La Santa Inquisición Atea


Durante siglos las universidades crearon un espacio sagrado en el que todo debate era posible en base a argumentación lógica y datos comprobables. Hoy eso ha terminado. O se acepta el dogma o se sufren las consecuencias.


La libertad de expresión fue cambiada por la censura en nombre de lo políticamente correcto.

Hace tan solo unos años éramos muy pocos los que criticábamos -lo hice varias veces en estas columnas- que aumentara cada vez más la censura en las principales universidades del mundo. Al principio parecía una nota de color: un grupo de alumnos se manifestaban enfurecidos contra algún profesor que expresaba “ideas incorrectas”. Lo más común era que le impidieran dictar su clase o participar de un debate al que había sido expresamente invitado. Ahora esa violencia en los campus universitarios es la norma.

La violencia contra los que no “sostienen las ideas correctas” (según el criterio de la época) es masiva. La persecución -que incluye amenazas de muerte y pérdida de trabajo, además de golpes- ha llegado a tal punto que Peter Singer, Jeff McMahan y Francesca Minerva (destacados filósofos que suelen expresar ideas heterodoxas y nada complacientes con los militantes de lo políticamente correcto) anunciaron que editarán en inglés una nueva publicación académica, The Journal of Controversial Ideas, en el que los colaboradores podrán firmar sus artículos con seudónimo o de manera anónima, como una forma de evitar la violencia en contra de ellos.

La idea nació cuando a Francesca Minerva (especialista en Bioética y Filosofía Aplicada) sufrió amenazas de muerte y fue expulsada de un trabajo luego de publicar un artículo en el que analizaba, desde el punto de vista ético, el infanticidio en recién nacidos. Minerva, Singer o McMahan son conocidos desde hace décadas por sus opiniones controversiales. Pero hasta hace poco ninguno de ellos se había enfrentado a la violencia física y las amenazas de muerte. Ahora se ha vuelto tan cotidiano que hasta temen presentarse en público.

El investigador Pablo de Lora, que ha publicado recientemente el libro Lo sexual es político (y jurídico) ha padecido una censura similar el 19 de diciembre pasado cuando se lo impidió participar en el seminario internacional Gender, al que había sido especialmente invitado por el grupo de investigación Barcelona Institute of Analytic Philosophy formado por las Universidades de Barcelona y Pompeu Fabra.

De Lora ha escrito un interesante artículo en el que relata y analiza en extenso las consecuencias intelectuales que se derivan de la censura académica que estamos viviendo (y que él ha sufrido en carne propia hace apenas tres semanas).

El artículo se titula “Libertad académica: mi experiencia (trans)formativa” -jugando con la palabra que iba a poner en cuestión en su alocución- y se publicó en la web de Letras Libres. En ese artículo, De Lora cuenta un antecedente de esta ola inquisitorial: en 2013 el filósofo belga -adscripto al marxismo analítico- Philippe Van Parijs había sido invitado a dar una conferencia en el foro anual para el avance laboral de las mujeres. Se le pidió que, como filósofo, incitara al debate con ideas nuevas.

Van Parijs se tomó a pecho el de incitar a pensar de una manera novedosa a las feministas y les demostró con una catarata de datos en contexto y argumentos racionales que realmente existe una gran desigualdad, pero que es a favor de las mujeres. Estalló el escándalo: lo acusaron de mentir y de falsear datos -ambas cosas no eran ciertas- y, además, de insultar a las mujeres. Nunca más Van Parijs fue invitado a ningún encuentro liderado por feministas.

El problema mayor de la actual censura hacia toda idea que desafíe el pensamiento políticamente correcto no es el más visible: la violencia física, económica y espiritual en contra de las personas que se atreven a desafiar la ortodoxia de los inquisidores modernos (inquisidores que se definen por lo general como ateos). El problema principal es para el pensamiento, para la invención de nuevas ideas, para generar un ámbito de libre discusión en el que se pueda arribar a nuevas soluciones y descubrimientos.

Durante siglos las universidades fueron construyendo un espacio sagrado en el que todo debate era posible en base a argumentación lógica y datos comprobables; justamente porque esa confrontación con ideas nuevas y heterodoxas es la que ilumina el pensamiento. Hoy eso se ha terminado. Ya no son acontecimientos aislados: la censura violenta hacia las ideas heterodoxas es el clima en el que se vive en el mundo universitario occidental en este momento. O se acepta el dogma o se sufren las consecuencias.

Además, ahora la ideología políticamente correcta sale del ámbito universitario y toma el poder político y coloniza el estrado judicial: ya se puede perseguir a cualquiera que “piense incorrectamente”. De Lora cuenta que en el encuentro universitario no le creían que era “una buena persona” -y habla de su desesperación por tener que demostrarlo-. Así funcionaba la Inquisición hace 500 años. Y así funciona ahora, aunque los oficiantes se digan ateos.


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