La nieta de Doña Petrona: “Mi abuela tuvo cabeza de avanzada”

Fue la gran emprendedora del siglo XX. Aún así su vigencia sigue intacta. Habla Marcela Massut.

Marcela Massut en el museo donde se honra la memoria de Doña Petrona.

Marcela Massut es la nieta de Doña Petrona. Hace algunos días fue lanzado por Editorial Planeta “El libro de las 1000 recetas” de su abuela.

Con un material fotográfico exclusivo, archivo inédito proveniente de la familia y un rejunte de información exclusiva vio la luz por estos días una obra maestra de la gastronomía argentina.

El libro de Doña Petrona C. De Gandulfo se editó por primera vez en 1934, es un clásico de clasicos, está traducido a 8 idiomas y tiene un récord de ventas que alcanza a los 3 millones de ejemplares en todo el mundo. Se ubica como tercer libro más vendido detrás de la Biblia, y el Martín Fierro.

Doña Petrona tenía un don de educar impresionante. el tono santiagueño en la capital llamaba la atención, sumado a su capacidad de trabajo la hizo una comunicadora espectacular.

Entrevistamos a Marcela junto a Gabriel Ferreras en una charla que fue desde los inicios hasta las costumbres y desde Juanita hasta los placeres cotidianos.

¿Será la edición definitiva?

-Es un poco la definitiva por el trabajo que se ha hecho. Se trabajó con lectores profesionales que son personas que observan el tiempo de las palabras y el formato del libro en el contexto del idioma. Toda la fotografías que hay fueron un poco recopilar todo lo que tengo yo de la abuela y las fotografías que tomamos como ejemplos. Porque nos preguntamos qué libro hacemos como definitivo y a pedido de tanta gente y familias que siempre tenían uno solo. Nos fijamos en el que más contenido y ventas tuvo y fue el de la edición 49. Así que entre la edición 46 y 49 se ha recopilado este libro que hoy está en la calle.Estamos trabajando en otros libros, pero ya no más en este, creo que ya está, aquí están todas las recetas de Petrona.

¿Cómo son las expectativas de venta?

-Aquí con la familia montamos un museo, el museo de Doña Petrona, juntamos toda las cosas que teníamos de mi abuela, hasta la mesa del comedor y la llevamos al museo y la gente va con pedazos de libro que ha heredado, pensamos en esa gente y en renovarles el material, las expectativas se traducen en el amor de la gente hacía la abuela y su cocina.

¿Cómo recordás desde la gastronomía a tu abuela y qué es lo que más te gustaba que te cocinara?

-La casa de mi abuela nunca fue una casa muy normal, la de mis otros abuelos era tranquila, nos alternamos los fines de semana con los paternos y los maternos. En la casa de mi abuela Petrona (casa paterna) los viernes se llenaba de gente, el sábado por ahí había gente de un canal o de empresas, o invitados de algún medio y el domingo eran todos los amigos de mi abuela que eran doce matrimonios que iban a almorzar, jugaban a la canasta las señoras, al truco los señores. Tomaban su vermut a la tarde y luego se iban. Esos eran los fines de semana en lo de mi abuela, nunca estaba la casa vacía.

En la casa de mi abuela había 6 juegos de vajilla, veinte manteles, cinco juegos diferentes de copas, altas. Ya desde ese lugar cada uno que venía era agasajado particularmente. Si era asado eran manteles oscuros con flores, cada mesa se servía particularmente para la gente o la comida que habia ese día. Siempre había detalles, cortaba camelias de su planta para que se armara un centro de mesa, habían servilletas de tela y de papel, porque con la de tela si te tenías que limpiar alguna mancha no salia. Siempre había algún detalle para agasajar. Hoy perdimos un poco eso.

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¿Cómo era la relación con Juanita?

-A Juanita se la presentó a mi abuela un médico de la familia. Se ve que eran amigos de la familia de Juanita. Mi abuela ya estaba en la casa de Olivos después del año 40. Mi abuela empezó la televisión con ella como ayudante. La que mandaba en la casa de mi abuela era Juanita. Mi papá era el hijo de mi abuela Petrona y Juanita era como la hija mujer de Petrona. Mi hermano y yo pedíamos de ir a lo de mi abuela los días de semana después del colegio con amigos a estudiar o terminar un trabajo y Juanita nos preparaba todo, preguntaba cuántos éramos y amasaba, preparaba galletitas, alfajores, era una mesa de té increíble. Lo hacía en una hora. Nos agasajaba todo el tiempo. Tostadas, panqueques recién hechos, scons. El permiso era de ella, nunca de mi abuela porque no estaba. Trabajaba mucho afuera. Mi abuelo era el gerente de la casa detrás de todos los caprichos de Petrona.

¿Qué sentís vos cómo mujer y como nieta de la ruptura que hizo tu abuela culturalmente en el país en la primera mitad del siglo XX?

-Mi abuela amaba a la mujer en el sentido de la ayuda. La mujer estaba puesta en una cocina y relegada a esa situación en el contexto. Piensen que mi abuela salió de una escuela de cocina en el año 21 donde le enseñaron a cocinar en las primeras cocinas a gas y ellas no eran cocineras porque iban a empezar a cocinar, ellas eran vendedoras de esas cocinas a gas. Pensá de donde venían o a dónde se dirigían. Eran 10 o 12 mujeres preparadas por maestros ingleses y apuntaban a lugares de la alta sociedad que tenía el poder adquisitivo para comprar esas cocinas, aparte porque la red de gas era el inicio de la extensión de la red a domicilio. Las casas tenían electricidad en alguna buena situación o tenían leña. Mi otra abuela tenía leña, toda su vida a leña. La cabeza de mi abuela creo que fue de avanzada, tener que entrenar a esas señoras, primero a las cocineras de la alta sociedad y después a esas cocineras que fueron las jefas de hogar de otros lugares. Luego esas señoras la siguieron a mi abuela.

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Pero desde un lado absolutamente cuidadoso y femenino del hogar, no por cuidar al macho, la mujer era la cuidadora de ese hogar, era la que daba y cuidaba a la familia desde la comida. mi abuela era una figura terriblemente fuerte pero cuando estaba mi abuelo, pasaba a segundo plano. Mi abuela le hacía listas infernales de cosas que mi abuelo le tenía que conseguir y salía a la calle y nos íbamos hasta el Abasto a conseguir cosas para mi abuela para la televisión, pasábamos por el mercado de Belgrano, por el bajo de San Isidro, porque necesitábamos especias, esencias o flores para el plato del viernes.

Mi abuelo aparecía desde un lugar con mucha presencia de organizador. Los autos que se compraban tenían que tener un baúl que permitiese llevar los canastos con las cosas de mi abuela, sino entraban esos canastos el auto no se compraba.

-¿Qué le daba placer a tu abuela en lo cotidiano?

-Toda la vida, todos los días tomó un dedo de whisky con un hielo, 11 de la mañana en la oficina o en la casa y picaba algo. Le gustaban los vinos tintos muy fuertes si ella servía vino y las mujeres de la mesa tomaban ese vino y alguien osaba poner agua o soda, se le transformaba la cara y muchas veces dejaba de invitarlos. Mi abuela transformó la comunicación y la gastronomía en Argentina


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