La espera de los más vulnerables por acceder a las vacunas contra el coronavirus
Se trata de las niñas, niños y adolescentes con enfermedades consideradas de riesgo que aún no fueron incluidos en los planes de vacunación de Nación. Sus madres piden que no los olviden. Autoridades del Ministerio de Salud de Río Negro explicaron la situación.
La helada intensa que cayó sobre Bariloche pintó de blanco el césped de la plaza de la calle Nilpi. Los rayos del sol acarician con timidez la cumbre del cerro Otto y el frío se percibe al caminar. Se filtra por la suela de los zapatos. Bianca juega arropada, sumergida en su mundo. Es la única nena en la plaza. A los pocos metros, su madre Noelía Ciaramella observa los movimientos de su pequeña. No la pierde de vista, mientras una brisa agita con suavidad los pinos, cipreses y abedules que hay en ese espacio verde.
Noelía relata que nunca se olvidará de aquel Día de la Madre, cuando le informaron que su hija tenía diabetes. “Pensé que era una infección urinaria, porque hacía mucho pis y tomaba mucha agua”, relata. Pero los vómitos causaron preocupación y la nena terminó internada. Tenía 5 años.
Cuenta que al principio fue difícil. Durante dos años casi no durmió tranquila. El temor a que le bajara la glucemia a su hija mientras dormía, la obligaba a estar atenta en las madrugadas para controlarla. “Una hipoglucemia sin tratar puede terminar en un coma diabético y hasta en la muerte”, explica la madre.
Hoy, Bianca tiene 10 años. Y Noelía está más tranquila porque desde febrero la nena cuenta con una bomba que monitorea la glucemia y activa un alerta si ocurre algún problema. Relata que cuando comenzó la pandemia se refugió con sus dos hijas en su casa. Era para protegerla a Bianca.
Dice que la nena tuvo ataques de pánico en esa primera etapa de la cuarentena. Hubo que recurrir a terapia presencial. Durante un mes, la pequeña no vio a su padre, como medida preventiva. Fue una decisión consensuada. Este año, Noelía está algo más aliviada, pero no puede bajar la guardia.
Ailen hizo el debut diabético el 5 de febrero de 2010. Es una fecha que su madre, Nancy Alamo, no olvida. Hoy, tiene 15 años. Usa un barbijo que le cubre gran parte del rostro y es incómodo porque cuando respira empaña sus anteojos.
Dalel fue diagnosticada el 16 de febrero de 2012, rememora su madre Selva Miranda. “No me lo olvido nunca más. Le cortaron su ropa con tijera para internarla de urgencia”, explica su mamá. Estuvo una semana internada con insulina constantemente. Hoy, la nena tiene 14 años. Ailen y Dalel escuchan a sus madres y se miran. Sonríen detrás de los barbijos.
Las tres niñas son pacientes que por su patología son considerados de riesgo. Sin embargo, no tienen la posibilidad de acceder a una vacuna contra la covid-19. Pertenecen a un grupo olvidado hasta el momento en el plan de vacunación oficial. Esa incertidumbre genera angustia y, veces, depresión. Sus vidas cambiaron desde que el virus llegó a la región.
La voz oficial
“Ese grupo en particular, no lo tengo presente en ninguna presentación de las estrategias de vacunacion de Nación”, explica el ministro de Salud de Río Negro, Fabián Zgaib. “Las tres vacunas que tiene Argentina, ninguna está autorizada para usar en menores de 18 años”, añade.
“Todavía no hay ninguna vacuna de las que ingresan al país que estén aprobadas para menores de 18 años”, refuerza la secretaria de Políticas Públicas de Salud de la provincia, Mercedes Ibero. Y le pide a RÍO NEGRO preguntar en Nación. “Nosotros dependemos de sus envíos”, recuerda.
Este diario se comunicó con el área de prensa de la ministra de Salud del gobierno nacional, Carla Vizzotti. La intención era que la funcionaria nacional respondiera si había alguna información sobre la vacunación para niños, niñas y adolescentes del grupo de factores de riesgo. No hubo respuesta.
