La Patagonia me mata: El monstruo Elëngasëm
Algunos dicen que su forma es la de un gran animal extraño, cubierto de enorme cáscara, muy gruesa. Otros que se caracteriza por tener cara humana y talla gigantesca. Otros, que vive en una cueva adornada con pinturas. Viejas creencias que vienen del fondo de los tiempos y que aún persisten.
Elëngasëm es una de las entidades más temibles del panteón tehuelche, especialmente del pueblo “Gününa Këna”. Según expresan los investigadores, en esto hay coincidencias, “se aparece como un ente temible, contrapuesto a los poderes celestiales. Es el autor del viento en los cañadones y del arte parietal. Su gigantismo aparece acreditado por la adjudicación a su cuerpo de los huesos petrificados, por lo general aún envueltos en la “carne” (la ganga tobácea), que aparecen sembrados por toda la Patagonia. Diversos elementos sugieren su incorporación a algunas de las categorías de espíritus que pueblan el mundo de las ceremonias de iniciación, tribal o secreta”.
“Puede inferirse, pues, sin mucho riesgo, que en las ceremonias Gününa Këna, el espíritu de Elëngasëm estuvo también íntimamente relacionado con las placas grabadas, hachas ceremoniales, y otros objetos de función mágico-religiosa”.
Este mito también fue conocido por las parcialidades mapuches asociado a las voces Kollón, Chel y Elel. La primera está relacionada con los conceptos de máscara y disfraz y rozan el mito a que nos referimos.
El perito Francisco P. Moreno escribe que “Tienen varias leyendas y supersticiones, entre ellas la del Elëngasëm, animal con cáscara, parecido, según sus descripciones, al Glyptodón, una de cuyas cuevas visité, y que según ellos roban mujeres. Dicen que no era un animal de esa especie, sino un hombre de elevada estatura que gritaba muy fuerte, soplando de tal manera que siempre había tormenta alrededor de su vivienda. Quién se aventuraba a pasar cerca de él, caía seguramente en sus manos y era inmediatamente muerto por el monstruo. Para evitar su encuentro, habían hecho un camino muy dificultoso, practicando un desvío de una legua sobre la colina, pero ahora se atreven a pasar por delante de la cueva, la que se ha desmoronado en gran parte. No es más que una excavación en la arenisca, debida probablemente a desagregamiento natural de la roca”. Indudablemente se refiere a la misteriosa cueva de poderes del gran Bajo del Gualicho, famosa por el salamanquero Bernabé Lucero.
“En esas proximidades – agrega Moreno – visité una pequeña excavación natural en la barranca, que más caverna era lo que se ha llamado “abrigo”, vivió allí el Elëngasëm, gran animal extraño, cubierto de enorme cáscara, muy gruesa, parecida a la de los armadillos actuales, un gliptodonte probablemente, el que robaba mujeres, y que tenía, según algunos, cara humana, y según otros, era un hombre de talla gigantesca, cubierta la espalda de una coraza, por lo que sólo podía herírsele en el viento. Prorrumpía en fuertes gritos, soplando de tal manera, que el ventarrón reinaba continuamente alrededor de su casa. Algunos, sin embargo, aseguraban que el animal no era dañino y no detenía a nadie, aunque al anochecer, tiraba piedras a quienes se aproximaban demasiado a su guarida”.
Por su parte Lehman Nitsche sobre este mito apuntó los siguientes datos: “Dicen que era un animal muy grande, de cuero muy duro como cáscara. ¡Quién sabe dónde habrá vivido, son cuentos de los antiguos! Pero afirman que supo vivir en su casa de Hualichu. Según una de mis informantes “es una vieja que vive en una cueva adornada con pinturas y que anda haciendo ruido con las piedra que recubren su espalda. Y también me contaron que “se trata de un espíritu malo que se roba a los chicos”. Este testimonio es muy recurrente y de afirma que su forma queda esculpida en la ladera de los cerros.
Según Tomasa Collhueque, una anciana mapuche, esta entidad “es parte del diablo, camina de noche forrado con piedra de “karwe”, pero adentro gente”.
José María Cual, informante tehuelche septentrional muy versado, contaba que “en el paraje rionegrino de Mencué, por allí se perdió una criatura que lloraba, y que se llevó el Elëngasëm al hombro. La madre echó a la criatura del toldo porque lloraba. Cuando sintió que no lloraba más la fue a buscar y no la encontró; después la halló hecha tosca (Karwé); una figura de un hombre con un chico al hombro, era muy alto y parece que piche le convidó a la criatura”.
Viejos rituales y creencias que vienen del fondo de los tiempos y que aún conviven con el hombre “normal”. Nada nuevo bajo el sol, porque los seres humanos al decir del escritor peruano Manuel Scorza “viajan del mito a la realidad y viceversa”.
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