Del Club Unión al Club de Tango: Aldo Babaglio y una vida dedicada a construir comunidad

Sin querer, con años de diferencia, en el mes de Julio coincidieron momentos de gloria para dos instituciones muy importantes en Allen. En ambas, este dirigente y comerciante hizo historia junto a sus vecinos. ¡No te pierdas las fotos históricas! 

“Yo a Allen le debo todo, lo quiero muchísimo”, dijo Aldo a sus 94 años. Foto: Florencia Salto.

–  “Buenas tardes Aldo, ¿cómo estás? Necesito cambiarle la pila a este reloj, por favor”. Así empezaba una charla cualquiera, mostrador mediante, en “Estrella azul”, la joyería y relojería que funcionó en Allen hasta el año 2000. Babaglio caminaba unos pasos e ingresaba a su taller, detrás de una vitrina y volvía al rato con el reloj andando y con algo más. Siempre pensando en las instituciones donde participaba, buscaba la manera de que sus clientes de confianza lo ayudaran cada tanto a resolver objetivos dentro de la comisión y recaudar fondos a beneficio. Desde algún trabajo profesional ad honorem hasta comprarle rifas. Y ellos lo respaldaban, porque veían su compromiso y entendían la importancia. Memorioso, recuerda Lidia Campos, empleada del local, Babaglio siempre devolvía alguna atención, otro favor, una cena, un detalle, en agradecimiento por la gentileza. 

Dos de esos espacios por los que anduvo este viedmense de barrio Mitre, estuvieron de aniversario esta semana: el Club Unión Alem Progresista, creado en 1934, donde Aldo fue presidente en la década del ‘70; y el Club de Tango, semillero de campeones mundiales que fundaron en mayo del 1993, pero que en julio se presentó en sociedad.

“¿Se pueden lograr las cosas sin tener contactos?”, le preguntamos a este dirigente y comerciante que recibe a diario RÍO NEGRO en su local de calle Alcorta y San Luis, en Neuquén. La respuesta es “No”. Pero no desde la soberbia ni mucho menos, sino desde la sabiduría que da la experiencia. Para hacer los sueños realidad hacen falta buenos contactos y si no existen, al menos la creatividad para conseguirlos y conservarlos.

“Cuando hay honestidad, no hay mejor dirigente que el que más recauda. Por nuestras manos pasaron millones, pero jamás nos quedamos con un peso”,

dijo contundente. 

Cuando Babaglio llegó a Allen, en 1957, quizás ni se imaginó todo lo que generaría a su alrededor, pero ya traía la ‘chispa’ necesaria dentro suyo. Tenía 24 años y había crecido con la estricta formación de su padre Gregorio, un guardiacárcel. Sin embargo, de él terminó heredando el gusto por el teatro y los recitados en público. Sabía de la vida deportiva por su participación en el club San Martín. Y ya conocía el entusiasmo de los emprendimientos propios, después de asociarse con otro amigo para instalar un kiosco, con 19 años. Todo después de haber perdido a su madre Mercedes, a los 17

El recuerdo de Babaglio y su paso por Radio LU5.

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Con tantas situaciones en la valija, se animó a probar nuevos rumbos. La idea era llegar a Neuquén, pero el viento que azotaba a la pequeña ciudad de aquel entonces, lo hizo desistir. Quizás desilusionado, aceptó la invitación a un asado en Allen y allí algo lo impactó: el reloj marcó las 7 de tarde y una sirena aguda, inundando la tranquilidad del pueblo, activó la salida de los trabajadores de la Fábrica “Bagliani”, dedicada a las conservas, hoy desaparecida. Ver esa caravana de hombres y mujeres en bicicleta, tan distinta a los sujetos de traje que circulaban en la gobernación de Viedma, lo dejó asombrado.

“No lo podía creer, me entusiasmaron para que me quede… la verdad fue un acierto”,

contó.

A falta de donde alojarse, se hospedó en una pensión donde casualmente comían los jugadores del Club Unión (Roberto Suárez, “Patón” Rivero, entre otros). Charla va, charla viene, supieron de un concurso de talentos en LU 5 y le pidieron a Aldo que participe, representando al CUAP. No solamente ganó usando su talento para los recitados, sino que eso lo conectó a la institución de allí en más. Llegaría a la presidencia en 1970.

Para hablar de esos años, Babaglio pone sobre la mesa su archivo personal. En fotos prolijamente guardadas en un álbum, muestra ‘algo’ de lo mucho que atesora. Lo que ilustra apenas tantas anécdotas que le brotan, con los que viven y los que ya no. Los que apoyaron y los que pusieron trabas, porque no todo fueron rosas. Eso y el libro que Unión mandó a publicar para sus Bodas de Oro, en 1984.

Foto: Florencia Salto.

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La llegada de Aldo a Allen y al club se dio en los años en que la cancha aún se encontraba en la cuadra comprendida entre las calles San Martín (ex Alsina), Aristóbulo del Valle, Italia y Don Bosco (ex Buenos Aires).

