La misteriosa torre medieval de Bariloche

La obra del genial arquitecto Bustillo alimenta todo tipo de mitos. La familia Pereda se la compró hace 71 años y aun la conserva. ¿Casa de huéspedes o puesto de vigilancia?

Sobre una roca que cae en picada al lago, de espaldas a la mirada de los curiosos, frente a la inmensidad del Nahuel Huapi, se esconde el secreto mejor guardado de Alejandro Bustillo, el arquitecto argentino que diseñó y construyó edificios emblemáticos en todo el país. Una torre de estilo sarraceno en la península San Pedro, de tres plantas, con un mirador que parece el remate de un fuerte medieval, lleva 80 años alimentando mitos en Bariloche, más cercanos al nazismo que a los duendes.


La semana pasada, un equipo periodístico de Río Negro se convirtió en el primero en recorrer sus apilados ambientes unidos por una escalera caracol de piedra que lleva hasta un mirador, en un viaje a otra época, en la que se confunde la fundación del Bariloche moderno y turístico con la España mora.


Sobre la Torre Sarracena o Torre Bustillo no había hasta ahora demasiada información y, ya se sabe, sobre el campo fértil de la ignorancia suele crecer el pasto de las explicaciones conspirativas.

Torre Sarracena (Antu-malal) construida por Alejandro Bustillo, en la Península San Pedro, a unos 20 km del centro de Bariloche. Foto: Marcelo Martinez


Para los que sostienen que los intereses alemanes hicieron pie en Bariloche (y en otros lugares del país) antes de la llegada de Hitler al poder y que, tras la derrota en la Segunda Guerra, fueron clave en la llegada (documentada e innegable) de criminales nazis a nuestro país, la existencia de la torre de la península San Pedro se explica como punto de vigilancia estratégico del tránsito lacustre: desde Bariloche ninguna embarcación podría dirigirse a Villa La Angostura ni a Puerto Blest (paso a Chile) sin ser divisado desde el mirador de la construcción.

Río Negro pudo reconstruir parte de la historia a partir de los documentos y los datos aportados por los actuales dueños de la torre.


La torre es contemporánea al hotel Llao Llao, que se inauguró en 1939. La hizo Alejandro Bustillo (el hermano de Exequiel, el entonces y por muchos años presidente de Parques Nacionales) para él mismo, frente a una casa típica de su arquitectura en Bariloche, con mucha madera. El final de obra es de 1940.


¿Para qué hizo semejante construcción? Para su estudio y como casa de huéspedes, es la explicación que dio. Buena parte de estas cosas se saben porque, en vida, Bustillo donó todo su archivo a su colega, mucho más joven que él, Marta Levisman, creadora de la Asociación Civil para el Archivo de Arquitectura Contemporánea Argentina. Esos papeles (planos, escritos) y algunas imágenes forman parte del patrimonio de la Universidad Torcuato Di Tella.


Bustillo era dueño además de buena parte de esa punta, en el oeste de la península, que mira al norte. Hacia 1947 decidió lotear lo que llamó Villa Antumalal. Y el terreno mayor, el de la torre, lo compró Jorge Pereda, un criador de toros cuyo padre Celedonio había conocido Villa La Angostura en la década del 20, antes de que los Bustillo conocieran la Patagonia.

Bariloche 01/12/19 Torre Sarracena (Antu-malal) construida por Alejandro Bustillo, en la Península San Pedro, a unos 20 km del centro de Bariloche. Foto: Marcelo Martinez


En el libro de visitas está el hito: un Bustillo de puño y letra nombra a Pereda y su hermano Horacio como “los nuevos y felices propietarios” y cierra con la fecha, 10 de enero de 1948.



Bariloche nazi

¿Era una construcción nazi? El actual propietario, descendiente directo de Jorge Pereda, dijo que de los usos que le dieron antes de 1948 él no puede hablar, aunque “en el libro de visitas no hay muchos apellidos alemanes”. Y aclara: “a partir de 1948 no hay ninguna relación con los nazis”.

El testimonio lo dio bajo la promesa de no publicar su nombre para resguardar la privacidad de una familia que sigue usando Antumalal como segunda residencia.

Una de las versiones que queda ahora refutada es la que indica que el Ejército se quedó con esa propiedad después de la Segunda Guerra. Algo parecido dijeron de las ruinas de Villa Tacul, también en Bariloche: un búnker nazi destruido por los militares argentinos, que en realidad había sido un hotel que nunca se habilitó.


La casa fue ampliada según el criterio que el propio Bustilllo dejó establecido en sus escritos. El ala original tiene cosas propias de la época, como dos enormes habitaciones, cada una con su estufa a leña (tipo rusa) y su baño: una para varones y otra para mujeres.

Bariloche 01/12/19 Una de las habitaciones de la Torre Sarracena (Antu-malal) construida por Alejandro Bustillo, en la Península San Pedro, a unos 20 km del centro de Bariloche. Foto: Marcelo Martinez


El conjunto de edificios fue proyectado en una zona donde el peñón que baja hacia el lago parece interrumpido por una pradera; a continuación la roca vuelve a aflorar, rumbo a la costa.


En una de las puntas que forma una bahía está el Cristo de madera tallado por el propio Bustillo. Y en la bahía misma, resguardado de los vientos del oeste, el embarcadero y el muelle, que, a modo de escollera, fue tallado sobre la piedra.


Toda esta información no es suficiente para desalentar mitos, pero se transforma en una primera aproximación para conocer algunos datos que son irrefutables. Los huecos en la historia no siempre son sencillos de llenar.


Una escalera al cielo y
a buena parte de la historia

Cada escalón de la escalera de la Torre Bustillo es igual al siguiente. La tenue luz de una ventana vertical permite no tropezarse en la piedra negra de la construcción, pero hace falta la iluminación a electricidad para terminar el recorrido sin accidentes.


La escalera lleva finalmente a un mirador, pero también transporta a otros tiempos: el de la Europa medieval influenciada por la cultura árabe y el del “despertar de Bariloche”, como definió Exequiel Bustillo a la década de 1930, que, aunque esplendorosa en esta zona, fue “infame” en el país.
En la planta baja estaba el estudio de Alejandro Bustillo: piso de piedra, un enorme hogar, una especie de vestidor y una cocina.


La escalerita conduce a un primer piso, que también tiene un ambiente principal, a modo de habitación, con un baño y un placard. Las ventanas, con postigos tallados a mano por el arquitecto, con herrajes tan fuertes como pesados, permiten ver en varias direcciones.
En el segundo piso está la suite. La escalera desemboca en un balcón esquinado que mira al sudeste al cabo del cual se entra el ambiente, que tiene reservado un espacio para la cama matrimonial. Hay un baño y un vestidor.


Un segundo balcón mira al sur.
De vuelta a la escalera, el último paso es el mirador: el centro protegido por vidrios y los bordes a la intemperie.


Tiene, efectivamente, una visión única de Bariloche, el nacimiento del río Limay, y las vías lacustres hacia Villa La Angostura y Puerto Blest.
Se domina además la visión de los cerros, lo más cercanos, como el Campanario, y otros más lejanos como el López.
Un escudo familiar del siglo 17, original de León, España, de donde son los Bustillo, está incrustado en la entrada de la torre.


Esta joya escondida de la arquitectura argentina tiene otro valor: es aún la casa de huéspedes de los descendientes de Jorge Pereda.


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