«La madre jodida», un enigma materno hecho literatura
Psicoanalista, hombre de la tevé y el teatro, esta vez profundizó en la escritura. El resultado fue esta, su primera novela, un texto que oscila entre la ficción y la propia biografía.
Edgardo Kawior, platense, tallerista de letras, productor de tevé, teatrista y, además, psicoanalista, acaba de publicar su primer libro, “La madre jodida”. Entre la ficción, el humor y el drama familiar, emergieron las páginas de este libro.
Luego de la muerte de su madre, Kawior recordó una y otra vez una respuesta enigmática que ella le dio, Desde allí, reconstruyó su historia personal, la historia de su vida y distintos acontecimientos transcurridos. Un libro pleno de emotividad, con pasajes en tono de comedia. Así, “La Madre Jodida” puede leerse como una ficción, o como un testimonio de análisis. En diálogo con RÍO NEGRO, el autor se refirió su recorrido profesional, entre risas y guiños,
P: ¿Cómo apareció la idea de este libro?
R: En 2018, empecé a producir Pre-Textos para piano y voz, un ciclo con escritores y músicos en clave de tertulia en la sala de Borges 1975 —librería ubicada en Palermo. Se me ocurrió invitar a Daniel Guebel para que leyera fragmentos de su libro “El hijo judío”. Fuimos a tomar un café y le conté la anécdota del diálogo con mi madre que está impresa en la contratapa de “La madre jodida”. En marzo de 2020 comencé el taller literario de Guebel. En el primer encuentro —en Eterna Cadencia—, me dijo “Yo ya sé sobre qué tenés que escribir. Sobre aquella anécdota que me contaste con tu mamá”.
P: ¿Cuánto tiempo demandó escribirlo?
R: Nueve meses, un embarazo a término. Quizás un poco menos —desde marzo hasta octubre del año pasado. Después me tomé un par de meses para las correcciones finales. Un texto nunca está terminado, siempre aparece algún error. Si no tiene erratas no es un libro, me dijo Guebel cuando descubrí que la versión final tenía un par de errores.
Desde muy joven trabajé como camarógrafo y en una productora de publicidad. Al principio, me desempeñaba como realizador en programas de no ficción, después tuve la suerte de ser parte de ‘Todo por dos pesos’ y más tarde me dediqué exclusivamente a la ficción».
Edgardo Kawior.
P: ¿Cuánto hay de autobiográfico en tu libro?
R: Depende. Quienes me conocen pueden unir con flechas algunas escenas del libro con algunos acontecimientos de mi vida. Como dice Delphine de Vigan, relatar una historia implica construir una ficción. Partiendo de cómo se van ordenando los sucesos. Ese ordenamiento es en sí una invención. Y si algo caracteriza esta novela es la manera en que se teje la trama, rompiendo lo cronológico y construyendo el relato desde la asociación —lo más libre que he podido— al sentarme a escribir.
P: ¿Qué te llevo a estudiar psicología?
R: Se dio un cóctel de deseo compuesto por mi experiencia de trabajo con Gabriel Rolón y un proceso terapéutico que tuve a partir de 2011. Escucharlo a Gabriel en sus charlas —pensando junto al público— a partir de algunas cuestiones del psicoanálisis y sumergirme en mi propio análisis, que por aquel entonces era más una psicoterapia, me despertaron el deseo de analista. Para eso, primero necesitaba el título de Licenciado en Psicología. Venía de lo audiovisual y el teatro apareció gracias a las charlas con actores en los pasillos de los estudios. Desde muy joven trabajé como camarógrafo y en una productora de publicidad. Al principio, me desempeñaba como realizador en programas de no ficción, después tuve la suerte de ser parte de “Todo por dos pesos” y más tarde me dediqué exclusivamente a la ficción. Roberto Catarineu y Norberto Díaz me convencieron de que me acercara al Instituto de Augusto Fernández. El teatro pasó a ser parte de mi vida.
P: ¿Qué aprendiste de Rolón?
R: Su capacidad de escucha, la empatía con sus interlocutores, el respeto por la palabra y su capacidad de divulgación del psicoanálisis. Mi experiencia junto a Gabriel ha sido en el ámbito teatral y en ciclos de charlas. Al finalizar la última gira de “Historias de Diván”, la obra —justamente en la ciudad de Neuquén—, comencé a dedicarme de lleno a mi formación psicoanalítica, a la clínica, a proyectos propios y a la escritura.
P: ¿Cómo es el proceso de imaginar los personajes que estarán sobre las tablas?
R: No podría darte una respuesta. No soy un experto en dirección y puesta en escena teatral. He llevado adelante algunos proyectos y he podido observar el trabajo de artistas que admiro mucho. Vuelvo a una frase de Augusto Fernández que tengo tatuada en la memoria. “Un director es inteligente cuando puede renunciar a lo que imaginó”. Los actores y las actrices son parte del proceso creativo y creador, por lo cual, creo en la construcción de los personajes como un encuentro colectivo del actor con el director.
P: Si pensás en teatro ¿quién sería el guionista?
R: Me cuesta pensar “La madre jodida” en una adaptación teatral. Sin embargo, sería una muy grata sorpresa que algún director o productor se interesara por la novela para llevarla al teatro. Si así fuera, probablemente, no me metería en lo más mínimo en el proyecto. Dejaría que sucediese. Al igual que un libro deja de ser del escritor cuando está terminado, sería muy interesante ver —sin interferir en el proceso— qué obra harían otros basándose en mi libro.
P: ¿Qué aprendés en los talleres de escritura?
R: Muchísimas cosas. Los talleres para escribir son un lugar de encuentro y de descubrimiento. Se parecen mucho a un análisis. Aparecen cuestiones del orden de lo reprimido y se dan novedades inesperadas. Hay una frase de Leonardo Leibson que me gusta mucho para graficar lo que sucede en estas experiencias de escritura. “Mientras el instinto sabe, la pulsión tiene que aprender”. Cuando trabajamos con la palabra, aprendemos. Quien da el taller —en este caso, yo— y quienes lo reciben. Lo escrito cobra otro estatuto. Puede ser leído por otros y es en la lectura que se vuelve a escribir. Leer e interpretar son dos verbos clave en el psicoanálisis. Lo mismo sucede en los talleres. Quienes se animan a la experiencia les ponen voz a sus propias palabras escritas y en la lectura en voz alta pueden interpretar sus textos y dar nuevas significaciones a viejos significantes.
Un lugar llamado Pontevedra
Para la publicación del libro Edgardo Kawior creó su propio sello editorial al que llamó Ediciones Pontevedra con el que tiene planes de publicación de otros títulos. Pero, ¿por qué Pontevedra? Spoileemos esta historia: en Pontevedra, suroeste del Gran Buenos Aires, está ubicado el campo deportivo de Ferro. Ahora, la explicación de Kawior.
“El protagonista del libro se está probando en Ferro, un sábado a la mañana le dicen ‘tenés que estar acá porque vamos a Pontevedra para la prueba del fichaje’. Voy con mi papá y le dicen, vamos en micro. Y el padre le dice: Pontevedra es en el tujes del mundo y ahí no hay nada. La palabra ‘nada’ queda resonando en el protagonista. ”Pontevedra nace porque donde no había nada puede aparecer una editorial. Hay proyectos de libros: un libro surge de uno de los grupos del taller, un proyecto surge de una alumna de Guebel, otro proyecto surge de una alumna mía que está trabajando con otra persona en un proyecto de poesía y después hay una posibilidad de publicar en español a un psicoanalista francés. Vamos de a poquito”.
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