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Vivir tejiendo: el recuerdo de las mujeres que se encontraron en la misma trama

Un encuentro de tejedoras realizado en Neuquén destapó saberes y sensaciones que las conectaban, más allá de las diferencias. Ahora las impulsa el anhelo de seguir creciendo.

Labor, peinecillo, huso, rueca, urdir. La mayoría sabía de qué se trataba y la que no, estaba ahí para aprenderlo, para escuchar. Todas coincidieron en que no abundan los espacios donde se enseñe cómo aplicar esos conceptos, por lo que el Encuentro convocado cobraba mayor importancia todavía. La sala de la “Dama del Teatro neuquino”, la roquense Alicia Fernández Rego, fue la sede del Encuentro de Tejedoras que acompañó la Dirección de Patrimonio Cultural de Neuquén, el pasado sábado. Ellos fueron los que dieron la bienvenida, pero el resto de la jornada corrió por cuenta y voz propia de las protagonistas.

Ante la invitación de las coordinadoras, Elvia Albornoz, Maria Dolores Rearte y Mabel Ausejo, se armó la ronda alrededor de la trama y después, a la tarde, el “pregunta – respuesta” junto a la mesa de trabajo, para hacer correr el conocimiento tal y como cada una lo recibió, hablando y mirando.

De las reflexiones que se escucharon y los repasos por la vida de cada una, quedó claro que tejer no tiene nada que ver con el talento para las manualidades. Incluso no faltaron las que reconocieron su rebeldía a la hora de tener que contar los hilos y la complejidad que implica el armado previo de los diseños. Aún así hablaron del tejido como ese compañero de vida con el que se criaron, al que dejaron un tiempo de lado, pero al que volvieron buscando el abrazo, porque de ese reencuentro dependía volver a abrazarse a ellas mismas y lo que son por dentro. El que las sostuvo en la soledad, el silencio, el mate compartido y hasta en un duelo.

Foto: Ministerio de las Culturas Neuquén.

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Las hebras que se movieron esa mañana fueron tan íntimas que para muchas fue inevitable llorar. Así nomás, entre desconocidas, amigas otras, colegas algunas, eso no importó. Emocionaba hablar del origen, de la fuente que trajo la sabiduría heredada, en la mayoría de los casos, madres y abuelas, bisabuelas también. Unas con más paciencia que otras, pero siempre en ese momento de nido y cuidado, donde parece que los más chicos pasan de largo, jugando sin prestar atención, pero no. Otras aprendieron en el colegio, en tiempos en los que los oficios eran parte del programa escolar. Pero en todas fue la semilla que quedó dormida bien profundo, que germinó despacio y que solo dio fruto cuando la lana les volvió a pasar entre los dedos.

«Mari, Mari», saludaron varias de esas mujeres, desde su lugar en la ronda. Y ahí el ambiente, que ya de por sí era atento, respetuoso, se volvió aprendiz del intercambio que ellas propusieron, con el resto y entre sí. No fue una simple introducción en mapuzungun, en algunos casos fue la presentación completa, seguida por la traducción de las ideas generales para que las demás entendieran. La participación de varias integrantes de comunidades mapuches de la provincia le dió al Encuentro el valioso aporte de quienes recibieron el telar de primera mano.

Foto: Ministerio de las Culturas Neuquén.

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Y ante quienes las «huincas», es decir las «blancas» que no pertenecen a ese origen, reaccionaron con admiración. «Fue y es muy grato conocerlas ya que todas amamos lo que hacemos, algunas desde el fvu’uan (hilado) hasta llegar al huichral (telar) y otras que directamente arman un hichral para plasmar un ñimin, para un encargo o un obsequio. Es impotantisimo saber el nivel y la entrega de cada domo duhuecafe (mujer tejedora) en cada telar, como digo yo, nuestra energía (c’me nehuen)», dijo más tarde Cecilia Kilapi, una de las tantas tejedoras que ahora integra el grupo de What’s app en el que se nuclearon para seguir organizándose y creciendo.

Un salón donde reunirse y exponer es el siguiente paso que buscarán concretar. Seguir creando piezas nuevas, únicas en su estilo, puede ser una salida económica, pero no por eso pierde la profundidad que da el vínculo con la trama y los símbolos que en ella tanto representan. Antes los tejidos eran quizás el único abrigo del hogar, en el descanso bajo las cobijas y en el quehacer diario, enfundado en ponchos, puloveres, chalecos y medias. Hoy mucho de eso se mantiene, y si ya no es el caso, se convirtieron en el ornamento que muestra con orgullo de dónde viene su portador. Mientras tanto, como sucede con el idioma ancestral, las técnicas que lo reprodujeron en el tiempo sólo perduran cuando se las aplica, en una tarde de «enseñaje», como dijeron las chicas, «resonando» con otras mujeres que en el fondo se parecen, aunque sean tan distintas a simple vista.

Foto: Ministerio de las Culturas Neuquén.

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Foto: Ministerio de las Culturas Neuquén.

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Foto: Ministerio de las Culturas Neuquén.

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