Una historia de la Casa Peuser, el palacete parisino de Luis XV que tiene su réplica en Cipolletti
En 1911, Alberto Peuser levantó una mansión a imagen y semejanza del Petit Trianon construido, 150 años antes, por el rey de Francia. Epicentro de la vida social y productiva de su época y declarado Bien Arquitectónico Nacional, actualmente está en marcha un proceso de restauración definitiva.
A comienzos de la década del 10 del siglo pasado, Cipolletti era pueblo naciente hecho de un puñado de casas habitadas por no más de 800 personas y era tan reciente que ni siquiera se llamaba Cipolletti. A comienzos de la década del 10 del siglo pasado, Cipolletti aún se llamaba Colonia Lucinda y un señor elegante de familia acomodada porteña se bajaba del tren veinte cuadras antes de la estación.
¿Quién era ese señor capaz de detener el tren? ¿Y dónde se suponía que iba a comienzos de la década de las 10 veinte cuadras antes del poblado que aún no se llamaba Cipolletti? Alberto Peuser solía bajarse allí, imaginamos donde hoy tienen parada los colectivos interurbanos, y caminar, por qué no, sobre la traza de una circunvalación que aún no estaba en la imaginación de nadie (¿o sí?) hasta su casa, la Casa Peuser.
Casa Peuser: imagen y semejanza del Petit Trianon de Luis XV
Construida en 1911 a imagen y semejanza de Le Petit Trianon, un dominio del jardín del parisino Palacio de Versalles, formado por un pequeño palacio rodeado de jardines de estilos variados, la Casa (de) Peuser era, a comienzos de la década del 10 del siglo pasado, una excentricidad entre campos de alfalfa y nada más.
El palacio original es un pabellón de aparato construido, a pedido de Luis XV, entre 1762 y 1768 al sureste del Gran Trianón, en el recinto palaciego de Versalles. El rey de Francia ordenó que se construyera un palacio en un estilo nuevo, que ofreciera una vista sobre los diferentes jardines. El resultado fue una obra maestra de la naciente arquitectura neoclásica, edificio de planta cuadrada, sencillo y ordenado, más refinado que rico, en el cual estaba reservado un lugar privilegiado a la naturaleza y a la atmósfera campestre. Algo parecido, muy parecido, hizo Peuser en las afueras del poblado que luego sería Cipolletti.
Por qué Peuser construyó su casa de campo a imagen y semejanza del Petit Trianon, no pudo saberse. Ahora, cómo llegó hasta aquí y qué hizo allí, sí. En un diálogo con RÍO NEGRO, Liliana Fedelli, doctora en Historia y miembro del Cupacip (Custodios del Patrimonio Cultural Histórico de Cipolletti), cuenta que Peuser llegó a la zona para ver tierras en venta y que compró unas 400 hectáreas al noreste del actual emplazamiento de Cipolletti, entre esta ciudad y Fernández Oro. De hecho, esas tierras eran del General Fernández Oro. Allí, Alberto Peuser, hijo de Jacobo Peuser, dueño del emporio editorial e imprenta Peuser, construyó su palacio donde vivió una vida de “dulce ocio”, entre 1911 y 1919.
“Si bien en un primer momento se pensó que Peuser había invertido en esas tierras para comenzar un emprendimiento productivo, después, a través de una investigación, supimos que era para levantar allí una casa palaciega donde se darían fiesta, un lugar de reunión social con la gente de la zona y de Buenos Aires, que venía a pasar días de campo”, apunta Fedelli.
Una vez establecido, Peuser comenzó a desarrollar actividades productivas. Plantó peras, manzanas y viñedos, montó una bodega, un vivero con plantas traídas de Europa y Nueva Zelanda, comercializó pastos, entre otros insumos agrícolas. La propiedad también contaba con un cotagge, canchas de tenis y jardines especialmente diseñados con figuras geométricas y glorietas que se mantuvieron hasta principio de los 70. De hecho, Fedelli recuerda haber pasado allí los picnics del estudiante.
Lujos de una reliquia arquitectónica en el corazón del Alto Valle
Los planos fueron realizados por los ingenieros Gire y Molina Sivit. Los constructores fueron Pedro Cabré y Jacinto del Bom, este último encargado de los aspectos secundarios tales como compuerta, casa de peones, casa de entretenimientos, casa de baños, palomar y gallinero. Los materiales traídos desde Bahía Blanca, muchos de ellos importados, incluían un sistema de calefacción central, la primera colocada en el Alto Valle. La casa contaba con cuatro dormitorios centrales, que para la época eran muchos; y otro de servicio; tres baños que aún se conservan; la cocina; la sala de los espejos, similar a la del palacio original, donde se daban las fiestas y reuniones sociales; y un laboratorio fotográfico personal. “Peuser se radicó aquí para vivir como lo hacía la clase alta porteña en Mar del Plata, solo que él eligió este lugar del Alto Valle para vivir de una manera diferente a cómo se vivía en la Buenos Aires de aquella época. Pudo haberlo hecho en cualquier lado, pero lo hizo acá. Vino, vio las tierras, parece que le gustó y se quedó”, resume Fedelli.
Por razones económicas y personales, Peuser regresó a Buenos Aires en 1919. Le vendió una parte de las tierras a Herzeg, la de la zona de La Falda; otra parte a Medela, unas 15 hectáreas plantadas con viñas; y otra parte al señor Huerga. La mansión es adquirida en 1929 por Eduardo del Carril, quien posteriormente se la vende a Orué, este a Manrique y Manrique a la municipalidad de Cipolletti.
En 1971, fue alquilada por el municipio y en 1972 se instaló allí el Museo Provincial Carlos Ameghino. Ese mismo año, tras la creación de la Universidad Nacional de Comahue se destinó parte del predio a la misma a la Facultad de Ciencias de la Educación, por convenio entre la Municipalidad de Cipolletti y el gobierno de Río Negro.
Declarada, en 1984, monumento histórico provincial; y en 2017, junto con el parque que la circunda, Bien Histórico Arquitectónico Nacional, la Casa Peuser pasó a ser propiedad definitiva de la UNC en 1988 y, hasta 1991 albergó la biblioteca de la Facultad de Ciencias de la Educación. Actualmente, se encuentra en proceso de restauración, en primera instancia, de sus techos. Un proyecto de la Facultad de Ciencias de la Educación en conjunto con el Cupacip impulsa la restauración definitiva de la casa y del parque aledaño original; y su inclusión en el campus universitario de la ciudad para actividades académicas y culturales.
A comienzos de la década del 10 del siglo pasado, Cipolletti era pueblo naciente hecho de un puñado de casas habitadas por no más de 800 personas y era tan reciente que ni siquiera se llamaba Cipolletti. A comienzos de la década del 10 del siglo pasado, Cipolletti aún se llamaba Colonia Lucinda y un señor elegante de familia acomodada porteña se bajaba del tren veinte cuadras antes de la estación.
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