Un chalet en la Ruta 151, testigo del inicio de la fruticultura en el Valle
El edificio histórico de la Facultad de Agronomía, en Cinco Saltos, tiene 99 años de historia. Variedades de pera y manzana que desaparecieron, ‘curas’ con tracción a sangre y otros detalles integraban esta época de pioneros. ¡No te pierdas las fotos históricas!
Mucho se escribió sobre el vínculo entre Cinco Saltos y el origen de la fruticultura en la región. Colonia La Picasa, llamado así antes de que construyeran el Dique Ballester y sus escalones de agua la rebautizaran. Mucho se difundió sobre la chacra experimental financiada por Ferrocarriles del Sud, cuyos profesionales trabajaron con la misión de encontrar las mejores formas de cultivar, para cosechar manzanas y peras dignas de exportación. Y mucho se dijo de cómo esa Estación pasó a ser sede de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCo. ¿Pero qué se sabe del chalet que fue testigo de semejante proceso ligado a la tierra, durante tantos años?
El Consejo Directivo de la sede universitaria lo declaró como sitio de interés histórico, al igual que el Concejo Deliberante local y la propia Legislatura de la provincia. Un incendio en 2013 y un temporal en 2014 afectaron al predio que lo cobija y tuvieron que declarar la emergencia edilicia para salvarlo del deterioro por el paso del tiempo. A pesar de todos los contratiempos, el chalet original sigue firme detrás de inmensos árboles, a la vera de la Ruta 151, a tres kilómetros del ejido urbano.
Si bien la mayoría de los datos sobre la “Chacra Experimental” ubican sus inicios en el año 1918, el edificio con techo a dos aguas, con molduras en sus esquinas al estilo inglés, se terminó de construir para el año 1924, según publicó el sitio local cincosaltos.info. Junto a la sede para la labor científica “se instaló el molino de viento marca Agar Cross & Co. Ltd., y se erigió una torre que alberga el tanque de agua con un ‘alpende’ [cobertizo] contiguo. Además, se edificaron oficinas para el personal y se hizo una cancha de tenis”, agregaron. Para todo eso se asignó un presupuesto de 3.500 libras esterlinas.
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Desde allí y para todo el Valle se estudiaron las mejores maneras de cultivar esa tierra semidesértica, que empezaba a recibir el riego. Asesoraron a los primeros pobladores, devenidos en productores, que habían puesto todo el esfuerzo y el capital en preparar el suelo. Aún a costa de vivir en ranchos, hasta que pudieran armar su casa de adobe.
En función de los resultados iniciales, solicitaron la importación de plantas frutales de Australia, a través de un contacto en Buenos Aires. Y propusieron la instalación de un vivero, desde donde poder proveer a los chacareros, a precio de costo, detalló el libro “Colonia La Picasa (1914 – 2014)”, del ingeniero agrónomo Federico Witkowski. Al financiar todo esto, Ferrocarriles del Sud apuntaba a ampliar la superficie cultivada, porque el traslado en tren de más y mejores cosechas significaba movimiento y ganancias aseguradas.
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Ese vivero ponderó variedades de manzanos, algunas vigentes, otras no tanto: Delicious, Jonathan, Rome Beauty, King David, StaymanWinesap, Yellow Newton Pippin, Glengyle Red y Winter Banana, entre otras. Y entre las variedades de perales, se encontraban: Willam’s Von Chrettien –de gran éxito en su momento en el Valle–, Packam’sTriumph, PasseCrassane, D’Aremberg, Winter Nellis, Beurred’Anjou, FlemishBeauty, etc.
Juan Barcia Trelles, ingeniero agrónomo oriundo de España fue el primer titular de ese flamante proyecto y con el tiempo, su nombre fue elegido para distinguir al chalet que hoy nos convoca en este rescate. Su vínculo con la empresa británica había comenzado en 1908 y tras ceder la conducción, tuvo una importante participación en la sociedad local.
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Gracias al trabajo de concientización de Barcia Trelles, su equipo y sus sucesores, la década del ‘30 se vivió entre plantaciones de unas 200 plantas por hectárea, con conducción libre [sin espaldera], que llegaban a alcanzar los cinco metros de altura y requerían de un tiempo más prolongado para entrar en producción que las actuales, unos siete años. La cosecha se podía hacer en varios días sin tanto aceleramiento como el actual”, explicó Rodolfo Rodríguez, en una entrevista de archivo, para RÍO NEGRO. Desde 1928 ‘curaban’ con pulverización vía tracción a sangre, con manguera. Los productos que se usaban eran sulfato de nicotina y arseniato de plomo, ambos inorgánicos.
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Los años transcurrieron y el predio pasó a formar parte del INTA, hasta que la creación de la Facultad de Ciencias Agrarias, en la Universidad Provincial del Neuquén, buscó el acuerdo para usarla de sede, con el aporte académico de los profesionales del Instituto Agropecuario. Con el nacimiento de la UNCo, se logró el panorama tal como se lo conoce actualmente, en el que este chalet funciona como espacio administrativo, casi 100 años después.
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