La historia de una travesti en “Mia”, de Javier Van de Couter

¿“Mia”, filme de Javier van de Couter que se estrenará el jueves, imagina una historia en la Aldea Rosa, un asentamiento ubicado entre la Ciudad Universitaria y el Río de la Plata que surgió a mediados de la década del `90, como respuesta a las declaraciones del entonces arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, en torno a la idea de construir un ghetto que albergara a gays, lesbianas y transexuales.

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¿“Mia”, filme de Javier van de Couter que se estrenará el jueves, imagina una historia en la Aldea Rosa, un asentamiento ubicado entre la Ciudad Universitaria y el Río de la Plata que surgió a mediados de la década del `90, como respuesta a las declaraciones del entonces arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, en torno a la idea de construir un ghetto que albergara a gays, lesbianas y transexuales.

Ale, interpretada por la actriz cordobesa Camila Sosa Villada, es una de las chicas trans que vive allí. Vive de hacer ropa con su máquina de coser pero fundamentalmente como cartonera, cuando comenzaba a avanzar esa forma de ganarse la vida.

En una de sus recorridas encuentra en la calle el diario íntimo de Mía, una joven que más tarde descubrirá se quitó la vida dejando solos a su marido y a su pequeña hija, encarnados por Rodrigo de la Serna (“El puntero”) y la ascendente Maite Lanata (que interpretó a una autista en “El elegido”).

La relación entre Ale y la autora del diario, sumado al deseo de ocupar su lugar en especial junto a la pequeña con la que se lleva de maravillas, la llevarán a descubrir su verdadera naturaleza.

Hace cinco años, en el espacio que ahora ocupa la Fundación Konex, un muy joven cineasta llamado Javier Van de Couter estrenaba “Perro amarillo”, su primera película.

“Siendo actor en la serie `Tumberos`, de Adrián Caetano, también pasé a ser del equipo de guionistas, y a fines de los años 90 con un grupo de amigos nos pusimos a organizar fiestas en mi propia casa, para recaudar los fondos suficientes para producir una película experimental que sería `Perro amarillo`, que escribí cuando tenía 20 años”, recuerda en diálogo con Télam

“Vengo con la idea de hacer una película con este tema desde que vi un trabajo de tesis sobre la Aldea Rosa, de alumnos de la carrera de diseño de imagen y sonido de la UBA”, asegura.

“Tiempo después, cuando terminaba de trabajar con Caetano, propuse a Ideas del Sur la idea de una miniserie con protagonistas trans, pero no prosperó”, continúa.

“En 2008, con la primera versión del guión, participé en un concurso del Festival de La Habana, y lo gané, lo que me permitió contar con 120.000 euros de la TVE, y después sumarme a un laboratorio para desarrollarlo en Oaxaca, en México, con tutores de la talla de Laura Esquivel. Así empecé el camino de la coproducción entre los dos países”, asegura.

-¿Sigue siendo difícil encarar un tema como este?

-Pensé que si la película no conseguía emocionar, conmover, estaba condenado. Con el libro me empecé a dar cuenta de que la emoción era algo que estaba y fluía. Cuando lo empecé a mostrar la primera respuesta era que tocaba en algún lugar que estaba ligado a lo emocional, independientemente de la estructura, de los personajes, había algo que estaba vivo y hacerlo película era todo un desafío.

-¿Cómo nació la idea?

-En 1995, cuando recién llegaba de Carmen de Patagones, me enteré de la existencia de la villa. Recién se había levantado y en ese momento aquel universo me pareció magnético si bien no para escribir un libro, muy llamativo. La película muestra a los personajes claramente travestidos, pero en aquellos tiempos era más duro, porque la vestimenta más audaz era simplemente una solerita, es decir que la verdad pasaba por otro lugar. Para el común eran simplemente “maricones”, aunque había chicas un poco más tuneadas, algo más femeninas.

De hecho era un nuevo mundo…

-El término cartonero era reciente. En la zona de Núñez, que era la zona donde “cirujeaban” en pleno “uno a uno”, la gente tiraba sillones, o mesas de vidrio, alacenas, televisores, y allí aparecía el gusto con el que ellas armaban sus ranchos. Si bien mi película es más barroca, me basé en un documental de diez minutos que no quise mostrarle al director de arte para no atarlo a un preconcepto. Por suerte, mágicamente, aquellas imágenes empataron con lo que él había pensado para la película.

-¿Y cómo era tu idea de aquel mundo?

-Quería mostrar ranchos que por fuera parezcan frágiles pero que por dentro demuestren calor, corazón. La cuestión era dar credibilidad a un escenario que debíamos armar desde cero por completo, parte en Costanera sur y norte. Pero sin lugar a dudas el gran descubrimiento fue dar con Camila, la protagonista, que es una actriz muy preparada. Fue como encontrar una aguja en un pajar. Hice un casting de 80 candidatas para el personaje que finalmente tuvo Camila. Para el resto quería diferentes tonadas, incluso del Paraguay, como Rodolfo Prantte, que en verdad es bailarín, con su cosa masculina en lo femenino, y personalidades, como el caso de Naty Menstrual.

Por suerte también trabajé con un equipo técnico muy profesional, que me ayudó mucho en el resultado final.

-El casting fue un tema a resolver….

-Costó encontrar esas 80 chicas, que no estuviesen tan “tuneadas”, que no tengan pechos de siliconas, pensando en la estética de estos personajes. Camila estaba haciendo un espectáculo en Córdoba que se llamaba “Carnes tolendas”. Marlene Wayar, de la revista El teje, me dio un DVD, pero el teatro no se ve bien en un DVD. Entonces viaje a Córdoba y cuando vi a Camila en el escenario, lo que hacía en esa pieza, quedé fascinado.

Ella comprendió el personaje y lo armó gesto por gesto, con mucha frescura pero con mucho cuidado. Estuvimos ensayando casi dos meses con ella. No hubo margen para la improvisación. La idea era salir del estereotipo de la trans de Godoy Cruz. Pensaba que incluso debía tener algo de cuento de hadas, y de alguna forma eso está, momentos en los que mucho tiene que ver la música de Iván Wyszogrod. Ah, y la “Zamba para no morir”, en una versión muy linda de Carlos Casella.

-¿Y Maite Lanata?

-La elegí antes de que hiciera “El elegido”… El casting fue de 200 nenas. Maite fue la segunda que vi, y no me la olvido más. Es una nena muy concentrada para trabajar. Yo quería ver esa primera mirada de Maite a una chica travesti, ver cómo reaccionaba, y la escena tampoco me la olvido más, porque fue con una sensibilidad impresionante, la de una nena muy sensible. Es una nena muy coqueta y lo que le planteamos fue que hiciera una sin moda, salvaje como un monito, como si fuese un animalito dentro de esa casa.

-¿Y qué pensás ahora que llega el estreno?

-Hay algo que está cambiando. Antes un chico insultaba a otro y le decía “puto”, mientras que ahora le dice “reprimido”. Por suerte algo está cambiando. Cuando empecé el rodaje pensaba que tenía claras un montón de cosas, sin embargo hacer la película me dio una nueva perspectiva del tema, del universo de la comunidad trans. En un momento hasta te olvidas de buscar lo masculino o lo femenino y creo que eso quedó en la historia. Espero que la gente pueda descubrirlo también.

Télam


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