La historia de “los locos” de Roca que imprimen solidaridad en 3D
La primera comunidad maker con fines educativos y sociales está por cumplir un año. Fue creada en los pasillos del CET 1 y actualmente cuenta con aportes de profesionales de distintos rubros. Tres generaciones tirando para el mismo lado.
“La ventaja de trabajar en comunidad es que complementamos conocimientos. Eso permite acortar tiempos y todos aprendemos haciendo. La tecnología se vuelve algo que sirve a los demás y eso es progreso”.
Así resume Fernando Aubone el trabajo que hacen desde hace casi un año en la primera “comunidad maker” de la Patagonia, creada en Roca para potenciar el aprendizaje de los chicos del CET 1 que están a un paso de la universidad, pero sobre todas las cosas, creada para ayudar.
Y Fernando puede resumir aún más el concepto cuando se le pregunta quiénes son los protagonistas de esta historia. “Somos 10 u 11 locos que empezamos en un garaje y que ahora por fin contamos con una sede para no pasar frío”, explica entre risas.
Esa sede es la casa del Rotary Club, que cedió sus instalaciones en una de las primeras alianzas estratégicas que selló Maker Patagonia para consolidar el perfil social que buscan darle a su tarea.
Otra sociedad fuerte se hizo con la Fundación “Celebra la Vida”, que lidera Fernanda Segovia, puntal de la promoción de la donación de órganos en Roca pero también un nexo decisivo para que muchos vecinos que necesitan ayuda puedan conseguirla. El fin de semana anterior hicieron en conjunto un bingo, para recaudar fondos que permitan avanzar en nuevos proyectos.
La idea del grupo es poner toda la creatividad de sus integrantes al servicio de las personas que necesitan cuestiones tan simples como un marco para sus anteojos, hasta otras más complejas, como una mano ortopédica.
Además del talento y el esfuerzo de los profesores, alumnos y de los profesionales de distintos rubros que integran el grupo, la historia tiene otra protagonista: una impresora 3D, construida con mucho empeño y presentada en sociedad durante el bingo solidario que se realizó en las instalaciones del colegio.
“Queríamos mostrar lo que se puede hacer con la impresora, que ya funciona completamente. Empezamos con diseños chicos, pero la hicimos para hacer prótesis de manos, prótesis para mascotas y marcos para lentes”, describe Fernando.
El profesor de Informática cuenta que la comunidad surgió a partir de una idea que plantearon los profesores del CET 1, “tratando de que los jóvenes puedan poner en práctica lo que aprendieron en sus seis años de estudio”.
“Se trata de poder aplicar en la sociedad lo que aprendieron en la secundaria. Y a partir de ahí se abren muchas posibilidades, el diseño de logos, artesanías, incluso replicar las piezas y hacer otra impresora”, cuenta el docente.
Costos
Fernando reconoce que en materia de innovación tecnológica, “hoy Argentina está atrasada”. La impresora que armaron cuesta alrededor de los 14.000 pesos y el material con el que trabajan es bastante barato.
“Medio kilo sale 400 o 500 pesos y con eso podemos hacer dos manos o entre cuatro y seis marcos de lentes”, detalla antes de advertir que “lo caro es la impresora en sí y el consumo de electricidad”, porque para hacer una mano se necesitan entre 36 y 48 horas de trabajo continuo.
El profesor asegura que la comunidad roquense es la primera de la Patagonia con este perfil social, pero también destaca que en el país hay otras asociaciones, como Atomic Lab, de Gino Tubaro, que trabaja con la misma premisa. Por eso ellos son “embajadores” de esa ong en la región.
“El proyecto de Gibo, el aporte del Rotary… toda esa unión entre organizaciones hace que podamos trabajar para la gente”, se entusiasma Fernando.
De todas maneras, pone coto a las expectativas, para avanzar sobre terreno seguro. “Para fin de año esperamos poder entregar los marcos de lentes y por ahora sólo nos concentramos en eso. No queremos avanzar muy rápido, sino más bien ir escalón por escalón. Se abren muchas puertas, pero no queremos avanzar demasiado porque no vamos a dar abasto”, admite.
