Santo Tomás: una escuela incansable en tiempos de De Nevares, maestros rurales y alumnos a caballo

A medio camino sobre la Ruta Provincial 47, antes de llegar a la zona urbanizada, un desvío lleva directo a donde funcionó el primer colegio local. Ya nada queda de su edificio de adobe, pero lo que no se pudo borrar aún vive en la memoria de sus protagonistas.

“Cuando llegamos a la escuela, la gente se empezó a enterar y comenzaron a mandar a los niños, pero siempre dudaban, porque los maestros iban una semana y se iban, entonces no podían creer que hubiera gente permanente por años”. La experiencia la relató en primera persona Enrique Gilardi, porteño, que fue director y maestro en la Escuela 44 de Santo Tomás, Neuquén. Junto a su esposa María Emilia Fernández vivieron allí entre los años 1959 y 1973. Es posible escuchar de nuevo su voz gracias al archivo digital de la Base de Historia de las Escuelas Primarias de Neuquén. Los 88 años que tenía al momento de la charla grabada, con su hijo Hugo, no impidieron que volviera en el tiempo a ese paraje que los enamoró.

Un amigo profesor los había convencido de ir. “Me llevó un comisario en su jeep hasta Piedra del Águila y desde allí tenía que ir hasta Santo Tomás. Nadie me quería acercar porque los caminos eran malísimos, así que finalmente conseguí un caballo en el que pude viajar. Gracias al vecino Carlos Zingoni no nos faltaba el kerosene. Todo funcionaba con kerosene”, señaló el docente, que aún vive en San Martín de los Andes.

Si se presta atención, en el campo existen señales que marcan dónde viven o vivieron sus pobladores. Al margen de los carteles para el desvío necesario, una vez que estás allí, abrís los ojos y te das cuenta de que el tendido eléctrico, las huellas de los animales y un grupo de álamos a lo lejos, también indican que algo hay. Una estancia o por qué no, lo que queda de una escuela desaparecida. RÍO NEGRO pudo recorrerla durante el fin de semana de la Fiesta del Agua Mineral, a mediados de Marzo.

Foto: Melina Ortiz Campos.

Empezaron con 20 alumnos y terminaron con 90


Escuchando la anécdota de Gilardi, se confirma lo que ya describían informes del Ministerio de Educación en las primeras décadas del siglo XX. Las escuelas no eran instituciones estables y muchas veces debían cambiar de lugar o estar cerradas, por serios problemas edilicios, falta de chicos o de maestros que se animaran a vivir en una zona alejada y desprovista de todo. Mantener una continuidad era muy complejo, pero que los vecinos no supieran ni leer ni escribir, era peor, para ellos y para el futuro de la comunidad.

“Empezamos con unos 19 o 20 alumnos, pero al quedarnos y afincarnos, terminamos con 90”, contó el maestro rural.

Funcionaban de 9 a 14 horas, “pero como los chicos venían de muy lejos había que darles un buen desayuno, porque pobrecitos, la mayoría lo hacían caminando»…

«Los más pudientes, disponían de algún caballo medio ‘viejardo’, donde subían dos o tres, para no andar tantos kilómetros”, agregó.

Otro recuerdo con visitas al colegio: el paso del gobernador de Neuquén, Felipe Sapag, en 1965. Foto: Álbum Familia Gilardi, cedido a a la Base de Historia de las Escuelas Primarias de Neuquén.

Tres aulas y la habitación de los maestros


Leonel Poblete fue estudiante allí, antes de la llegada de Enrique y María Emilia. Ahora ya tiene 86 años, pero cuando tenía 13, pasó por las aulas de aquella casa de adobe con techo frágil que supo ser la Escuela 44. Fue él quien guió a este medio para llegar a la tranquera atada con alambre que hoy custodia al lugar. “El maestro que teníamos se llamaba Juan Máximo Domínguez”, recuerda con una envidiable claridad en su memoria: “Yo estuve en ‘el Águila’ [Piedra del Águila] primero, me trajo para acá mi abuela. Veníamos con un primo hermano, Rafael, que ya falleció, y Rosmira, que está en Zapala”.

Según su descripción, la escuelita tenía tres aulas y la habitación de los maestros, acondicionada con cocina y un dormitorio.

“Para el 25 de Mayo se hacía la fiesta de cierre de las clases, que se abrían después recién en septiembre, eso del 15”,

explicó Leonel. Esquivaban los meses de crudo invierno, donde las familias salían lo justo y necesario.

A sus compañeros logró identificarlos por los apellidos: “Vázquez, Segundo, Araneda, Poblete, Acuña, Andrada, Jara, Vidal, Encina, Caser, Vinet… eran como 80 o 70 pibes”, dice y agrega entre risas: “Los viejos de antes eran más ‘herejes’ [desvergonzados], el que no tenía 8 o 9 hijos, con cuatro o cinco familias llenabas la escuela”.

M. Emilia Fernández, docente de la Escuela Nº44 de Santo Tomás. Falleció en el año 2000 – Foto: Álbum Familia Gilardi, cedido a a la Base de Historia de las Escuelas Primarias de Neuquén.

