La familia unida: superaron un duelo y apostaron por su chacra

Isabel Becerra quedó viuda a los 40 años, con cinco hijos y una chacra que tuvo que aprender a manejar. Juntos, con algunas renuncias en el medio, lograron sortear los malos momentos y mantener viva la producción de frutales en Valle Medio.

En medio del duelo por la muerte de su marido, Isabel Becerra debió ponerse al frente a las tareas de la chacra y salir adelante junto a sus cinco hijos.
Francisco Fiñana, a quién en el pueblo llamaban Paco, murió en mayo del 2008. Mayo es la época en que las hojas se desprenden por completo de las ramas y desnudan los árboles haciendo visibles cada herida marcada en su corteza. Es cuando el frío irrumpe, sin escrúpulos y la leña se torna protagonista indispensable de las zonas rurales. Justo en ese tiempo, la familia de Paco sufrió su partida.


Isabel Becerra se encontró sin su compañero de vida, de manera repentina, en aquel otoño sin colores para admirar y las hojas secas al pisar sonaban ruidosas, mientras caminaba entre los frutales.
En medio de tanto dolor, la fortaleza de Isabel debía hacerse presente y sostener el trabajo de la chacra, para vivir. Con apenas 40 años cumplidos y junto a sus hijos decidieron enfrentar a las circunstancias. “Mi marido tenía 54 años cuando falleció de un infarto. Y en ese entonces, mis hijos eran chicos: Marcela tenía 22; Romina 20, Noely 16, Emiliano 14 y Enzo 10 años”, recuerda la mujer.
“Recibí el acompañamiento familiar, no podía decaer. Debía ponerme de pie. Sacar fuerzas de donde sea por mis hijos, que me necesitaban y había que resolver situaciones y tomar decisiones. Con mis hijos estábamos mal y ellos estudiando, a la vez. Había que levantarse y seguir haciendo las cosas. Fue tiempo muy duro. Una cosa es ayudar con algunas tareas de la chacra, y otra muy diferente empaparte en el tema y decidir cosas importantes. Nada fácil”, cuenta Isabel Becerra a RÍO NEGRO.
Por sobre todas las cosas, quería que sus hijos completaran los estudios. “Es muy difícil explicar todo lo que pasamos y afrontar los miedos que teníamos con mi hija Marcela. Mi pregunta era: ¿qué hacía con dos hijas en la universidad y tres en la primaria y secundaria? Hablamos mucho y mi hija mayor dejó de estudiar en tercer año de la carrera de Agronomía, para acompañarme en todo esto. Fue una decisión muy difícil”, cuenta la mujer.

Isabel, junto a Marcela, Romina, Noely, Emiliano, Enzo y el pequeño bebé, su nieto.


“En aquel tiempo, con mi marido estábamos 100% abocados a la fruticultura. Teníamos plantaciones de peras, manzanas, pelones, durazno, nogales y uva de mesa”, indica Becerra. Y añade: “una opción era alquilar todo, pero a la vez pensábamos, nadie va a cuidar esto como nosotros”.


Su cuñado, que tenía conocimientos de poda, riego por aspersión y cosecha, comenzó a sumar sus habilidades. También una ingeniera, amiga de Isabel, acercó sus consejos y asesoramiento. “Nos dieron una mano enorme, porque eran muchas cosas juntas”, señala Isabel.
Con el tiempo, los otoños fueron recuperando sus colores . Hoy, Marcela, su hija mayor es la columna vertebral de la chacra ubicada entre Paso Piedra y Lamarque, del atractivo Valle Medio, con 10 hectáreas de manzanas; 10 de peras; 10 de carozo; 3 de parral y 1.1/2 de nogales.


Al final, Romina pudo terminar sus estudios y se recibió en Técnica Superior Agraria en suelos y aguas, en la Universidad del Sur; Noely está preparando su tesis de Ingeniera Agrónoma; Emiliano se especializó en maquinarias; y Enzo cursa actualmente la carrera de Seguridad e Higiene, en la zona.
Lo que producen se comercializa: a terceros, a empaques de la zona, que usan fruta para exportación y mercado interno. “También disponemos algo de mercado interno para comercialización propia porque contamos con una cámara de frío, no muy grande pero suficiente para sostener frutas de carozo”, cuenta Marcela y agrega: “El carozo lo comercializamos nosotros. Estamos en un plan de reconvertir variedades viejas y nos hemos achicado un poco”, como ejemplo de esta familia que decidió mantener vivo el espíritu de su producción de frutales, en tiempos dónde se desmonta cada vez más.


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