La irreconocible postal de la calle Mitre de Bariloche
No hay un alma en el centro. Sólo dos taxistas, policías y un kiosquero que decidió donar mercadería de primera necesidad.
Domingo, diez y media de la mañana. La calle Mitre, el principal paseo comercial del turismo de Bariloche, está vacía; sus negocios están cerrados. Es tal el silencio que puede escucharse el agua correr por los conductos pluviales a través de las alcantarillas, una experiencia que normalmente, entre las voces de los visitantes, los gritos de los promotores, la música de los artistas callejeros es imposible de disfrutar.
Los comercios están cerrados pero con unas poquísimas excepciones: el supermercado de la tercera cuadra de Mitre y el kiosco de la primera, cuyo dueño decidió colocar en la vereda agua envasada, azúcar, yerba y demás mercadería similar para el que lo necesite.
Hay negocios que no sólo cerraron sino que además tapiaron sus vidrios, tal vez por temor a algo mayor que un aislamiento social.
Otros colocaron papeles para tapar la visión hacia adentro y colocaron avisos sobre el cierre preventivo de hoteles y casas de regalos.
La cuadra de Mitre que va desde Villegas hasta Rolando, donde existe la mayor concentración de chocolaterías, está tan desierta como las otras, pero el contraste parece mayor. Hace dos semanas, apenas se podía caminar de tanta gente pugnando por una dulzura.
Una de las chocolaterías no tiene ni siquiera en los anaqueles que están a la vista una caja de alguna de esas exquisiteces.
En las paradas de taxis sólo hay un auto. Y los choferes parecen aburrirse.
De vez en cuando pasa un auto particular mientras se oye que por Moreno, a una cuadra, corre un colectivo. El ruido de su motor se impone en el silencio de una mañana diferente.
La calle de los turistas, el paseo que hacen argentinos y extranjeros, la rueda de compras antes de abordar el avión o tomar el micro de regreso, sufre las consecuencias del aislamiento, el único antídoto contra un virus que parece imparable.
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