Pero los sueños pueden más y en la charla enseguida aparecen los proyectos: “Queremos tener dos impresoras más. Para eso vamos a seguir haciendo eventos, para conseguir los fondos que necesitamos para crecer”.
La impresora, apenas el primer gran paso
La comunidad Maker Patagonia tiene clara su hoja de ruta. Ahora están a pleno con las impresiones en 3D, pero no se trata del único proyecto que van a desarrollar.
Entre las iniciativas que piensan desarrollar en un futuro cercano hay una interesante propuesta para sumar seguridad al tránsito roquense. Se trata de un sistema de sensores, para alertar a automovilistas y peatones sobre la cercanía de unos y otros en esquinas complicadas de la ciudad.
“No es caro. Un sensor sale 100 pesos y la placa otros 500. La idea es poder presentar el proyecto ante el municipio”, comentaron.
Por otra parte, ya tienen los cuadros y otros elementos para desarrollar una bicicleta adaptada para que pueda ser utilizada por personas con discapacidad. “Vamos paso a paso. Trabajamos en un proyecto, terminamos y empezamos con otro. La idea es poder aportar a la comunidad durante mucho tiempo”, explicaron.
Uno por uno, los protagonistas
Actualmente son 11 los integrantes de Maker Patagonia: Fernando Aubone, Adalberto Erxilapé, Zammyr De Janon, Nicolás Rivas, Adrián Fuchs, Matias Erice, Sebastián Cuevas, Franco Natalini, Tomás Aubone, Tomás Aquistapace y Sergio Orellana.
Durante la charla con “La Comuna”, los integrantes del grupo contaron como “uno más” a Horacio Muñecas, uno de los referentes del Rotary Club en Roca, que ofrece sus instalaciones para que el trabajo en invierno sea más confortable.
Los encuentros se hacen los sábados a las 9 de la mañana y ese punto de partida no es azaroso.
“A la tarde viene cualquiera, ¡pero a esa hora hay que levantarse! Por eso decimos que acá están los que quieren”, comentan Aubone y Erxilapé. Los referentes destacaron los resultados que lograron con la integración de tres generaciones. “Está el empuje de los chicos, la capacidad de gestión que tenemos los que andamos entre los 40 y los 50 y la experiencia de los mayores. Es algo espectacular”.
Casi un año apostando a la innovación
La comunidad maker se formó el 5 de agosto del año pasado. Trabajan todos los sábados en la sede del Rotary Club. Tiene una decena de integrantes, entre los que hay alumnos de la UNRN, del CET 1, estudiantes de Agronomía y profesionales como musicoterapeutas, fonoaudiólogos.
¿Qué es la cultura maker?
Tal cual explican las diferentes páginas web donde se difunden las actividades de estos grupos, existentes en al menos 70 países, la cultura maker, representa una extensión basada en la tecnología de la cultura DIY (Do it Yourself o hágalo-usted-mismo). Esta promueve la idea que todo el mundo es capaz de desarrollar cualquier tarea en vez de contratar a un especialista para realizarla.
También conocida como “cultura hacedora”, “movimiento maker” o la “tercera revolución industrial”, la cultura maker enfatiza el aprendizaje a través del hacer (aprendizaje activo) en un ambiente social.
Uno de los ejes se encuentra en el aprendizaje informal, en red, en pareja y compartido, motivado por la diversión y la auto-realización.
Las nuevas aplicaciones de tecnologías, y la exploración de intersecciones entre dominios y formas de trabajo tradicionalmente separados, incluyendo el trabajo con metales, la caligrafía, la realización de películas y la programación de computadoras son otros aspectos fomentados por el movimiento.
Como describió el roquense Fernando Aubone, uno de los aspectos que más los motiva es la interacción y el intercambio de conocimientos durante los encuentros. Esas reuniones sociales en espacios compartidos son denominadas “hackspaces”.
Fotos: Emiliana Cantera
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