La escuela
Ailen y Dalel no van a clases desde que comenzó la pandemia. “La he pasado bastante aburrida de tanto estar encerrada”, dice Ailen. “Es más fácil ir a clases presenciales, y mejor”, sostiene. “Además, tengo que estar más atenta con el tratamiento y todo eso”, explica.
Su madre dice que hubo una comunicación del Consejo Provincial de Educación (CPE) donde les informaban que si decidían enviar a Ailen al colegio secundario era responsabilidad de los padres. Por eso, optaron por no enviarla.
Selva y su esposo acordaron no mandarla al colegio. Tomaron en cuenta la recomendación del médico de Dalel. “Además, la directora nos dijo que hasta que Dalel no tenga la vacuna no es bueno exponerla”, rememora. Aunque sea una dosis, agrega.
La chica dice que extraña “estar con las compañeras y compañeros”. Tras finalizar la primaria, la cambiaron de escuela para empezar el primer año de secundaria. Pero solo pudo asistir dos semanas a clases. “Tengo dos amigas que son de la primaria”, afirma. Para los chicos que tienen patologías de riesgo no es sencillo convivir con la pandemia. “Te invitan a salir y por más que les explicás que no podés no lo entienden”, expresa Dalel.
Noelía resolvió que Bianca vuelva a la escuela, con todos los cuidados. “Me parecía muy fuerte decirle: no vos no podés ir a la escuela porque tenés diabetes”, explica su mamá. Presentó el certificado que informaba que su diabetes está controlada. Cada tres meses tiene que presentar los estudios. “Para ir a la escuela tiene que estar con los valores de la glucemia estable”, añade. “Pero hay chicos con diabetes que no están yendo al colegio”, apunta.
Costó tomar la decisión de permitirle reunirse con amigas por el temor a un posible contagio. Hasta que Noelía aceptó que Uma y Ele vinieran a su casa. Relata que cuando las nenas llegaron, intentó recordarles las medidas de prevención, como el distanciamiento, lavados de manos. “Apenas se vieron se abrazaron. Ya está dije”, rememora.
El aislamiento
Bianca asegura que lo que más extraña son los cumpleaños. Se divertía mucho en esas reuniones sociales. Su mamá anhela que su hija vuelva a hacer las actividades que desarrollaba antes de la pandemia. Sabe que solo una vacuna le puede brindar protección. “La realidad es que no hay vacunas para niños. La única es la Pfizer pero no entra a la Argentina”, menciona. “Te sentís más expuesto, no sé si desesperada”, explica la mamá. Aunque revela que cuando se vacunó se sintió más aliviada.
Selva aclara que en lo que va de la pandemia, su hija se volvió a encontrar en solo dos ocasiones con sus amigos. La recomendación siempre fue la misma: que la cuiden.
Ailen se contagió el virus semanas atrás por ser contacto estrecho de su mamá que dio positivo. Fueron días de angustia, sobre todo, para Nancy que explica que tuvo que viajar a San Juan, para asistir a los abuelos. Allá contrajo el virus sin saber de qué manera. Ailen justo la acompañaba. Agradece al cielo que su hija no tuvo grandes complicaciones. Pero no quiere volver a pasar por esa situación. Por eso, cree que vacunar a los chicos ayudaría mucho.
Selva siente que en la campaña de vacunación se olvidaron de los chicos con enfermedades de riesgo. Valora todo el esfuerzo que se hizo por priorizar a los adultos mayores para protegerlos, pero pide que alguien en Nación se acuerde de los chicos que están expuestos a un virus sin ninguna protección.
Una celebración diferente
Dalel cumplió 13 y 14 años en plena pandemia. No hubo festejos. Solo el acompañamiento del grupo familiar más cercano.
Ailen celebró los 15 años en la intimidad de su hogar. La pandemia frustró los planes que habían hecho sus padres. Pero no se dieron por vencidos. “Adornamos toda la casa ese día. Su papá pintó el comedor, que es súper chiquito y festejamos», relata Nancy. «Su papá se dio el gusto de bailar el bals con su hija”, destaca. “Lo festejé con mis padres, mis dos hermanos, nuestros dos perros y la gatita. Estuvo lindo igual”, asegura Ailen.
