“La matemática también es una ciencia para las mujeres”

Lo afirma la doctora Alicia Dickenstein, que ganó el Premio Internacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”.

La argentina Alicia Dickenstein, matemática e investigadora superior del CONICET,  recibió el Premio Internacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”. Lo ganó por su aporte fundamental a la geometría algebraica y sus aplicaciones. 

“Este premio es muy importante por la promoción que genera, para que muchas chicas y adolescentes sepan que estas carreras de ciencias duras y exactas son para ellas y decidan seguirlas”, remarcó a la Agencia CTyS-UNLaM la doctora Dickenstein, quien es investigadora del CONICET y de la UBA. 

El galardón distingue anualmente a cinco investigadoras. Es una ganadora para cada región del mundo: África y Estados Árabes, Asia-Pacífico, Europa, América del Norte y América Latina-Caribe. Con el reconocimiento a Dickenstein, Argentina ya suma nueve científicas reconocidas en ediciones anteriores, como la egresada del Balseiro y física Karen Hallberg que lo recibió en 2019.

Desde chica, la matemática le resultó fácil a Dickenstein y le divertía, pero nunca pensó que había una carrera. Contó que decidió ser matemática gracias a una psicóloga con la que hizo un test vocacional y le sugirió que siguiera esta carrera porque tenía mucha inteligencia abstracta. Por eso, señaló la importancia de que se haga público y que las personas jóvenes, en particular las chicas, sepan que se puede vivir con pasión y alegría siendo matemática.

Consultada por la agencia Télam sobre el rol de las mujeres en la ciencia la matemáticas, analizó que en general, las mujeres tardan mucho más tiempo en ascender de categoría que los varones, lo mismo en el cargo de profesora. “En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA -que es lo que yo conozco- es muy difícil para las jóvenes acceder a los primeros cargos porque se evalúan los últimos cinco años y coincide con la edad en la que en general se tiene hijos, teniendo en cuenta que las mujeres tenemos un margen de tiempo limitado si queremos ser madres. Los varones también son padres en esta época, pero no les afecta del mismo modo su rendimiento profesional”, dijo. 

Le adjudicó el problema a dos cuestiones sociales: por un lado, que las tareas de cuidado que siguen estando más a cargo de las mujeres; y por el otro, en el caso de la matemática, una autocensura y un estereotipo social de lo que debe ser un matemático. Dickenstein señaló que si bien en la matemática hay bastantes más mujeres que en otras disciplinas, también hay factores sociales que juegan en contra, como la idea de que la matemática “no es para mujeres” o las enormes trabas que hay para ascender en la carrera. “La matemática también es una ciencia para las mujeres”, resaltó.

El mito lleva muchas veces a situaciones de autocensura. “Hay estudios realizados –no sólo en matemática, sino en general- que muestran que, si hay que postularse a un puesto y se piden cinco prerrequisitos, un hombre, aunque tenga dos o tres de ellos, se postula igual. En cambio, muchas mujeres, a menos que tengan los cinco, no se presentan, porque sienten que no les corresponde presentarse. Son cuestiones culturales las que están jugando allí”, relató la doctora.

Apasionada por su hacer, feliz por este reconocimiento y preocupada por el alcance masivo para la matemática, la científica aseguró que hay que pensar nuevas estrategias para transmitir la disciplina. Hay que pensar en el tipo de educación de los profesores que van a formar a los docentes que luego van a estar con los estudiantes. 

En cuanto a la investigación, sostuvo que en Argentina se hace matemática de primera línea. “La mayoría de mis colegas tienen colaboraciones internacionales con gente muy importante, por lo que el nivel es excelente. Si miramos los países de la región, hay buena matemática en Chile, Brasil, Uruguay, y Argentina está entre los principales países en ese sentido”, destacó.  Fue vicepresidenta de la Unión Matemática Internacional (IMU) entre 2015 y 2018, convirtiéndose en la primera argentina en alcanzar ese cargo. 

“Uno de los aspectos más interesantes fue el trabajo “extra oficial”, si se quiere, por el peso que tenía mi palabra por el cargo. La experiencia como científica en la Argentina -expresó- me mostró que, si uno se frena en un proyecto de investigación porque no va a haber fondos o apoyo, seguramente no se obtendrá nada y ese proyecto no saldrá nunca. Pero si uno logra formular un buen proyecto, a la larga o a la corta, ese proyecto se podrá realizar, aunque no sea tal como lo imaginamos. En este sentido, traté de apoyar a la gente de lugares muy diversos”.


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