La magia eterna de las viejas revistas
Jorge Castañeda
Escritor
Como en la famosa novela de Marcel Proust a veces al encontrar alguna revista de historietas de algunos años atrás –tal vez, se dice, los más felices- nos trae el recuerdo de nuestra infancia.
Y hasta rememorábamos esas siestas donde su lectura nos entretenía y divertía. Allí estaban las de Editorial Columba: “El Tony”, “Fantasía”, “Intervalo”, “Dartagnan” y sus personajes de alguna convivían con nosotros: “Nipur de Lagash”, “Nolán”, “Gente de Blanco”; “Cuentos de almejas”, “Mi novia y yo”, Cabo Savino”. Y en nuestro imaginario andaba “El llanero solitario”, “Roy Roger”, las “chicas de Divito”, El “Señor Mordancio”, el “otro yo del señor Merengue, “Don Fulgencio”, “Lupin”, el “Libro de Oro de Patorucito”, “Upa”, el “Coronel Cañones”, “Ñancul”, la “Chacha” con sus riquísimas empanadas, “Chiquizuel y Chupamiel”, y tantos otros.
Eran otras épocas, cuando la tecnología todavía no hacía su aparición y tal vez por eso siempre conservarán su magia.
Algunos ejemplares son de colección. Por ejemplo algunos números de “Superman”. Yo tengo una buena colección del pintoresco pajarraco “Condorito” que a veces para distraerme vuelvo a leer y parece en mi imaginario alternar con todos sus divertidos personajes. Ni hablar de “El Eternauta” que tanto atractivo tenía para los de mi generación.
Era una historieta diferente, como también lo fue “Mafalda” para un público lector más informado y progresista.
Me gustaba también leer “Las aventuras de don Nicola” y en especial “Afanancio”, verdaderos arquetipos de esos inmigrantes italianos y de los amigos de lo ajeno. La gorra de “Afanancio” después se puso de moda.
Para las damas románticas de aquella época –que siempre las ha habido- estaban las foto-novelas, siendo la más leída el “Nocturno” que se sabía esperar con ansiedad. Y por supuesto las novelitas rosa siempre con final feliz de Corín Tellado. Los varones, en cambio, preferíamos las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, glosadas después por Serrat en su tema donde el Curro el Palmo para olvidar un amor se las leyó a todas.
“El Club del Misterio” también tenía sus lectores. En cambio, no era aficionado a la “Tit-Bits” que dejó una fuerte impronta en varias generaciones, igual que la tradicional “Caras y Caretas”. “El pájaro loco” me gustaba mucho, igual que Calculín, Larguirucho, Oaki, Gold Silver, todos personajes del talentoso García Ferré.
Llegaban también las del “Pato Donald” y “Tío Rico”, pero no eran mis preferidas. Más tarde por mi pasión compulsiva por la lectura me devoraba las “Selecciones Literarias” de Editorial Códex. Excelentes. Todavía conservo varios ejemplares.
La historieta de “Gilgamesh”, el inmortal de Sumeria, me cautivó y me llevó a hurgar en la historia. Es que los guionistas eran verdaderos estudiosos por no decir intelectuales. Recibía también “Fierro” y de la revista “Humor” tengo varias.
Faltan por supuesto muchos otros personajes que algunos recordarán porque eran sus predilectos, pero sería imposible mencionarlos a todos. Por eso, para cerrar esta humilde crónica, abro la puerta del baño, como lo hacía el “señor López” con sus famosas puertitas, mientras el gato de Landrú luce sus bigotes.
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