La serie Chernobyl y los peligros de la radiación

La exitosa serie de televisión recoge la historia de la tragedia nuclear de forma fidedigna pero contiene errores en cuanto al alcance de los daños y potencia injustificadamente el temor.

Por Juan Pablo Ordoñez

El autor es Ingeniero nuclear y presidente de la Asociación de Ex Alumnos del Instituto Balseiro.

La exitosa serie Chernobyl ha puesto bajo la consideración pública el accidente ocurrido hace más de 30 años. Como estudioso de lo sucedido, puedo decir que la representación, sin dejar de ser una ficción, ha sido bastante fidedigna y los guionistas han conseguido explicar de manera sencilla (por momentos, como es inevitable, demasiado sencilla) los detalles técnicos que causaron el accidente.

La fidelidad no es tan buena en la representación de las personas y las posturas tomadas durante y después del evento, pero esto también es una licencia completamente lógica en la ficcionalización de un hecho histórico.

Sin embargo, la serie es incorrecta en un grado muy importante cuanto muestra los efectos de la radiación. En este punto específico, los errores se suceden a lo largo de los cinco capítulos, generando en conjunto la impresión de que la radiación es mucho más peligrosa de lo que realmente es.

Este no es un problema nuevo: el miedo a la radiación, surgido después de Hiroshima y Nagasaki, está desde entonces presente en todas las sociedades. Y su exageración es una de las principales causas por las que la energía nuclear no ha podido concretar el enorme aporte que podría hacer para reemplazar el consumo de combustibles fósiles y de esta forma contribuir a prevenir los muy serios efectos que puede causar el cambio climático.

Vivimos en un mundo radiactivo. Así como la luz y el sonido son parte de nuestro ambiente, también lo es la radiación. Por una parte, recibimos radiación del interior de la tierra. De hecho, el núcleo de metal líquido del centro de la tierra se mantiene fundido y a alta temperatura por la energía generada por el decaimiento radiactivo de los materiales que lo forman.

Parte de esa radiación llega a la superficie. También recibimos radiación del espacio exterior, a través de los rayos cósmicos. ¡Hasta los seres humanos somos radiactivos! Cuando dormimos abrazados a otra persona, estamos irradiando a y recibiendo radiación de esa otra persona.

Pero como dijo Paracelso, “Todo es veneno, nada es veneno, la diferencia está en la dosis”. Las dosis naturales de radiación son muy bajas y los daños que producen están considerados naturales. Esto no significa que no podamos protegernos de ellos: hemos aprendido que el exceso de exposición a la radiación solar es perjudicial y desarrollamos los productos y comportamientos que nos permiten cuidarnos de este problema.

La pregunta entonces es ¿cuán peligrosa resultó la enorme cantidad de radiación emitida por el accidente de Chernobyl? En este punto, la serie se aleja de lo que sabemos sobre los efectos de la radiación y de manera consistente tiende a presentar efectos más graves que los atribuibles a las dosis recibidas.

Hay secuencias en la serie donde la radiación provoca sangrado inmediato, hay secuencias en las que aves caen muertas fulminadas por la radiación, hay secuencias en donde se asevera que el accidente podría haber tornado inhabitable a todo Ucrania y Bielorrusia, hay secuencias que parecen afirmar que la radiación es contagiosa, hay una secuencia, particularmente emotiva, donde se afirma que un embrión absorbió la dosis correspondiente a la madre, sacrificándose así para salvar la vida de la madre. Ninguna de estas imágenes es realista ni corresponde a los efectos probables (o siquiera posibles) que podrían causar las dosis recibidas.

Esta sobreestimación del daño causado por las radiaciones de Chernobyl no es exclusiva de la serie. En el mismo momento del accidente y desconociendo la mejor evidencia científica disponible, la opinión pública, los medios y hasta los gobiernos exageraron las posibles consecuencias radiológicas de Chernobyl.

Esta exageración de los daños potenciales, que incluían, por ejemplo, posibles defectos genéticos en niños por nacer, causó, entre otras cosas, un número muy grande de interrupciones voluntarias de embarazos deseados, pero no llevados a término por miedo a dar a luz niños anormales.

Esto sucedió hasta en lugares muy alejados del accidente como Italia o Grecia, siendo que era absolutamente claro que con las dosis recibidas en esos lugares (fracciones pequeñas de la dosis natural) no había ninguna posibilidad de daños genéticos causados por el accidente. ¡El miedo excesivo a la radiación también es perjudicial!

En números

1986
el 26 de abril de ese año se produjo la explosión del reactor 4 de la central nuclear Vladimir Lenin.
18.000
muertes causó el tsumani que afectó a la central Fukushima, ninguna fue por radiación.

¿Cuán graves fueron los daños causados por el accidente? Indudablemente, fueron muy graves. Las mejores estimaciones hablan de miles de muertos. Un accidente más allá de lo aceptable para cualquier actividad industrial. Y de allí que el diseño de Chernobyl haya debido ser completamente modificado para hacer imposible que se repita la secuencia que llevó al accidente.

Ese tipo de reactores no debió operar nunca, y, más aún, nunca debió ser operado por gente sin la experiencia y la formación necesaria. Como comparación, el accidente de Fukushima no causó, ni se espera que cause, ninguna muerte debida a la radiación. Sin embargo, el miedo a la radiación hace que hoy nos acordemos más del accidente nuclear, que no causó muertos, que del tsunami que lo provocó y que causó por sí mismo más de 18.000 muertes.

Geraldine Thomas es experta en Patología Molecular de la Facultad de Medicina del Imperial College de Londres. Ha investigado en el campo de cáncer de tiroides y de mama. Estuvo muy involucrada en evaluar el impacto radiológico de Chernobyl.

Su conclusión: “Yo era antinuclear hasta que trabajé en el estudio de los efectos del accidente de Chernobyl. Hoy soy muy pronuclear porque me he dado cuenta de que tenemos un temor injustificado a la radiación”. Sería una pena que la serie, más allá de sus grandes aciertos, contribuya a aumentar este injustificado temor.


Por Juan Pablo Ordoñez

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