La rebelión a la Fase 1: barquinazos e incoherencias que irritan

La decisión de volver al origen de la cuarentena, a aquellos días de marzo en los que nada podía abrirse ni nadie circular a no ser los definidos como “esenciales”, ha sido un baldazo de agua helada. Sobre todo para los comerciantes, que con las reaperturas aspiraban a algo de oxígeno frente a su situación asfixiante.

Cipolletti: la protesta, anoche, contra la medida del gobierno. (foto Florencia Salto)

La protesta de vecinos, extendida velozmente en varias ciudades del Valle, es demostrativa de tal irritación. Ha sido espontánea y no hay estimulaciones políticas que esta vez puedan endilgarse.

La rebelión a las medidas anunciadas por la gobernadora Carreras no solo es expresión de un hastío por 157 días de cuarentena. Es, sobre todo, la queja por barquinazos en las decisiones oficiales: no se acaba de anunciar habilitaciones de actividades comerciales y recreativas cuando, en un santiamén, todo vuelve a fojas cero.

Es falta de coherencia por lo que se reclama; la incomprensión de que se defina un drástico retroceso cuando se observa que -paradójicamente- los grandes centros urbanos del país no resignan movimientos pese a los mayores picos de la pandemia.

La decisión de volver a Fase 1 fue divulgada anoche pero -curiosamente- vino anticipada horas antes por el propio gobierno rionegrino de un modo como solo lo harían medios de comunicación o redes sociales ante una fuerte versión: en condicional.

Los intendentes fueron los destinatarios que las indignadas voces vecinales han tenido más a mano. Lo ha comprendido muy bien la intendenta de Roca, María Emilia Soria, que parecía haber consensuado la medida con Arabela, pero -al ritmo de los ruidos de anoche- optó por declarar que “no hay claridad en el rumbo de la política sanitaria provincial” y que no estaba acuerdo con la vuelta a la Fase 1. El jefe comunal de Cipolletti, Claudio Di Tella, la pasó peor: vio sitiada su propia vivienda por los manifestantes.

La única razón que permitiría comprender un inesperado regreso a las formas más primitivas del aislamiento, es el miedo. La dramática certeza de que el sistema de salud en el Alto Valle se encuentra colapsado. No es lo que le ocurre por ahora en Bariloche, que tiene más pacientes activos de covid que Roca. Pese a ello, la ciudad cordillerana no ha sido igualada en el status de Fase 1 con Roca. Como dijo en las últimas horas un profesional hospitalario roquense: “Ya no importa el número de contagiados, sino que haya camas suficientes en terapia intensiva para los casos covid… y para los otros».


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