Juan Sánchez: mucho más que el escultor del Cristo en Roca y Ceferino en Chimpay
Son quizás sus dos obras más populares, las que más se visitaron a causa de la fe. Sin embargo su trabajo y su historia fueron más amplios, tocando a otras ciudades de Río Negro y también el exterior. ¡No te pierdas las fotos históricas!
Autodidacta, Juan hizo en su carrera artística lo que le tocó hacer en otras tantas áreas de su vida: ingeniárselas. La huida de la guerra civil en España, el arribo a la Argentina, superar la pobreza en Buenos Aires, llegar al Valle y seguir consiguiendo el sustento para terminar de traer a toda su familia a este país. Quizás por eso, a este nacido en 1920 el dinero no le generaba ansiedad. Dicen que “rico no es el que más tiene sino el que menos necesita”. Tampoco se ruborizó ejerciendo como albañil, agricultor, torero, embalador, “bailaor”, repostero y fotógrafo, entre otros oficios. Ya venía de trabajar en las minas en Avignon, Francia. Navarredonda era su lugar de origen, en Sevilla.
En esa historia, el talento para dibujar venía con él desde chico, pero recién a los 50 años empezó a dedicarse al tallado en madera. Su padre Tomás había sido carpintero y a diferencia de otros de su generación, que a esa edad ya buscaban la estabilidad, él se animó a probar con algo más.
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Dos de sus seres queridos, Marilú Villarruel y Julio Hernández, compartieron con Diario RÍO NEGRO sus recuerdos y el archivo de fotos reveladas, recortes y folletos que recolectó la familia y que hoy ellos custodian. Ahí quedó a la vista la gran cantidad de obras que generó, igual de realistas que el Cristo de la catedral de Roca o la imagen de Ceferino en Chimpay, sus trabajos más conocidos, pero con el extra de la expresividad: estremece verlas, al punto de olvidar que nacieron de uno o varios trozos de madera. Olivo, nogal y raulí.
Los temas que trabajó mostraron el interés que le generó la obra de José Hernández, el “Martín Fierro”, y las comunidades originarias. También le dedicó una serie de esculturas a los bailarines del Teatro Colón fallecidos en la tragedia de 1971, hecho que derivó en la elección del 10 de octubre como el Día de la Danza. Y como no podía ser de otra manera, algo que lo marcó tanto como la dictadura de Francisco Franco quedó inmortalizado en el dolor y el recogimiento de sus figuras humanas, que penaban la muerte de sus allegados o el pánico ante los ataques armados.
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La fotografía y el dibujo habían hecho de Juan un curioso observador, capaz de reproducir los atributos y líneas de cada personaje con sensible fidelidad. «… y el cincel se hizo arte/ desgarrando la entraña del nogal… / Entonces… fue un milagro/ el dolor de su España./ Y el asombro,/ la muerte,/ la impotencia,/ el martirio,/ el ignorado llanto de la tierra,/ se resumió en un grito sin sonido/ que se hizo tronco en Paula», decían los versos que hilvanó María Cristina Casadei para el folleto de la muestra Aniversario, en 1992, a un año de la muerte del artista. Paula había sido prima de Juan y había perdido a varios familiares en el conflicto. Él mismo debió escapar con nombre falso de su país para no tener que servir en el frente.
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La ciudad de Roca tuvo a Sánchez como vecino desde 1948, hasta que se instaló cerca de la esquina de Tucumán y Misiones. Donde él estaba era punto de encuentro y celebración para muchos exponentes de la cultura local. Y su taller itinerante vio surgir esculturas a pedido, desde el homenaje a Juan Manuel de Rosas, para Bariloche; al Pionero y el trabajador, para Villa Regina, otras imágenes religiosas, para Bahía Blanca y Tres Arroyos provincia de Buenos Aires, junto a otras para Estados Unidos. Ese país lo tuvo dos años allí, difundiendo su trabajo y enseñando. Y la “Perla del Valle” lo vio dando clases en la casona donde hoy funciona el Museo “Felipe Bonoli”.
Tenía dos hijos y 71 años cuando falleció a causa de una afección pulmonar. En una exposición en Sevilla, en enero de 1979, mucho antes de ser elegido para bautizar al Museo de Bellas Artes que hoy funciona en la Terminal, este artista ya hablaba de su amor por esta tierra: “A ese gran pueblo que sabe recibirte, diciéndote que si precisas una mano, él tiene dos. A ese gran Pueblo argentino que me permitió y me obligó a hacer entre ellos desde la escultura hasta hijos. Con cualquier medio que cuente, por más pobre que sea, yo le diré a ese gran Pueblo que lo quiero como al mío; y no le doy las gracias porque entre hermanos no suena bien».
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El Cristo Crucificado de la Catedral de Roca
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Ceferino para Chimpay
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