desafíos, se asomen por ejemplo a los itinerarios que unen dos refugios.
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