Nancy y Selva afirman que hay un grupo de chicos en la misma situación que sus hijas en Bariloche. Y los padres y madres sufren la misma incertidumbre. Nadie les dice cuándo habrá una posibilidad de una vacuna. Comparten la preocupación. Noelía destaca que también se ayudan mutuamente.
Piden a Nación que hagan el esfuerzo por los chicos en riesgo que hay en el país. “Hasta que no tenés alguien cerca no te involucrás”, opina Noelía.
Las madres destacan que las nenas mejoraron su calidad de vida a partir de la microinfusora contínua de insulina, que portan todo el tiempo y le administra por un catéter la insulina que necesitan. Ya no tienen que aplicarse la insulina con inyecciones, como en la primera etapa del tratamiento. Dalel tiene diabetes tipo 1 y es insulino dependiente. Durante cinco años tuvo que aplicarse insulina con inyecciones. Ailen durante 2 años. La microinfusora les ha cambiado la vida, destacan las madres.
«La realidad es que se puede controlar la enfermedad. Uno se tiene que adaptar a la enfermedad. Con tiempo, aprendizaje y educación en diabetes, la realidad es que se sobrelleva día a día», asevera Noelía, para enviarles un mensaje a las familias que recién inician este camino. Es clave los controles, el acompañamiento de la medicina y del equipo médico.
“Lo más pesado para mí de la cuarentena es no saber cuándo termina, como que no tiene fecha de fin. Al principio decían que eran 15 días, después, un mes y ahora nadie ve las noticias (en casa) para saber cuándo termina”, enfatiza Dalel.
Ailen dice que cuando termine la pandemia, quiere salir a festejar. “Ir a ver a sus parientes a San Juan, celebrar con amigos en una fiesta grande”, afirma. Dalel solo quiere juntarse con sus amigas. También viajar por lugares importantes de la Argentina. Las dos aseguran que se quieren vacunar cuando se pueda. Bianca titubea. Pero le dice a su madre que se vacunará con tal de viajar para ver a sus abuelos. Por ahora, todas deben esperar. Como tantos miles de chicos en la misma situación que hay en el país. Todavía no tienen la posibilidad de ponerse en la fila para acceder a una vacuna.
“Están como mirando por la ventana”
“Es bastante complejo no tener una vacuna para los chicos y chicas con diabetes o enfermedades de riego, para estar en la misma situación que los demás”, sostiene la psicóloga infanto-juvenil Tatiana Rudov. “Están esperando por la vacuna porque es una forma para poder salir al mundo”, afirma.
“Ellos observan que todos los chicos de su edad volvieron de alguna forma, ya sea con los protocolos, burbujas, a recuperar sus vidas”, explica. “Y ellos están como mirando por la ventana. Eso les puede generar bronca, hasta síntomas de angustia y depresión”, comenta.
Recuerda que hasta el año pasado la incertidumbre era general. Pero desde que empezó el plan de vacunación, las personas sin problemas de salud recuperaron casi su vida normal. En cambio, para los niños, niñas y adolescentes, de los grupos de riesgo, es diferente.
“La realidad, es que están más limitados que el resto de los adolescentes que fueron tomando tomando contacto de nuevo con la vida que hacían antes de la pandemia”, expresa Rudov. “Ellos no. Llevan casi un año y medio de encierro que ya sabemos las consecuencias”, plantea.
“Y el temor de los padres y las madres es legítimo de no permitirle a sus hijos que hagan actividades hasta no esté vacunado”, asegura.
Rudov opina que la vacuna para los chicos que tienen enfermedades consideradas de riesgo “es como la puerta a sociabilizar”. Dice que la incertidumbre que les genera la pandemia causa situaciones de estrés, de ansiedad y cuadros de depresión, “con situaciones de angustia”.
Observa que todo este escenario de encierro, ocasionó que se volcaran de manera vertiginosa a las pantallas y perdieran la referencia de la vida real. “Es bastante compleja la situación para los chicos y chicas con diabetes o con alguna enfermedad de riesgo, que ya tienen una situación de mucha vulnerabilidad”, expresa Rudov.
Comentarios