Ese predio, que supo pertenecer a “Juventud Progresista”, integrante de la fusión con “Leandro Alem” de donde surgió el CUAP, llegó a contar con un edificio de dos plantas, baños, confitería, espacio para reuniones de comisión y alojamiento del cuidador. Los partidos se disfrutaban desde una tribuna de madera y además de fútbol había espacio para patinaje, tenis y básquet. La sede social funcionaba a un par de cuadras, donde supo estar el Bar “Rincón”, en Alem y San Martín. Estuvo allí desde 1961 hasta febrero de 1973, cuando se vendió. 

Foto: Museo Allen.

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El ciclismo fue una de las tantas disciplinas de Unión. Babaglio con Ossés y Freire en 1965. Foto: Aldo Babaglio.

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Foto: Libro 50 años del CUAP.

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La comisión directiva del CUAP en 1972 – Foto: Archivo Aldo Babaglio.

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En la década del ‘60, un pedido de aporte económico a la Legislatura permitió modernizar. El gobierno nacional venía a cargo del radicalismo intransigente, de la mano de Arturo Frondizi, mientras que Río Negro hacía poco había comenzado a funcionar como provincia con Edgardo Castello, también de la UCRI, como gobernador. En recuerdo de esos años de tratativas ante el Estado, Babaglio guarda la carta con membrete y firma que el jefe de Estado supo enviarle personalmente.

Gracias a esas gestiones y a la venta del terreno de “Juventud Progresista” se empezó a proyectar lo que hoy rodea a “La mejor del Valle”, en la otra punta de Allen, entre las calles Belgrano, Salta, Mariani y Almirante Brown. Con cartas, viajes, pedidos de reuniones, subsidios y apoyo de profesionales y empresas de la zona, pudieron hacer realidad las canchas de fútbol, bochas, el gimnasio, la pileta, vestuarios, cantina y cabina para transmisiones.

Foto: Archivo Aldo Babaglio.

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Filomena Ferroni, una de las hinchas más apasionadas por el CUAP – Foto: Archivo Aldo Babaglio.

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La foto del 8 de julio de 1972 registró a Babaglio como presidente del club, colocando la piedra fundamental junto al intendente Rodolfo Ducás. Todo para alcanzar los 2200 metros cubiertos, construídos por etapas: 11 años después seguían habilitando nuevos avances en el predio.

Y así, Babaglio de ser un recién llegado en 1957 pasó a coordinar una de las obras deportivas más grandes en la ciudad, 15 años después. “Ejerció la presidencia por dos períodos que tienen grata recordación (…) mucha gente se fue acercando a trabajar en el club, contagiándose de ese espíritu tan particular de Babaglio”, le reconocieron en el libro de los 50 años del CUAP.

La entidad deportiva ofrecía las disciplinas de básquet, fútbol, tenis, ciclismo, ajedrez, rugby, voley, bochas, hasta teatro y folclore. Inolvidable fue el viaje que se logró, junto a las inferiores (“Los Maguitos”) a Buenos Aires, donde jugaron en el Monumental, en el marco del Campeonato Argentino Infantil.

De la cancha a la música


De esos años de trabajo colectivo, Aldo aprendió sobre el empuje que pueden lograr las comisiones, sobre todo desde los más chicos y sus padres, que ponen tanto entusiasmo y esfuerzo para acompañarlos. Con eso en algún rincón, pasaron los años, creciendo con la joyería y sumándose a varias entidades más, junto a sus tres hijos y su esposa Gloria Pérez, dedicada a la docencia que también participó en la vida institucional.

Hasta que una charla después de una peña de tango, estilo que siempre le había gustado, le hizo tomar conciencia de la brecha que se había formado con las nuevas generaciones. “Al volver de ese evento, con un amigo más joven, le pregunté ‘¿qué te pareció la fiesta?’, a lo que me respondió que se había sentido ‘como analfabeto en una universidad’, porque los ‘sabiondos’ habían tomado exámen a los presentes sobre ‘¿qué tango es ese?’, ‘¿quién es el autor?’, ‘¿quién lo canta?’”, recordó Babaglio. Apenado, buscó crear un espacio donde todos pudieran participar.

En ese primer proceso, que derivó en el galardonado Club de Tango de Allen en 1993, todo estaba pensado no sólo para enseñar danza, sino también para conocer de la música y su historia, con exponentes en vivo traídos especialmente. La orquesta típica con músicos adolescentes, dirigida por el bandoneonista Efraín Scheinfeld, llegó convocada para esta nueva etapa y luego siguió acompañándolos porque el beneficio y el disfrute era mutuo. Tocaron el cielo cuando lograron traer desde Tokio a “Che Tango”, formación a cargo del violinista Takeo Hattori, en una noche a sala llena en la Secretaría de Fruticultura, sobre Ruta 22.

