La Patria que no fue: homenaje a Mariano Moreno

Luis Rimaro*


A partir de su Plan de Operaciones – un manual para consolidar la Revolución- para el círculo social privilegiado pasó a ser “el abogado de los indios”, el “jacobino”, siendo combatido y denostado.


Mariano Moreno. Recorte del óleo sobre tela pintado por Pedro Subercaseaux Errázuriz.

Era la hora cercana al mediodía, entre los últimos pregones que brotaban de los puestos y la mezcla de olores de las mercaderías, Mariano y José corrían sin gritar por la Plaza Mayor. Levantaban polvo de la tierra cuarteada mientras el Negro Antonio, de obligación esclavo, distante los vigilaba con suficiente desatención. Estaba por llegar la primavera en esa Buenos Aires del 1783 – reciente capital del virreinato – con abundancia de negros y mulatos y a escasas cuadras del Cabildo, yendo hacia la Iglesia de San Juan, dos señores iban recorriendo los seis amplios ambientes del solar sobre la calle del Hospital – mas adelante Piedras – mientras buscaban entenderse en cuanto al monto de la operación y la fecha del traspaso de la casa.

Don Manuel era el visitante, con gastado traje marrón, chaleco, corbata y sombrero en mano, nacido en Santander, que continuará en la ciudad viendo crecer a Mariano y su porteña prole. Don Juan el propietario, explicaba con amplios ademanes de sobria camisa blanca, botas y faja que le daban cierto aire provinciano, él se desprendía de la casa para partir a España junto a José y toda su familia.


Mariano estaba por cumplir los cinco años y José apenas siete meses mayor, pero su agilidad y sus destrezas físicas eran notablemente superiores. Por un momento se esfumaron de la vista del moreno, José había salido disparado cuando se oyeron las clarinadas del cambio de la guardia del Fuerte y cuando lo alcanzó Mariano se detuvieron al borde de la calle para ver pasar a los uniformados. El mas pequeño y mas conversador le preguntaba cosas, pero José contemplaba obnubilado. Eran las doce. Antonio arrancó para el regreso y los niños tras sus pasos. Llegaron a la casa a tiempo para presentarse ante los padres, con sus pelos negros revueltos y transpirados.


Sólo Dios sabe si volverían a verse, aunque ciertas paralelas iban a guiarlos. Mariano se marchó de la mano de su padre y José se quedó en la casa poco tiempo más. La operación estaba concertada.

El 23 de enero de 1811, el Dr.Moreno se marcha en “misión diplomática” hacia su destierro. Se despide de su mujer y su hijo y el carruaje se dirige a La Ensenada, donde aborda la Fragata Fame, con los colores ingleses y alquilada a los efectos por Cornelio Saavedra, el Presidente de la Junta que el 18 de diciembre había conseguido separar de su cargo de vocal al viajero.

El pensador de la Revolución, regresó de Chuquisaca tras la lectura de Rousseau y el lúcido apasionamiento libertario de las tierras de Tupac Amaru, donde incubó el sentimiento de Patria del puñado de jóvenes porteños que habitaban la Colonia y consiguieron forjar el grito de libertad el reciente 25 de Mayo. A partir presentar su Plan de Operaciones – un manual para consolidar la Revolución- para el círculo social privilegiado pasó a ser “el abogado de los indios”, el “jacobino”, siendo combatido y denostado, al igual que Castelli y Belgrano, primos y abogados que fueron despachados al Norte, como militares.

En ausencia de Moreno iban a lograr decapitar a toda la “la turba de Chuquisaca” : Azcuénaga, Posadas, Berutti, Vieytes, French, Rodríguez Peña…todos al destierro. Moreno se estaba jugando la vida. En la contrarrevolución de las tradicionales familias del poder porteño y los comerciantes aliados al viejo dominio colonial no había espacio para los patriotas.


