La sequía en las cuencas del Limay y el Neuquén
La región enfrenta una merma que comenzó hace más de diez años y obliga a adoptar medidas. Sin embargo, la capacidad de control y previsión choca con la falta de aportes a la AIC.
Por Julio Porrino
Además de las evaluaciones más académicas que realiza la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC) en sus publicaciones periódicas, utilizamos gráficos para visualizar y comparar los volúmenes de agua que han aportado los ríos anualmente.
Si ubicamos en un gráfico el caudal promedio del año, para todos los años desde que se tienen registros, cada punto es indicativo de la cantidad de agua aportada por la cuenca en un año calendario y se disponen de casi 120 años de registro de caudales.
Así se pueden hacer varias consideraciones: los últimos períodos hidrológicos han resultado deficitarios. El último período de 10 años resulta el más deficitario de toda la serie, aunque en un contexto cíclico de aportes mayores y menores al promedio, se evidencia una tendencia decreciente de los aportes. Las variaciones climáticas de escala global resultan los fenómenos determinantes de este comportamiento.
En ambas cuencas el aporte anual se produce en dos fases: un primer aporte entre mayo y septiembre debido a las lluvias, y otro a partir de septiembre, debido a la fusión de la nieve que se ha almacenado en los niveles altos de la cuenca.
Esta característica es mucho más acentuada en la cuenca del Neuquén por la altura de la cordillera, y es importante porque esta segunda onda del aporte anual se encuentra casi en fase con el incremento de las necesidades de riego aguas abajo de los embalses.
Lamentablemente, en los últimos años no fue importante la cantidad de nieve acumulada, con lo cual se desdibujó el segundo aporte anual, incrementando la dependencia del agua almacenada en los embalses en el invierno, almacenamiento que está limitado por la necesidad de mantener un volumen desocupado en previsión de la necesidad de atenuar crecidas.
Si bien la existencia de los embalses en la cuenca media introduce una modificación del régimen anual natural, porque básicamente permiten almacenar grandes volúmenes de agua en el invierno/primavera para ser utilizada en otro momento en que se intensifican las demandas, tiene como aspecto negativo que una porción del agua aportada se pierda por la evaporación.
En el contexto de sequía, la operación de los embalses en los últimos años trató de optimizar los usos para asegurar la disponibilidad de agua para abastecimiento humano y riego. Aunque el prioritario es el abastecimiento a poblaciones, el uso extractivo que involucra el mayor volumen es sin duda el necesario para riego, y de muy inferior magnitud resultan los usos industriales.
Un uso no extractivo pero que puede eventualmente competir con los otros es la generación de energía en los aprovechamientos de la cuenca.
La breve descripción precedente, pone de manifiesto la importancia –particularmente en la cuenca del río Neuquén– de una adecuada, cuidadosa y acordada operación de los embalses, en la que se priorice la disponibilidad de agua para afrontar los requerimientos para riego.
La generación eléctrica
Las centrales de la región, en especial las del Limay, son muy importantes para el despacho eléctrico, por su relativamente alta potencia instalada y su tremenda capacidad de almacenar energía para utilizarla en otra época del año, cualidad que solo poseen los aprovechamientos con capacidad de embalse.
Sin embargo, han ido perdiendo peso relativo en el cubrimiento de la demanda eléctrica del sistema interconectado fundamentalmente por la incorporación de grandes centrales térmicas (en especial ciclos combinados), la elevación de cota de Yacyretá y su consecuente aumento de la generación, mientras que, a pesar del potencial y los proyectos, no se construyeron centrales hidroeléctricas en la región. La última que entró en servicio fue Pichi Picún Leufú en 1999.
Pero además, también han perdido porcentualmente importancia en la generación total del sistema, por el déficit hídrico de los últimos años.
La generación anual de una central hidroeléctrica no es necesariamente proporcional a la cantidad de agua disponible para generar. Podría suceder -y de hecho ocurrió en algunos casos– que, a pesar de que los aportes de un año sean bastante inferiores a la media histórica, la generación durante el mismo sea relativamente alta.
Generalmente esto sucede por necesidades del Sistema Eléctrico Nacional, frente a escenarios coyunturales de baja oferta energética del parque eléctrico en servicio. Por supuesto que esto implica una disminución de las reservas disponibles en el embalse al fin del año.
Pero cuando una tendencia en la generación, en este caso decreciente, se manifiesta durante varios años consecutivos, la única explicación posible es la vinculada a una hidrología deficitaria.
Esa tendencia se presenta con distintos matices, en la generación anual de los embalses ubicados en ambas cuencas durante la última década y más notoriamente en la cuenca del Río Neuquén.
¿Qué se espera para los próximos años?
No hay herramientas que permitan estimar aportes hídricos de largo plazo. Algunas metodologías estadísticas o físico estadísticas, estiman cualitativamente con un horizonte semestral como máximo, si variables como precipitación o temperatura estarían por encima o debajo de los valores medios. El resultado puede ser bastante incierto.
Lo más adecuado parece ser suponer –hasta que se manifieste una evidencia de cambio en la tendencia– que en los próximos años los aportes continúan con la actual pendiente decreciente, y poner el foco en las alternativas de gestión que permitan optimizar la utilización de la oferta disponible.
Es necesario adoptar medidas que permitan aminorar estos efectos. El organismo de cuenca es el instrumento idóneo para diseñar y acordar acciones de distinto alcance. Además, está obligado a ello desde que el propio Tratado de Creación de la AIC establece en su artículo tercero que “tendrá por objeto el manejo armónico, coordinado y racional del recurso, tendiendo a optimizar su uso y con ello propender al desarrollo regional.”
Entre las medidas concretas de gestión pueden mencionarse la revisión de las Normas de Manejo de Aguas, con el objeto de buscar una operación que, sin modificar las condiciones de seguridad de las poblaciones ubicadas aguas abajo, permitan obtener un mayor almacenamiento del recurso durante ciertas épocas del año.
Desde hace algún tiempo se trabaja con muy buenos resultados en la incorporación del pronóstico de derrames de corto plazo a las normas de atenuación de crecidas, que permitiría lograr un volumen adicional de reservas durante el invierno.
Además las jurisdicciones realizan estudios y planifican acciones del lado de la demanda, tecnificando los sistemas de riego y su operación.
Un elemento fundamental es incorporar al sistema una mayor capacidad de regulación, sumando obras con embalse que tienen un doble efecto benéfico: atenúan crecidas y posibilitan guardar una mayor cantidad de agua en el invierno para se usada en el verano. Afortunadamente, existen en carpeta importantes proyectos con distinto grado de avance (algunos ya terminados). Entre ellos pueden mencionarse Chihuido I, Cerro Rayoso, La Invernada, Río Negro superior y Belisle.
Es necesario mencionar, volviendo al déficit de generación de los últimos años, que es uno de los factores que determinan el gran deterioro del canon y las regalías hidroeléctricas, y que ha provocado el desfinanciamiento de la AIC y un deterioro en los ingresos de Río Negro y Neuquén. Pero no es el único. En efecto, canon y regalías se calculan como un porcentaje del producto de la cantidad de energía generada por el precio de la misma.
El primer factor, cantidad generada, ha ido disminuyendo en una secuencia de años hidrológicamente pobres. Pero además mientras que el valor real de la energía con el que se remunera a generadores ha ido evolucionando, para el cálculo de las regalías y canon se utiliza un valor mucho más bajo, establecido unilateralmente. Restituir la sustentabilidad económica de la AIC es un elemento fundamental para la gestión cotidiana, pero también para estar preparados para los años por venir.
(*) El autor es secretario de Operación y Fiscalización de la AIC.
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