Fortín Belisle: el emblema de Valle Medio no tiene quien lo restaure
Como sello local, muchos grupos llevan su nombre, aunque el acceso es restringido y no se lo respeta como Monumento Histórico. Reseñas y descendientes del coronel lo desempolvaron. ¡Mirá las fotos antiguas!
1700 metros cuadrados de edificación duermen en el letargo del tiempo, que parece haberse detenido allá en 1888, cuando terminaron de construirlos. El pueblo y la región lo conocen como “Fortín”, pero originalmente fue pensado por su dueño como el casco de la Estancia “San Pablo”, una de las tres que armó el coronel cordobés, Pablo Campero Belisle, asentado en la isla Pacheco al finalizar la Campaña al Desierto. Bajo ese techo vivió con su esposa Cruz Álvarez y sus tres hijos. También lo acompañaron unos 20 subalternos, que pasaron del campo de batalla en el Regimiento 3 de Caballería a trabajar esas tierras, para hacerlas productivas.
En 1979, 91 años después, los registros lo seguían considerando como el edificio en pie más antiguo de esa región, levantado cuando ni siquiera se habían tendido los rieles para el ferrocarril. Por eso, vecinos como Carlos Homann intentaron con el tiempo, apelar a la época en que sus ocupantes lo habitaron, en el verano de 1888, para establecer la fecha del aniversario local, como primer antecedente del pueblo, hito fundacional. Sin embargo, las autoridades terminaron eligiendo la apertura de la Estación de tren como referencia, ocurrida 25 años después, el 12 de diciembre de 1913.
“De haber concedido el pedido, este año Belisle celebraría 135 años de existencia”,
explicó el vecino y exconcejal, en diálogo con diario RÍO NEGRO.
El Libro del Centenario de Choele Choel caracteriza al Fortín Belisle con sus almenas y paredes de ladrillos cocidos, que presentan, “un poco más arriba de los cimientos, la mezcla de argamasa (arena, cal y agua)”, para luego continuar asentados simplemente en barro. Una escalera caracol, puertas macizas con postigos, rejas y balcones de hierro forjado completaron el proyecto de estilo europeo, con detalles ornamentales, piedra laja, ojivas, techos artesonados de madera y yeso, jardines y portones labrados. Los materiales que le dieron origen fueron traídos de lejos, hasta ese sector junto a un brazo ciego del río. Han sobrevivido hasta el día de hoy, a pesar del abandono.
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Según publicaciones al respecto, compartidas por el Museo de Choele Choel, Belisle dedicó este espacio a la cría de caballos de raza, con sementales importados, preparados para la Remonta del Ejército. Eran mantenidos en las caballerizas aledañas al caserón. También pastaban allí vacas y ovejas, en tierras abastecidas con agua extraída con bombas y distribuida por canales de riego, “un verdadero anticipo de todo lo que vendría después en los valles”, se indicó. Lamentablemente, la crecida de 1899, que arrasó con todo a su paso hasta Viedma, barrió con muchos de esos adelantos.
En una carta al excomisionado local, Edmundo Espeche, Félix Belisle, el hijo del coronel, contó que su padre sobrevivió a lo ocurrido refugiándose en el primer piso del Fortín, mientras que los peones hicieron lo propio en terraplenes. El agua mató a más de 800 yeguas y se llevó seis leguas de alambrado, junto a tranqueras de mil kilos, según contabilizaron. Entre los visitantes que recibieron en esos años, el hombre recordó, paradójicamente, al general Julio Argentino Roca y al cacique Manuel Namuncurá, de quien Pablo había logrado la sumisión, junto a su gente, unos años antes.
Siguiendo la genealogía del combatiente en la Guerra del Paraguay, gracias a Liliana Zacarías, del Museo choelense, se pudo dar con Carlos y Vanesa Belisle, descendientes suyos, hoy radicados en Buenos Aires.
“Es mi tatarabuelo”,
dijo ella ante la consulta de este medio.
A diferencia de Carlos, su tío, que visitó el Fortín en 1998, Vanesa aún no pudo recorrerlo, pero dijo haber visto fotos y videos. Reconoció la pena que le genera el mal estado en el que se encuentra, aunque la familia ya no tenga vínculo con la propiedad. Es que luego de la muerte del pionero, el 3 de julio de 1906, sus herederos, Ermelinda, Ernestina y Félix cedieron el uso de los bienes. Para ese entonces, Belisle había vuelto a casarse, con Constancia Roqué, después de enviudar. Militar desde los 15 años, algunos contemporáneos lo recordaron por ser “bueno y recto”, otros lo acusaron de ser hostil todavía con los indígenas que trató, en los años de vida agrícola. Aquel entorno delegó la actividad de la estancia a manos de arrendatarios hasta que fue vendida para pagar deudas, explicaron.
Hoy la empresa frutícola Kleppe es la que figura como titular de la “casa fortificada” y la que la resguarda celosamente, como parte de su propiedad privada, aunque sin realizar ningún tipo de mejora. Sólo lo recorren con interés histórico algunos turistas, cineastas, fotógrafos y hasta youtubers, pero con el municipio como intermediario para solicitar autorización.
El reclamo por su acceso libre y restauración, ya que fue designado como Monumento Histórico Nacional en 2007 (Ley 26296) ha llegado incluso hasta la justicia, sin lograr apoyo, recordó Homann. En el camino quedaron los múltiples intentos de expropiación desde la década del ‘70 a la actualidad.
“Queremos tener nuestra referencia histórica como Chimpay tiene a Ceferino y Darwin al Museo Ferroviario, para que les quede a los más jóvenes”,
volvió a insistir el vecino.
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