La Patagonia, un destino de explotación sexual
Lo asegura un informe de una organización internacional sobre migraciones en el país.
La región patagónica es considerada como uno de los destinos más importantes para la esclavización y explotación sexual de mujeres, mientras que la zona norte del país aparece como lugar de «reclutamiento» de las jóvenes víctimas, que en la mayoría de los casos, son engañadas con promesas de falsos y lucrativos puestos de trabajo. Así surge de un informe aportado por voceros de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en Argentina, que lucha contra la trata de personas.
Si bien en la Argentina el organismo no tiene cifras exactas de lo que ocurre en el país, se estima que «entre 800.000 y 2 millones de mujeres y niños fueron víctimas de trata en el 2002 en todo el mundo».
La OIM considera que la trata de personas «es un proceso de coacción y explotación que se inicia con el reclutamiento de la persona en su lugar de origen» y que luego «continúa con la explotación en los lugares de tránsito y de destino».
Para este organismo «pobreza, falta de empleo, discriminación de género, crisis humanitarias, conflictos bélicos, desastres naturales son algunas de las causas que hacen vulnerables a ciertos sectores de la población».
Las agencias de noticias dieron cuenta ayer que unas 50 jujeñas de entre 14 y 19 años desaparecieron de sus hogares en los últimos cuatro meses y algunas fueron halladas en la costa patagónica, donde eran obligadas a ejercer la prostitución.
Las denuncias fueron formuladas por familiares de las adolescentes desde el 20 de setiembre último hasta ayer, y la aparición de algunas en los prostíbulos sureños ocurrió en los últimos días, según datos recogidos por fuentes judiciales, de Gendarmería y policiales. Una de ellas fue localizada en Comodoro Rivadavia, sometida a un régimen de esclavitud, golpeada, privada de su libertad y obligada a ejercer la prostitución.
El año pasado fue desbaratada en Choele Choel una banda que se dedicaba a esclavizar sexualmente a mujeres extranjeras
Para atraer a sus víctimas, los tratantes de blancas publican avisos en los diarios de Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Chaco, con el clásico «gancho» de «necesito empleada doméstica para el sur a 2.000 pesos por mes, llamar al celular… no cabina». Las jóvenes establecen contacto y acuerdan un trabajo bien remunerado y con condiciones aceptables, en alguna ciudad patagónica, tras lo cual deben trasladarse, en general, a Comodoro Rivadavia, donde la espera el empleador.
Según lo relatado por una de las víctimas, al llegar a esa ciudad, dos hombres las identifican y las conducen a un local, les retienen los documentos y las someten a feroces golpizas. Una vez privadas de la libertad no las alimentan y, cuando están totalmente quebradas, casi todas aceptan mantener relaciones sexuales para seguir viviendo. La OIM comenzó su actuación en Argentina cuando se conocieron los primeros casos de trata de mujeres dominicanas.
Al igual que hoy ocurre con sus pares del norte de este país, «fueron engañadas y traídas a la Argentina con permisos falsos de trabajo y luego explotadas en la prostitución. Se estima que entr 1.998 y el 2000 ingresaron al país unas 3.500 dominicanas».
Según los voceros de la OIM no hay estadísticas precisas, «y sólo se conocen los datos de mujeres dominicanas y un estudio realizado en Paraguay, donde se detectaron «cerca de 500 casos de mujeres que habían sido tratadas desde aquel país, de las cuales el 62 por ciento fueron trasladadas a la Argentina». «Alrededor de un centenar de mujeres que pasaron por ese proceso, se acercaron a las oficinas de la OIM entre los años 2000-2003», apuntaron los informantes. (Télam)
«Prisioneras» en Choele, un antecedente
El 23 de noviembre del año pasado, diecisiete jóvenes extranjeras que vivían en pésimas condiciones de hacinamiento e higiene, varias de las cuales eran obligadas a ejercer la prostitución, fueron liberadas por efectivos de la Federal durante un allanamiento realizado en un local nocturno de Choele Choel llamado «Las Vegas».
La mayoría de las jóvenes eran de nacionalidad brasileña y paraguaya, aunque en el grupo también había una chica dominicana. En el caso de las paraguayas, habían ingresado al país con la promesa de un trabajo que les permitiera ayudar a sus familias. En todos los casos se les indicó que trabajarían como personal de limpieza en domicilios particulares, aunque al llegar a Choele Choel se encontraron con una realidad muy distinta. Las chicas explotadas como prostitutas vivían en pésimas condiciones de higiene y en lugares reducidos.
También se supo que tenían «libertad ambulatoria». Es decir que no les prohibían salir del local nocturno durante el día. De todos modos, poco podían hacer para escapar de ese calvario, ya que en primer lugar no les daban todo el dinero que ganaban. Sólo unos pocos pesos, pero lo suficientemente escasos como para no correr riesgos de que compraran un pasaje, tomen un colectivo y escaparan de la ciudad.
En segundo lugar, y como para asegurarse aún más que no lo harían, les retenían sus documentos de identidad, y de esa forma les imposibilitaban cualquier paso por un control policial. Las mujeres estuvieron «prisioneras» en esas condiciones entre una semana y dos meses.
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