Lo triste es que de esa construcción ya no queda nada. Apenas una canilla asoma entre la vegetación del suelo. En 2025 hubiera cumplido 100 años de su habilitación. “El piso era de tierra y cuando los chicos movían los pies o caminaban se formaba una cortina de polvo que parecía niebla, por eso había que tirar agua en el piso. Los baños eran letrinas que estaban lejos de la casa”, siguió contando Gilardi en el audio de archivo. “Para lavar las cosas de la casa, tomé un banco de madera, le hice un agujero en la parte de arriba y le puse un balde debajo. Y realicé una cañería con latas de conservas que usábamos, tenía las herramientas porque había trabajado como ayudante de chapista y soldadura. De esa forma evitábamos salir a lavar afuera, porque había muchos días de frío intenso”, reconoció.

Fue Leonel Poblete quien guió a este medio para llegar a la tranquera atada con alambre que hoy custodia al lugar. Foto: Melina Ortiz Campos.

Donado por el comerciante árabe Severino Afioni en 1925, el colegio tuvo delante del primer pizarrón a docentes como Anselmo Dionisio (1933), Omar Arno Franchi (1936), Joaquin Toledo Morel (1936) y María Ernestina Eremita (1944). Detalles tan minuciosos como estos, disponibles después de tanto tiempo, hablan de la importancia de cuidar y nutrir los archivos. El valioso aporte de Giselle Jensen, desde Centro de Documentación e Información Educativa y Biblioteca anexa, fue posible gracias a esa dedicación.

Lo que perdura actualmente es un segundo edificio, también abandonado y desmantelado, tras la clausura en Febrero de 1990. La Resolución N° 0161 del CPE planteaba que la inscripción era de sólo cinco alumnos y que en acta firmada por los padres, los mismos admitían ser incorporados a la Escuela Primaria N° 249”, que ya funcionaba en la zona urbanizada, a unos kilómetros de allí. Un tanque de reserva, el molino y una bomba de agua “Wuelfel” quedaron como testigos de lo que fue.

Foto: Melina Ortiz Campos.
Lo que perdura actualmente de la Escuela 44 es un segundo edificio, también abandonado y desmantelado, tras la clausura en Febrero de 1990. Foto: Melina Ortiz Campos.

La visita de Don Jaime de Nevares


Don Jaime comenzó a hilvanar pueblos y ciudades en la primera visita pastoral como nuevo Obispo”, cuenta el libro “Del Barrio Norte a la Patagonia”, del sacerdote Juan San Sebastián, presente en la biblioteca virtual Neuteca. Después de la designación en 1961, Juan Gregui (párroco en Neuquén capital), lo ayudaba a organizar el itinerario. Recorría distancias enormes en un vehículo Kaiser Carabela, que le había provisto la Gobernación, con Héctor García como chofer. Cuando los caminos lo impedían, se movía a caballo.

«El más chiquito soy yo y el otro es mi hermano», recuerda Hugo, hijo de este matrimonio docente, que también estudió en la Escuela 44 – Foto: Álbum Familia Gilardi, cedido a a la Base de Historia de las Escuelas Primarias de Neuquén.

En ese proceso llegó a Santo Tomás. Así lo contó en cartas a su madre, Isabel Casares: “El Viernes por la mañana, temprano, a Santo Tomás, unas 8 leguas, una estancia que da nombre a la zona. Misa en una enramada con mucha concurrencia venida de puestos y chacritas, vergeles en las laderas desiertas, donde brota el manantial. En la misma enramada, sucesivamente, confirmaciones, bautismos, asado, un remate de dos pollos a beneficio de otra capilla, allí, por el Padre Barreto, que hizo descostillar de risa al más huraño. Llegada de unos políticos en gira electoral, bendición del solar de la próxima capilla”, sigue el registro epistolar.

Y aquí viene el contacto que De Nevares tuvo con Enrique y María Emilia: “Visita a la escuelita; maestros: un joven matrimonio porteño, brazo derecho del Padre. Llegaron a una ‘tapera’, porque eso era la escuela abandonada hace 3 años. Puertas sin goznes, chapas voladas, etc. Él aprendió a hacer de todo, los vecinos (1 o 2 leguas) se prendaron de su espíritu y sacrificio, los ayudaron. Él prometió a ella que en vacaciones le haría piso firme en las habitaciones, pero un día, a fuerza de barrer, apareció algo duro: el piso. Con pala, como en Pompeya, lo descubrieron”, concluyó la anécdota. Sin querer, se había encontrado con estos protagonistas, que volvieron a salir del recuerdo, más de 50 años después.

Enrique y María Emilia, años más tarde – Álbum Familia Gilardi, cedido a a la Base de Historia de las Escuelas Primarias de Neuquén.

Estado actual del edificio de la Escuela 44


Agradecimientos:

– A Leonel Poblete y Miriam, que con su sugerencia y memoria dieron origen a este rescate.

– A Giselle Jensen, a cargo de la Base de Historia de las Escuelas Primarias de Neuquén, Centro de Documentación e Información Educativa y Biblioteca anexa, Consejo Provincial de Educación.

– A Isidro Belver y su biblioteca virtual, Neuteca.

– A Marcos, Ernesto y Emma.


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