La puja por el reparto del ajuste hace crujir al entramado petrolero
La caída de la demanda forzó a las operadoras a recortar inversiones. Las firmas de servicios se oponen al traslado del achique y las pymes son las que más lo sienten. En el medio miles de empleados temen por sus puestos.
La industria petrolera argentina refleja una imagen impensada hace un año atrás. A la crisis macroeconómica nacional, se le sumó una crisis propia del sector inyectada por medio del DNU 566 en agosto del año pasado y, sobre llovido mojado, la pandemia del coronavirus y su extensa cuarentena formaron una crisis sobre otra crisis que hoy fuerza a las empresas grandes y chicas a ajustar sus cinturones y recortar sus gastos lo más posible.
Ese recorte de gastos e inversiones comenzó a hacerse más palpable en las últimas semanas y llevó a un tironeo puertas adentro de la industria petrolera para definir dónde recae el recorte que tiene como punto de inicio el pasado 19 de marzo pero posee una fecha incierta de finalización.
En Neuquén, la provincia que capitaliza el desarrollo de Vaca Muerta y que lidera a nivel nacional la producción de hidrocarburos, la puja por quien paga los platos rotos llevó a un virulento cruce entre las pequeñas empresas de servicios y las grandes operadoras.
Las operadoras, con YPF a la cabeza, reconocieron ya hace un tiempo que deberán ajustar sus planes de inversión a la nueva realidad en la que no solo la demanda de petróleo y gas está deprimida, sino también los precios. Esos recortes se trasladan en gran medida a los contratos que tienen con las cientos de empresas que les prestan servicios, que en el caso de Neuquén son más de 850 pymes directamente vinculadas.
Pero el ajuste también llega al círculo intermedio del entramado empresarial petrolero que son las grandes firmas de servicios especiales, que en algunos casos lanzaron planes masivos de retiros voluntarios y en otros trasladaron sus pagos recortados a sus subcontratistas, que forman parte de esas 850 pymes neuquinas.
En números
- 30 a 65%
- son los recortes de inversión de capital que las operadoras están realizando este año por la crisis del coronavirus.
Las pequeñas empresas trabajan con una rentabilidad acotada, que va del 7 al 20% según el tipo de servicio. Es por esto que muchas firmas advirtieron que los recortes de hasta el 30% en los contratos que ya prestaron –muchos antes del inicio de la pandemia- las dejan en una crítica situación, trabajando prácticamente a pérdida y sin un horizonte claro por delante.
Es que buena parte de estas firmas no están actualmente trabajando y esperaban campear el temporal con los contratos que tenían por cobrar, pero que ahora en muchos casos se verán recortados por los achiques aplicados de parte ya sea de las operadoras o de las grandes empresas de servicios.
La crisis petrolera dejó en evidencia el efecto de sábana corta en el que cuando las grandes firmas se cubren, dejan expuestas a las pymes.
Detrás de esta cadena de tironeos hay miles de trabajadores angustiados y urgidos por cobrar sus sueldos. Desde la Federación de Cámaras de la Energía de Neuquén (Fecene) se anunció que varias de sus firmas asociadas abonarán sólo el 70% de los haberes a los trabajadores que están activos y apenas el 30% a aquellos que siguen en su casa, y que no solo son la mayoría sino que suman cerca de 10.000 empleados.
Este recorte del achique representa que los trabajadores suspendidos percibirán apenas la mitad que los sueldos que fueron acordados con las cámaras del sector y los gremios. Pero no son la peor cara de la crisis que ya se está viendo.
En esta semana algunas empresas del rubro bajaron definitivamente sus persianas dejando a decenas de trabajadores despedidos. Esto llevó a que en un caso los obreros, afiliados al sindicato de Camioneros, bloquearan un yacimiento exigiendo que la operadora firme un nuevo contrato de trabajo, pero llegando al punto en el que pusieron en riesgo la seguridad de la operación de ese bloque productor de petróleo.
La situación es seguida de cerca por el gobierno neuquino desde donde no sólo buscan mediar para evitar que conflictos, como el desarrollado por un grupo de trabajadores que fueron despedidos de la firma CGS en las puertas de un yacimiento de Total, terminen dañando la poca producción que queda en marcha en la cuenca.
El dato
- 16.000
- son los empleados que estas firmas poseen en Neuquén, el eje de sus trabajos.
Pero además también se avanza en mediaciones entre las grandes operadoras y las pequeñas empresas para tratar que los recortes sean lo más justos posibles.
Ese trabajo es el que hace el ministro de Producción e Industria de Neuquén, Facundo López Raggi, quien explicó que “la situación de las empresas regionales es crítica pero hay que entender que no podemos ser necios y no reconocer las limitaciones que hoy tiene la industria”.
Es por esto que desde esa cartera ya se trabaja en un plan para tratar de aceitar la cadena de contratos, buscando que se priorice la contratación de pequeñas empresas en lugar de firmas que ofrezcan servicios integrados. (Ver aparte)
La conjugación de crisis en el sector petrolero marcó un escenario que nadie pudo prever y en el que los intentos del gobierno nacional por mover la aguja de los trabajos en el campo, como son el barril criollo y un potencial nuevo plan gas, se verán limitados hasta tanto la demanda local o externa logre mejorar.
Mientras tanto, los embates de esta crisis prometen agudizarse no solo ante el hecho de que el mes que viene las empresas deberían hacer frente al pago del medio aguinaldo, sino porque además las políticas nacionales han llevado a que hoy tanto el precio del gas como el de los combustibles, los ingresos que a fin de cuentas genera el sector, se encuentran virtualmente congelados y con valores que se van licuando a medida que se dispara cada vez más la cotización del dólar.
Puertas adentro de cada empresa, chica o grande, el temor de fondo es que la caótica foto de la crisis que hoy arroja la industria petrolera argentina, no sea nada más que la punta del iceberg.
La industria petrolera argentina refleja una imagen impensada hace un año atrás. A la crisis macroeconómica nacional, se le sumó una crisis propia del sector inyectada por medio del DNU 566 en agosto del año pasado y, sobre llovido mojado, la pandemia del coronavirus y su extensa cuarentena formaron una crisis sobre otra crisis que hoy fuerza a las empresas grandes y chicas a ajustar sus cinturones y recortar sus gastos lo más posible.
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