Un imponente mausoleo en Neuquén y el recuerdo del hombre que tuvo ocho gestiones municipales
La figura de Miguel Mango se recuerda en la ciudad gracias al panteón que sigue en pie en el Cementerio Central, declarado de interés histórico en 2003. ¿Quién fue y cómo era la ciudad en los tiempos en que la condujo?
Un tierno querubín custodia la entrada, con sus manos juntas, como rezando. Imponente, detrás suyo, se mantiene el último descanso de Miguel Mango, quien estuvo ocho veces a cargo de la conducción de Neuquén Capital, tanto como comisionado como presidente del Consejo Municipal. Pisó por última vez la tierra de la Confluencia hace 88 años, el 12 de Noviembre de 1934, cuando todo estaba por hacerse. Tenía 60 años, cuatro años después de su última gestión.
De paredes blancas, ornamentado con sobrias columnas y el símbolo de una flor sobre la puerta, el panteón de su familia se destaca a la izquierda del sendero principal del Cementerio Central, a pocos metros del ingreso. Es el único que tiene cúpula. Fue declarado de interés histórico en 2003 por Ordenanza 9593, medida recordada en el Código de Edificación, durante la gestión de Horacio Quiroga.
El predio donde descansa Mango data de 1906 y fue producto de sus propias gestiones. Había sido el deseo del exgobernador Carlos Bouquet Roldán instalarlo lejos de la población: “allá arriba lejos, sobre aquella colina, hemos resuelto que los que aquí mueran suban a la tumba, así quedamos bien nosotros junto al agua y ellos cerca del sol”, recuerdan que dijo. Sin embargo los años pasaron y ese espacio quedó en el centro de la ciudad.
Cuatro escalones de mármol elevan el ingreso al panteón, con su identidad grabada en el último peldaño: “Familia de Mango”. Bonaerense de origen, este hombre llegó a liderar el Consejo Municipal en 1914, pero ya se encontraba en el poder desde 1906. Era uno de los vecinos elegidos para concejales, junto a Joaquín Portela, José M. Pérez y Domingo Mazzoni, bajo la presidencia de Pedro Linares. Y muchos lo recuerdan por haber ofrecido su casa (actual Diagonal Alvear 59) para las primeras reuniones de las autoridades, una de las soluciones hasta que fue construido el emblemático Chateau gris, demolido a metros del actual Monumento a San Martín.
Eran años de mucho movimiento para darle forma al traslado de la capital, desde Chos Malal a la unión de los ríos Limay y Neuquén. Allí existía apenas un caserío que de pronto pasó a tener mil habitantes, entusiasmados con el cambio y la circulación del tren. En ese escenario, un decreto del Poder Ejecutivo Nacional gestionado por Bouquet Roldán, en diciembre de 1905, fue el paso necesario para terminar de constituir el gobierno municipal, según sostuvo la historiadora Beatriz Chávez.
Obras y gestión
Con los años, publicó la Revista “Más Neuquén”, Mango fue pasando por la conducción cuando hizo falta (incluso por algunos meses) ya sea por elección entre los vecinos destacados, por designación de los demás concejales o por orden de más arriba, el Gobierno territorial. Faltaba mucho aún para el modelo de comicios que se aplica hoy en día.
Pocas fotos circulan aún para recordarlo, pero la difundida por el Archivo Histórico local lo expone con claridad, de mirada fuerte y expresión seria, lejos de las sonrisas de campaña de este tiempo. Entre sus obras se encuentran la ampliación de la planta urbana, el alumbrado público, la red de agua corriente, los canales de riego y obras de forestación.
Fue militante de la Unión Vecinal, comerciante (Hotel Confluencia), abastecedor de carne, transportista y hasta masón, parte de la logia Obreros Luz del Neuquén N°95, tal como afirmaron los historiadores Francisco N. Juárez y Ricardo Koon.
Villalongas y carruajes
Una de las primeras ordenanzas que firmó, para regular la circulación de los vehículos de la época, habla de un Neuquén que cuesta imaginar. “Carritos, jardineras, villalongas, de cuatro ruedas y dos caballos, solo podrán cargar mil kilos”, establecía.
Los rodados “destinados a la conducción de estiércol o cualquier materia sucia” tenían prohibido derramar la carga en el trayecto. Y los carruajes de alquiler, similares a los taxis, no podían llevar ni cadáveres ni pacientes afectados por enfermedades contagiosas, “bajo pena de 15 pesos de multa por la primera vez y 20 por cada reincidencia”.
Finalmente, los jinetes no podían “transitar al galope en el radio urbano con excepción de los agentes de policía o empleados públicos en servicio”.
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