Londres era el destino prefijado. Moreno – acompañado por su hermano Manuel – viajaba con el supuesto encargo de gestionar una compra de armas, pero luego de zarpar, el Cabildo firma un contrato con el traficante inglés David Curtis de Forest que en su art. 11 establece que “si el Dr. Mariano Moreno hubiere fallecido o por algún accidente imprevisto no se hallare en Inglaterra” otro representante de la Junta se haría cargo. Y el mismo ya se hallaba en Londres…


La traición estaba consumada, sólo faltaba la estocada final. No eran vanos los temores de su esposa Guadalupe, cuando por esos días le enviaron una caja anónima con un par de guantes negros, abanico negro y un velo de luto. En la madrugada del 4 de marzo, en alta mar 28º 7` Lat.S. a la altura de Santa Catarina, Moreno se retuerce de dolor en su camarote. Los días previos en medio de sus descomposturas, el Capitán inglés que hacía las veces de médico, le iba suministrando un compuesto en gotas, pero esa noche estando a solas, le hace ingerir 4 gramos de antimonio tartarizado, una dosis cuarenta veces superior a lo tolerable por el cuerpo humano. Manuel lo encuentra en el piso, en medio de tremendas convulsiones propias de un envenenamiento. Luego de constatarse su muerte, es arrojado al mar envuelto en la bandera inglesa, que a esos fines estaba disponible.


“Sólo Intenté salvarle la vida…”dijo a los atribulados pasajeros el Capitán del barco.
Hasta el 29 de julio Guadalupe siguió enviando sus dolientes y enamoradas cartas al mar.

Con la tragedia acontecida, Manuel en Londres pudo comprobar la estafa del negocio de las armas y que Mariano iba a oponerse a los sobreprecios y las abultadas comisiones, por eso era el pasajero marcado para no llegar a su destino. La misión diplomática se estaba transformado en su destierro, cuando en octubre de ese 1811 lo convocan a una reunión en el 28 de Grafton Street y solo le informan que van a concurrir “paisanos del Nuevo Continente”.

Resultaron ser algunos adherentes a la causa de Francisco de Miranda y ex militares de reciente baja en el ejército de España. Con indumentarias de civil se van presentando Carlos de Alvear, Zapiola,… José de San Martín y otros americanos. Manuel relata la situación en el Río de la Plata y en particular el motivo de “la ausencia” de su hermano. En un aparte concerta con San Martín una cita para el día siguiente.


Mas de una hora frente a frente. San Martín de trato cordial y austero, con sus botas relucientes, pañuelo al cuello… pregunta y pregunta con avidez, necesita saber quiénes son Saavedra y Rivadavia, la sociedad criolla, cuantos indios y esclavos, si hay escuelas…todo necesita relevar. A Manuel no le quedan dudas que piensa regresar, pero no se lo escucha decir… Tampoco menciona la inminente creación de la Logia 3 en esa ciudad, sólo promete investigar el tráfico de las armas. De pronto se para y dando lentos pasos, con las manos enlazadas detrás de su cintura le pide…

– Haga llegar, por favor Manuel, mi pésame a doña Guadalupe.
Y con firme y bajo tono de voz le confiesa
– Un año atrás llegaron a Cádiz en forma clandestina algunos ejemplares de la Gazeta…los leímos con gran avidez y admiración

Le explicó a Manuel el valor del pensamiento y la acción de su hermano y la coincidencia de principios para profundizar la Revolución y éste le repondió, sorprendido y reconfortado

– Ha sido un placer conocerlo Don José. Si en algún momento piensa en regresar a Buenos Aires, sepa que dispone una casa de la familia en cercanías del Cabildo.
– Estoy a su disposición, ahora o cuando nos veamos…posiblemente viaje a Lima…
Con cierto tono de resignación y mirándole a los ojos agregó

– Créame Manuel cuando pensamos venir en a Londres, nos llegaron informes que Mariano llegaría también en este año y me convencí que era la gran oportunidad para encontrarnos…Mucho dolor es haberlo perdido, pero vamos a seguir por su camino…
Un fuerte apretón de manos y en la despedida, con una mano sobre su hombro
– Cuídese Manuel, no regrese todavía….

Manuel quedó pensando cómo habría sido el destino de la Patria si el caudal político, moral y militar de su hermano y José se hubiesen encontrado…


Poco tiempo después desde la fría Londres partía el grupo hacia su patria, cruzando el Atlántico, desandando el rumbo de Mariano, la Canning arribó a Buenos Aires en marzo del 1812. Ese mediodía el liberto Antonio en medio del trajín de la recova vio pasar los carruajes que por Defensa llegaban desde el puerto. Nunca supo que regresaba el niño que hace 28 años cuidara mientras jugaba por la Plaza. El niño Mariano ya no estaba.

*Arquitecto de Cipolletti


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