La larga maldición de James Ellroy

El autor de “L. A. Confidential” acaba de publicar “A la caza de la mujer”, en el que exorciza los traumas infantiles que acarrea desde que su madre fue asesinada.

En una nueva entrega de corte autobiográfico titulada “A la caza de la mujer”, el escritor norteamericano James Ellroy exorciza los traumas infantiles que acarrea desde el asesinato de su madre, un episodio que signó su vida emocional y su relación con las mujeres. “Invoqué la maldición hace medio siglo. Esta define mi vida desde que cumplí diez años”. Sin atenuantes ni concesiones, así comienza la nueva obra del autor de “La dalia negra”, a quien en realidad no deja de perseguir un pensamiento transitorio que antecedió a esa muerte inesperada. Ellroy tenía diez años en 1959 cuando sus padres decidieron divorciarse. Un día su madre, Jean Hilliker, le dio a elegir entre vivir con ella o con su padre y ante la respuesta del niño –que optó por el cobijo paterno– la mujer reaccionó pegándole una bofetada. Atravesado por la ira momentánea, él le deseó la muerte, que fatídicamente sobrevino tres meses después. En torno a este episodio, el novelista reconstruye una infancia dislocada que interrumpió con una seguidilla de actos delictivos que lo depositaron durante una temporada en la cárcel y forjaron una vida errática cincelada por las drogas, los matrimonios fallidos y las crisis nerviosas. Casi como una secuela inevitable de “Mis rincones oscuros” –una obra en la que abordaba el asesinato de su madre, todavía hoy sin resolver– el escritor retoma en esta ocasión la relación con su madre y otras mujeres, como Erika Schikel (su actual pareja), su ex mujer Helen Knode y otras que el autor prefiere no identificar. Pero si en “Mis rincones oscuros” imperaba el formato de la novela policial por sobre el bosquejo autobiográfico, en esta obra –que surgió originalmente como una novela por entregas publicada en la revista Playboy– el autor se inclina por un tono distinto, el de la autoconfesión. En “A la caza de la mujer”, editado por el sello Mondadori, Ellroy no oculta su obsesión por encontrar al asesino de su madre, a la vez que él mismo se considera moralmente responsable de su muerte: “Naturalmente nos mudamos allí. Naturalmente, ella murió allí. Naturalmente, yo causé su muerte”, se autoflagela en el libro. A pesar de todos los años transcurridos, el escritor parece incapaz de discernir entre un lapsus pasional de corto alcance y un anhelo gestado en condiciones de estricta racionalidad: así, el autor sigue sin poder perdonarse el haber deseado la muerte de su madre cuando ella respondió con una bofetada a su deseo de querer vivir con su padre tras el divorcio. Munido de una prosa seca y sin rodeos, Ellroy traza un retrato de sí mismo partiendo de sus padres, a los que no queda claro si amaba o detestaba, dado que recrea a su padre como “el blanco más holgazán del mundo” –en palabras de un pastor amigo de la familia– y a su madre como “una borracha y una puta”. El autor de “L. A. Confidencial” atraviesa su pasado sin complacencia y recorre decenas de encuentros fortuitos, sueños y búsquedas relacionadas con la ausencia de su madre, a quien cree hallar en los rasgos de todas las mujeres que se cruzan en su vida. “Ahora, Jean Hilliker tendría noventa y cinco años. La Maldición tiene cincuenta y dos. He pasado cinco décadas en busca de una mujer a fin de destruir un mito”, se lamenta el escritor en esta pieza de artesanía literaria que recupera giros y recursos de sus mejores obras policiales. “A la caza de la mujer” se asoma a un Ellroy depredador cuyo carácter obsesivo por el sexo en realidad oculta a un hombre obsesionado por obtener el amor y la consideración de los otros, un ser romántico que reclama que no se desprecie ni humille a la mujer, pese a que a veces es tratado de misógino por cómo describe a las protagonistas en sus novelas. En definitiva, el escritor saca a relucir su mejor pulso narrativo al servicio de una historia que llega después de su Trilogía Americana –integrada por “América”, “Seis de los grandes” y “Sangre vagabunda”, todos ellos centrados en la contrastante sociedad norteamericana– y que lo motivó a dejar la historia colectiva para concentrarse en la singularidad de sus memorias. “A la caza de la mujer” retoma todas la manías y giros de quien se ha autodefinido “como el mejor autor de novelas policiales”, un escritor atormentado por los traumas infantiles que al mismo tiempo no deja de mostrarse fascinado con su propia leyenda. (Télam)

Obsesionado por encontrar al asesino de su madre y con culpa por haberle deseado la muerte de pequeño, Ellroy recorre fantasmas.


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