Fortín Primera División: el patio trasero que alguna vez fue campo de batalla
Construido en 1879 durante la etapa final de la Campaña al Desierto, la edificación que supo albergar a parte de la tropa al mando del general Roca, forma parte del paisaje cotidiano de cientos de personas que circulan por la rotonda cipoleña que une las rutas nacionales 22 y 151.
Cada tanto, porque no siempre, nos animábamos y cruzábamos hasta el fortín. Así, sin mayúsculas ni más denominaciones que esa palabra que despertaba en nosotros imaginarias aventuras.
Para quienes crecimos en “el Prieto”, ese barrio de Cipolletti que da espalda con espalda con la Terminal de Colectivos, el fortín era nuestro patio trasero al que solíamos ir de vez en cuando para imaginar aventuras que, al menos por un rato, no tuvieran que ver con una pelota de fútbol.
Pero, ¿qué era ese lugar con esa torre, para nosotros altísima, hecha de troncos enclenques y que, tiempo después, supimos que se llamaba mangrullo y que servía para mirar a lo lejos? Porque, sí, alguna vez, alguien se subió hasta lo más alto. Pero, ¿cuándo y para qué alguien se subiría hasta allí sin caerse? Éramos unos niños, por cierto.
Todo pareció suceder siempre a su alrededor quizás por así haya sido: Cipolletti aún no existía -faltaban varios para eso sucediera- y el fortín ya estaba allí. O cerca de allí, pero estaba.
El Fortín -ahora sí con mayúscula- tuvo tres nombres antes de su definitiva denominación: fue Confluencia, Limay y Neuquén, todos ellos a lo largo de un puñado de años, hasta ser finalmente el Fortín Primera División, porque era parte de la avanzada de la primera de las cinco divisiones que llevaron a cabo la tristemente célebre Campaña del Desierto liderada por el general Julio Argentino Roca.
El fortín se construyó en junio de 1879 por tropas del ejército como parte de la estrategia militar, pero también como anticipo de futuros establecimientos poblacionales y el consiguiente desarrollo económico de la región. Tuvo tres emplazamientos antes del actual y definitivo.
Incendiado al poco tiempo de ser construido, fue reconstruido para alojar a la Primera División del Ejército Expedicionario del Río Negro. De ahí su nombre definitivo.
El fortín estaba emplazado a unos 500 metros del Paso Fotheringham sobre el río Neuquén, unos pocos kilómetros antes de la confluencia con el río Limay. Fue allí donde sucedió lo que se denominó “el combate del Fortín Primera División”, ocurrido en la mañana del 16 de enero de 1882.
En ese momento, el fortín estaba habitado por unos treinta soldados al mando del capitán Juan José Gómez , quien había llegado unos pocos días antes, el 31 de diciembre de 1881.
Esa fresca mañana de enero, mientras algunos milicos hacían tareas de rutina como buscar caballos que habían quedado pastando a orillas del río Neuquén o supervisar el área de La Picasa (hoy Cinco Saltos) por si había malones. Y sí, había malones, no en la zona de La Picasa, pero había. Unos cuantos cientos de guerreros de las tribus de Namuncurá, Reuquecurá y Ñancucheo, con la colaboración de indios neuquinos y araucanos de Chile, habían planeado un audaz asalto al pequeño edificio construido con piedras y palos, según cuenta el periodista Mario Cipitelli en una muy recomendable crónica publicada en el sitio masneuquen.com.
El capitán Gómez, que había aprovechado esa linda mañana de verano para, él también, recorrer la zona. En eso estaba cuando los disparos de fusiles y el sonar del clarín le advirtieron que el ataque contra el fortín había comenzado. El capitán Gómez emprendió al galope el regreso, pero se dio cuenta que estaba en una situación complicada: debía atravesar la línea de ataque. Lo hizo, pero sufrió consecuencias: un corte en una de sus piernas luego de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con dos indios.
El ataque al fortín dejó como saldo cuatro soldados muertos y decenas de milicos heridos. Los atacantes, en cambio, sufrieron casi 30 bajas, aunque lograron llevarse uno 50 caballos y, sobre todo, debilitar la posición militar del fortín. En su parte de guerra que escribió Gómez le escribió al coronel Villegas comentó los pormenores de la batalla y lamentó haber perdido a cuatro soldados y a toda la caballada: “Puedo asegurar al señor coronel que si los indios consiguieron arrebatarme parte de los caballos que estaban en el corral, no fue por culpa mía, ni por descuido o negligencia. Y si después de retirarse no los perseguí fue debido al estado de la tropa. Apenas disponía de diez hombres en estado de moverse”.
Casi 150 años después, el Fortín Primera División sigue allí. Propios y extraños lo cuentan como parte del paisaje de ese extremo del Alto Valle. Declarado monumento histórico el 26 de diciembre de 1943 y restaurado por primera vez en 1967, donde quizás haya tomado la forma tal como la conocemos hoy, fue rescatado varias veces del abandono. Hoy, el Fortín Primera División, epicentro de sangrientas batallas; escenografía de aventuras infantiles, es apenas el refugio de un cuidador.
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