En la foto, el recuerdo de Sergio Pecoretti, Atilio Ramos, Avalis, Aldo Babaglio, María Aburto, Margarita Stagnari, Mario Pereyra, Héctor Doorish, Ditina Panero, Francisco Cabo y Basaúl (agachados), entre otros.

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También lo integraron Carlos Bellegia, Elida Vechetti, Beatriz Sierra, Graciela Blanco, Mercedes García, Rosa Acosta, Ana Rúa, Rosa Leal, Abel Palacios, Ramón Bocaz, Miguel Llanquinao, Juan Mancini, Nélida Pistagnesi y Gloria Pérez.

La orquesta típica con músicos adolescentes, dirigida por el bandoneonista Efraín Scheinfeld. Foto: Archivo Aldo Babaglio.

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Foto: Archivo Babaglio

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Recuerdo del show de Che Tango en Allen – Archivo Babaglio.

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El ambiente de la milonga venía de una época de esplendor, acompañada a nivel nacional por el programa de televisión “Grandes Valores del Tango”, que se emitió hasta 1992. Y en la región, los seguían de cerca con espacios de radio y eventos a lo largo del Valle.

El conductor Silvio Soldán, los cantantes María Graña y Enrique Dumas, el poeta Alberto Mosquera Montaña, muchos de ellos pasaron por Allen. Gerardo del Brío es quien guarda las fotos de su abuelo, Atilio Ramos, uno de los tantos que acompañaron a Babaglio en el nuevo sueño que los entusiasmaba.

“Mi abuelo era bastante conservador en cuanto al baile de salón y del tango, con etiqueta y formalidad. Cuando alguna pareja en un festival hacía una pirueta demasiado ampulosa se sentía incómodo”, recordó el allense. 

Así y todo, se animaron a incluir a los jóvenes. Y valió la pena. El campeón mundial de tango, Germán Ballejo, contó desde Tel Aviv, Israel, que arrancó en el Club en el ‘93, con apenas 8 años, cuando se ensayaba en la Asociación Italiana. Babaglio le entregó el diploma al cumplir su primer año. “Ensayábamos dos veces a la semana, después de la escuela a la tarde (…) Eran apasionados, armaron un grupo de baile y dio muy buenos frutos… la idea era decirle a todos que el tango existía ahí en el Valle y sobre todo en Allen”, señaló. Participaron más de 30 parejas, primero a cargo del profesor Juan Carlos Coria y después de Fabiana Vidarte y Ricardo Bolívar. 

“Luego seguimos en la Estación del Ferrocarril y donde hoy está el Anfiteatro hacíamos enormes ‘polladas’ para juntar fondos (…) era hermoso, de los mejores años que hemos vivido”, agregó Germán. Con el tiempo, tanto él como sus docentes y sus compañeros Sebastián Bolívar y Cintia Palacios, todos se consagraron campeones mundiales en Buenos Aires. Fabiana y Ricardo, de hecho, inauguraron la categoría Senior con el máximo reconocimiento, a 30 años de enseñar en Allen. También se lucieron Juan Carlos Olave, que hoy dirige su academia en Mendoza; Valeria y Damian Vallejos, que junto a Ramiro Rosales están haciendo lo propio en Misiones, además de los que se quedaron en la región multiplicando lo que aprendieron, como Andrea Benegas, Nicolás Bocaz y Alexis Borocci.

Del lado de la subcomisión de padres, Graciela Blanco se emocionó al pensar en lo que fue acompañar a sus hijos, todo por amor al tango. Los viajes, los premios, los eventos, los intercambios municipales con Chile. “Después Don Aldo nos pidió hacernos cargo del Club, fue allí que Carlos Bellegia siguió en la presidencia”, dijo. Corría el año 1997. “Carlos fue el campeón de todo”, destacó Ballejo. Con él y su equipo, la idea de Babaglio se terminó de consagrar.

“Yo a Allen le debo todo, lo quiero muchísimo”, cerró Aldo la charla. A sus 94 años, sólo se reprocha el tiempo que le quitó a su familia al vivir la pasión por el club, las instituciones y los proyectos. Pero habla de esas hazañas y le brillan los ojos. Si no fuera por la edad, quizás, ante la charla con algún conocido, propondría: “¿Y si armamos una comisión?”.

Bellegia debajo del bandoneón, junto a Babaglio y Blanco, de pollera a cuadros, junto a los integrantes de la Subcomisión de padres de 1996 – Foto: Archivo Aldo Babaglio.

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Foto: Archivo Graciela Blanco.

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Foto: Archivo Lidia Campos.

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Foto: Archivo Graciela Blanco.

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El compartir de las familias del Club de Tango en la Estación de Tren de Allen – Foto: Archivo Aldo Babaglio.
El profesor Juan Carlos Coria junto a los bailarines Alexis Borocci y Carla Milla – Foto: Archivo Aldo Babaglio.
Los profesores de la segunda etapa: Fabiana Vidarte y Ricardo Bolívar. Foto: Facebook.

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