La responsabilidad de los empresarios

Los indicadores económicos y sociales en Argentina, no dan tregua. Es crucial que quienes invierten y generan empleo, se hagan oir en 3busca de un modelo que privilegie la producción.

Por Cr. Daniel A. Darrieux (*)

Multifacético. El rol del empresario en un escenario incierto y con la necesidad de invertir.

Nuestro país ya explotó: 44% de pobreza (representa al menos 20 millones de personas); 6 de cada 10 chicos menores de 18 años son pobres, según el último relevamiento del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Más de medio millón de chicos con problemas de alimentación, según datos oficiales, con los problemas que ello implica para el desarrollo cerebral. Asistimos a una tragedia educativa, tomando el título del libro de Jaim Etcheverry.
El deterioro institucional y la situación económica conforman una realidad desastrosa: 40% de la fuerza laboral está en negro. Este año se habrán perdido unos 4 millones de puestos de trabajo. Según la consultora de Orlando Ferreres, el 2020 cerrará con una baja neta de unas 30.000 empresas.
La OCDE estimó que la economía caerá 12,9% en 2020, el peor desempeño entre 46 países analizados. No tenemos moneda. Nuestro poder adquisitivo está erosionado por una de las inflaciones más altas del mundo. Aumenta la cantidad de personas que quiere dejar el país, especialmente jóvenes, además de las empresas que ya lo han hecho. La inseguridad merece un capítulo aparte.
En resumen, la Argentina es inviable en este contexto. No hay margen para parches, se requiere un giro de 180º.
Para reducir la pobreza hay que crear riqueza, lo que requiere inversiones y generación de fuentes de trabajo. Por ello, todos los factores que ataquen a la inversión privada agravarán este escenario. La inversión será menor al 10% este año, un mínimo histórico, menor a las necesidades de reposición del stock de capital que se desgasta con el uso. No se le está haciendo el service al auto, dicho en criollo.
Hay coincidencia en la necesidad de promover a las Pymes y el emprendedorismo, pero no está tan claro cuál es el sistema político y económico que favorece su desarrollo.
¿Cuál es la responsabilidad de los empresarios para contribuir a transformar esta realidad?
En primer lugar, una distinción: excluyo del análisis a los empresarios prebendarios, que buscan maximizar sus ganancias mediante contactos, proteccionismo y “favores” del poder político. Son cazadores de privilegios o “buscadores de rentas”, que generan pérdida social en lugar de beneficios, siguiendo el análisis de James Buchanan, premio Nobel de Economía.
Quiero enfocar el análisis en los empresarios genuinos, quienes invierten y arriesgan, en un escenario abierto y competitivo, para satisfacer al consumidor.
Está claro que la prioridad de todo empresario o emprendedor es mantener su barco a flote, pero dada la gravedad de la situación, eso no alcanza. Hay que involucrarse en la gestión del contexto.
Existen empresarios que se comprometen en su rol de ciudadanos, ejerciendo su responsabilidad cívica, en forma directa o indirecta, apoyando a quienes trabajan para mejorar el ambiente de negocios. Otros han optado por el bajo perfil, solo les interesa lo que pasa puertas adentro de sus empresas. De nuevo, es la prioridad, pero no alcanza. En un barco que se hunde, en algún momento nos llega el agua al camarote. Hay empresarios que están bailando en la cubierta del Titanic y no están a la altura de la necesidad de transformación. Pero siempre se puede modificar la actitud. Tampoco alcanza con crear un área de “responsabilidad social empresaria”. El empresario se debe involucrar en forma directa como agente de cambio social, poner el cuerpo.

Es necesario que el empresario explique todo lo que es capaz de hacer, incluyendo la creación de puestos de trabajo, en un contexto de reducción de impuestos y flexibilidad laboral.


¿Cuáles son los problemas que le complican la vida a empresarios y emprendedores?: alta inflación, elevada presión tributaria, legislación laboral y esquema sindical, ataques al derecho de propiedad, cambios en las reglas del juego, falta de acceso al crédito, trámites burocráticos y onerosos, entre los principales. Todos estos obstáculos, que atacan la inversión, son generados por los gobiernos. El esquema intervencionista y estatista está en la raíz del problema.
De allí la necesidad de que los empresarios levanten la voz, promoviendo los valores y la dimensión ética y productiva de la libertad económica. La evidencia demuestra que la calidad institucional y el mercado libre, es el sistema social más adecuado para el surgimiento y crecimiento de empresas y emprendedores, única vía para disminuir la pobreza.
¿Qué acciones se pueden realizar? Algunas ideas: desarrollar campañas de ccomunicación institucional, promoviendo la libre iniciativa privada, como lo hace un conocido bróker inmobiliario. Opinar en las redes sociales, cartas de lectores, programas de radio y televisión. Es necesario que el empresario explique todo lo que es capaz de hacer, incluyendo la creación de puestos de trabajo, en un contexto de reducción de impuestos y flexibilidad laboral. Debe promover la liberad económica sin ponerse colorado. El segundero corre y los resultados no se producen.
Bajar los brazos es condenarnos al suicidio colectivo. El pesimismo es debilidad, ya que implica desconfiar de las propias fuerzas para contribuir a modificar la realidad. Hay que superar la indefensión aprendida, consistente en considerar que una situación es imposible de cambiar.
No es “este país”, abandonemos el fatalismo. Las ideas que nos llevaron al fracaso no funcionaron en ningún lugar del mundo. La diferencia es que hasta ahora no aprendimos y seguimos insistiendo con los mismos esquemas.
Una sociedad libre y productiva se construye. Para ello, cada uno debe asumir un rol activo, defender sus derechos y contribuir a promover los beneficios de la libertad como valor central. Incluyendo la libertad económica contenida en nuestra Constitución Nacional.


(*) Periodista. Director de Impacto Económico.

Dato

12,9%
Lo que caerá la economía argentina en 2020, según las estimaciones publicadas por la OCDE.

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