El Bolsón sumó a su paisaje una cabina coqueta que atrapa a mochileros y turistas
El artefacto pintoresco cumple una función social solidaria y atrae para sacarse una selfie.
Su destino parecía cantado: basural o depósito. Estuvo arrumbada en un baldío de Jacobacci, la rescataron, le añadieron brillo londinense y hoy luce en el centro de El Bolsón para intercambiar libros sin costo.
La antigua cabina de la empresa Telefónica se transformó en una mini biblioteca comunitaria gratuita.
Turistas, mochileros y vecinos la eligen para llevarse algún libro de sus estantes y dejar otros que ya leyeron.
En las vacaciones de verano el tiempo se estira, parece que rinde más y la lectura se convierte en una buena compañera, de allí a que el intercambio de libros crezca como una necesidad.
Pero más allá del rol social y solidario, la pintoresca biblioteca le dio un nuevo atractivo al paisaje bolsonero.
Después del cerro Piltriquitron y de las esculturas en madera de la Plaza Pagano, la vieja cabina es la que más fotos se lleva de los turistas.
Mucho tiene que ver su estratégica ubicación en la ciudad cabecera de la comarca andina, frente a la Plaza Pagano, ubicada en la esquina cultural, con la biblioteca Sarmiento y la pista de tangos bien cerquita.
La voz de Nadia, su creadora
“Pese a que el mundo digital lo inunda todo, la gente siempre pone un par de libros en el bolso cuando viaja, y acá, en la cabina literaria, tiene una oportunidad para intercambiarlos”, explicó a Río Negro Nadia Aguirrezabala, docente de inglés y francés y autora de la original iniciativa.
Su idea nació hace unos años atrás, mientras vivía en Jacobacci y tenía su instituto de inglés. La cabina iba perfecto con el lugar.
Un amigo de Telefónica de Bariloche le paso el dato de una que estaba abandonada en Jacobacci. Fue y se la trajo a su casa con un flete.
Carpintera y milonguera
Nadia sabe de carpintería. “Los muebles que tengo en casa me los hice yo en su mayoría. Tengo las herramientas para trabajarlo y ésta no iba a ser la excepción”, aclara.
A la vieja estructura de metal le fue ensamblando la piezas de fibrobacil. Claro que antes la limpió a fondo con una hidrolavadora para quitarle suciedad y el óxido.
Luego fue el turno para el cartel Telephone, que ubicó arriba con la tipografía inglesa.
La cabina fue tomando forma y en las tareas ayudaron familiares y amigos. Su papá le dio la gran pintada roja con aerosol.
Luego Nadia se traslado a El Bolsón con cabina y todo, pero ahora con el proyecto de la biblioteca comunitaria en mente.
La iniciativa prendió y recibió apoyo del municipio y del secundario donde da clases de inglés.
Con los libros a mano
Su objetivo fue crear una biblioteca que esté abierta para aquellos que no pueden acceder a un libro, ya que hoy los precios están por las nubes.
La cabina literaria funciona de día y cierra de noche desde diciembre del año pasado. Nadia se enorgullece porque está reluciente como el primer día. “No le falta nada, no la vandalizaron y solo le pegaron unos stikers. Se rompieron unos vidrios pero fue por el viento”, aclara.
El proyecto para su instalación fue articulado con los chicos del secundario N° 30. Hicieron un concurso para elegir quiénes la decoraban. Y el mensaje con dibujos fue de tono ecologista. Flores y árboles que sostienen el planeta tierra.
Me llama mucho la atención que en el mundo digital de hoy, la gente siga eligiendo libros y los cargue en sus mochilas para viajar. En esta cabina tienen su espacio para intercambiarlos gratis»
Nadia Aguirrezabala
En paralelo, Aguirrezabala también desarrolla otras tareas, enseña a bailar el tango y se dio otro gran gusto: creó una milonga «bien pulenta» en la ciudad andina.
La anécdota con el señor curioso
Nadia no se olvida del día en que montaron la biblioteca. Estaba poniendo los estantes y se le acercó un señor curioso a preguntar de qué se trataba “esta cabina tan pintoresca”. Le explicó que era un proyecto de biblioteca comunitaria de la escuela y que funcionaría durante el día.
Mientras la escuchaba, el hombre mostró asombro por las características del proyecto y cuando la docente terminó le dijo: “La persona que tuvo la idea se debe sentir orgullosa”. Nadia le contestó que ese era el sentimiento que vivía y lo invitó a la inauguración que se haría al día siguiente. El hombre la volvió a felicitar y le dijo: “Nos vemos mañana querida, te voy a traer unos libros para que pongas en la biblioteca”.
La profesora de inglés no se cruza de brazos y ahora quiere replicar su iniciativa: “Hay que conseguir más cabinas para que Río Negro se llene de estas bibliotecas comunitarias”.
Al cuidado de la gente
La cabina biblioteca es una iniciativa que prendió en El Bolsón, como antes lo había hecho en Ingeniero Jacobacci, y ahora el cuidado está en manos de la gente.
Nadia lo explica así. “Me lo han dicho muchos y un montón de veces: ´Se van a robar los libros, tengan cuidado porque los van a romper´. Entiendo que son cosas que pueden pasar -argumenta la docente- pero si no lo intentamos, nunca vamos a saber si una iniciativa puede prosperar”.
La profesora de inglés siempre anda rodeada de libros y los lleva en su auto. Son los que le regalan amigas, docentes y gente que se entusiasmó con la iniciativa.
Cuando junta varios, pasa a dejarlos en la biblioteca. “No hay nada más lindos que ver como los libros van y vuelven, que la gente los usa y se enriquece con ellos”, dice con un entusiasmo que contagia.
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