La Escuelita: «Crecemos con una pena que no sabemos de dónde viene”

Lo dijo Lorena Chaves, hija de Carlos, un operario de YPF de Cutral Co que fue secuestrado en 1976 y permanece desaparecido. Aseguró que declarar ante el TOF fue “reparador”.

La testigo aseguró que declarar le permitió reparar vínculos con su historia de hija de un desaparecido. Foto Yamil Regules.

“¿Habrá pensando en mí cuando estaba atado, sucio y golpeado de todas las formas?”, se preguntó Lorena Chaves, hija de Carlos, un operario de YPF de Cutral Co que militaba en el PRT y que fue secuestrado el 14 de junio de 1976.
Por testimonios de sobrevivientes a las torturas se supo que luego del secuestro esa fría madrugada de invierno, lo vieron en un camión del Ejército o de traslado de detenidos, también muy golpeado en un auto policial durante los allanamientos masivos en la comarca petrolera, brevemente en la ex U9 de Neuquén y luego en el centro clandestino “La Escuelita” de Bahía Blanca.

Su hija tenía tres meses el día que lo arrancaron de la casa de sus abuelos y ayer declaró con 20 años más de los que tenía su padre cuando se lo llevaron.

“Poder estar acá es reparador para mi y mi familia, y los otros H.I.J.O.S. , que no sé si van a tener esta oportunidad de hablar ante la Justicia y contarles de esta pena, soledad y vacío que se siente por la falta de un vínculo”, sostuvo ayer ante el Tribunal Oral Federal (TOF).

Lorena permaneció en la sala de audiencias y escuchó el relato de Berta Perazzo, una testiga de concepto que le reveló a los jueces, cómo estaba conformado el grupo del PRT coordinado por su marido, Julio Galarza.

“Ella me regaló una anécdota de mi papá que me sirvió mucho para armar este rompecabezas, que es la imagen de mi papá”, afirmó Lorena.

En la sala estaba también su madre, Mabel Durán, quien la semana pasada describió el duro derrotero de búsqueda que inició después de junio de 1976 , con 25 años, una vida recién iniciada y una beba en brazos.

La acompañó una de sus nietas, hija de Lorena, que escuchó por primera vez de boca de su su madre situaciones de la infancia y adolescencia que le marcaron la vida.

Lorena agregó que se decidió a dar el testimonio “por otros, no soy la única, nos quitaron el disfrute. Somos los hijos de desaparecidos que crecemos con una pena que no sabemos de dónde viene”, indicó.

También reveló cómo a través de la publicidad de los juicios se pudo contactar con su medio hermano -mayor que ella- cuando sus sobrinas la buscaron.

Manifestó que a los 16 años se enteró por su tía Nancy de qué manera lo secuestraron a su papá de la casa de la abuela, y cómo pasados los 25 años, leyendo el libro de Noemí Labrune “Buscados” , por primera vez entendió de su existencia.

“Noemí Labrune nos buscó, la APDH nos puso en contacto con otros a los que también se habían llevado y con gente que estuvo con él después” de que el grupo de tareas lo arrancó de la casa, explicó.

El fiscal José Nebbia, indicó que “Lorena agregó datos nuevos que no teníamos y trajo la palabra de su tío fallecido (Omar Durán), que no fue menor, sobre la circunstancias del secuestro que no habían surgido del relato de su mamá y de su tía”, sostuvo.

Señaló que los juicios de lesa humanidad “tienen muchas dimensiones. Una de ellas es el sufrimiento, el dolor y el daño que se produjo. Como dijo también Rita Segato-parafraseó- esa función de la justicia de reparar; que como hija de un desaparecido se escuche su voz y lo cuente en esta audiencia. Esto es parte de estos juicios: no solamente la prueba dura del día del secuestro y la tortura material: la historia es mucho más amplia que eso”, remarcó.

Julio se fue de Cutral Co después de la desaparición de Arlene Seguel, el 12 de junio de 1976, porque supo que lo irían a buscar, reveló Berta. Agregó que si bien ella no militaba, conocía que su esposo integraba un grupo del PRT que, entre otros, tenía entre sus miembros a Susana Mujica -con la que se enviaban textos desde Neuquén y a Arlene Seguel, a quien ella conocía como Silvia y que Julio le dijo que era su superior.

Berta Perazzo declaró en el séptimo juicio de lesa humanidad que se desarrolla en la región. Foto Yamil Regules.

“Yo no sé si mi testimonio sirvió de mucho, porque esto ya lo había dicho antes, varias veces”, dijo con sencillez Berta Perazzo, esposa de Julio Galarza, desaparecido.

“Yo me mantuve siempre al margen y Julio nos mantenía al margen (con su hija de pocos meses). Me enteré cuando llegué a la casa de mis padres en La Pampa, y me citaron los militares y la policía, que él era un dirigente”, expresó.

Para el fiscal Perazzo “unió esa militancia que estaba contada de Cutral Co (por los testimonios) y su relación con los de Neuquén, y por qué se los llevan a todos juntos (a Bahía) con Chaves, las hermanas Seguel, los que escapan de la zona y terminan desaparecidos”, describió. Berta Perazzo no vio más a su esposo, que se mantuvo en contacto con ella hasta 1977. Luego fue localizado en el centro clandestino “El Vesubio” en enero de 1978, describió.


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