La echaron de su club, intimó a la AFA y logró profesionalizar el fútbol femenino: la historia de Macarena Sánchez
El calendario señala que es el 5 de enero de 2019. La lucha, vale aclararlo, había comenzado mucho tiempo atrás. Este no sería el primer episodio en la cruzada por la profesionalización del fútbol femenino, pero ciertamente podía catalogarse como uno de los más importantes. Sería la chispa inicial de un fuego que se prendió para no apagarse más.
En toda revolución hay mártires dispuestos a luchar por la causa hasta las últimas consecuencias. Son quienes levantan banderas aún en la tormenta más difícil de sortear. Y lo ocurrido aquel 5 de enero bien pudo haber colocado a Macarena Sánchez en ese rol, el de mártir, el de símbolo de la causa. Sin embargo, Macarena tenía otros planes.
Fue ese mismo día que UAI Urquiza, el club donde se desempeñó a lo largo de 7 temporadas y con el que conquistó 4 campeonatos, le comunicó que quedaba desvinculada como futbolista. Sin demasiadas explicaciones. Por intermedio del técnico. A mitad de campeonato. Dicho en criollo, la dejó sin laburo. Por seis meses como mínimo, puesto que el libro de pases se encontraba cerrado. Y todo por levantar una bandera. Por plantarse contra un sistema patriarcal que extiende sus raíces hasta lo más profundo de la sociedad y que tiene al fútbol como uno de sus pilares fundamentales.
Resiliencia. Es el momento.
El calendario marca ahora que es 18 de enero. Viernes. Macarena teclea unos 139 caracteres, contando los 3 hashtags que utiliza. Adjunta dos imágenes. Luego agregará otros dos tweets, pero será aquel, el primero, el “icónico”. ¿Lo manda? ¿No lo manda? Lo manda. Clickea en el botón “Twittear”. Ya está, ya lo saben todos. Será cuestión de minutos para que ese comunicado de prensa se viralice. Allí, Macarena explica todo lo ocurrido con UAI Urquiza. Cuenta que la desvincularon. Cuenta sobre su lucha. Cuenta sus motivos. Y afirma, sobre el final, que “el fútbol será feminista, disidente y profesional”. El anuncio estaba ahí. Ese fue el primer ladrillo. No fue Tapia el que ideó esto, no fue la AFA quien hizo el “trabajo sucio”. En ese comunicado, en ese tweet, y sobre todo en esa frase: ahí estaba la chispa.
Hartas de ser ninguneadas. Hartas de reclamar y que sus voces no se escuchen. Hartas de aprietes y “mecanismos fraudulentos”, como bien definió Macarena el accionar de UAI Urquiza. Hartas de estar hartas. El clima no daba para más. Y Sánchez aprovechó esa chispa para encender el fuego, claro. Intimación extrajudicial para el club y para la AFA. Un pedido sencillo: regularizar la relación laboral en carácter de futbolista profesional. Basta de inacción. Mirar para el costado tendría sus consecuencias.
El mundo del fútbol tiene unos pocos conceptos “base”. Uno de ellos es el de equipo. No hay fútbol sin equipo. No es un deporte individual. Y el término “equipo” engloba mucho más que 11 personas compartiendo una cancha. Equipo es plantel. Equipo es grupo. Equipo es, en resumen, apoyo. Es acompañarse, es bancarse en las difíciles y celebrar en las buenas. Macarena tuvo un equipo enorme atrás. Lo tiene, aún. Porque cuando decidió emprender esta cruzada, con las manos vacías y el dolor de haber sido desvinculada injustamente, fue acompañada por una auténtica marea. El hashtag #FutbolFemeninoProfesional fue tendencia, y el reclamo se multiplicó mucho más de lo que cualquiera hubiera imaginado.
Hay que dar mérito al crecimiento que hubo, aunque falte muchísimo. Cada vez hay más espacio para la mujer, pero siempre digo que el día que el hombre deje de sorprenderse y que le parezca común que una mujer juegue como él, comenzaran a cambiar las cosas».
Valentina Camara, futbolista viedmense de la Selección Argentina
Hubo apoyo durante el reclamo. Y mejor aún, hubo banca en las difíciles. Porque la denuncia de Macarena no sólo trajo el debate sobre la profesionalización o no del fútbol femenino. Fue mucho más allá. Ahora el calendario se posa en el 9 de febrero. “Hace 20 años que juego al fútbol. Siempre viví exclusión y discriminación. Desde que inicié la denuncia de público conocimiento no paro de recibir mensajes con insultos y agravios, pero todo tiene un límite. Hoy me llegó este mensaje”, redactó Macarena. Y compartió una captura de un mensaje privado que afirmaba que había mucha gente enojada por sus denuncias. “Hay bastante dinero por tu cabeza. Vas a morir pronto”, expresaba, acompañado por una imagen de una pistola y mucha sangre en el suelo.
Podría haber sido el final de la cruzada. Podría haber sido el repliegue. Sánchez estuvo lejos, muy lejos de ello. Pero no se escondió, dio la cara. Eligió volver a exponer a los corruptos. Eligió seguir cuando muchos (entre otros, varios de los que le envían constantes mensajes machistas) se hubieran “guardado”. Y a medida que la lucha continuaba, sumaba más guerreras a la causa, esas que ya venían haciendo historia con reclamos masivos en las calles. A la AFA no le quedó otra. Tuvo que abrir los ojos. Tuvo que mirar de frente. Y actuó. Tarde, a destiempo, casi obligada por una presión que debió hacer comenzado antes y desde las dos veredas, no sólo desde la femenina. Pero actuó.
La medalla se la colgó el “Chiqui” Tapia, aunque el mérito no le pasó ni cerca. Todos salieron a mostrarse amables, inclusivos; pero nadie reconoció el trasfondo del proceso. El anuncio fue con bombos y platillos: “Se acompañará de manera económica a los 16 clubes de Primera, para que los cambios sean para siempre”, anunciaba sonriente el Presidente de la AFA. Fotito por acá, fotito por alla. La sonrisa dibujada, forzada, casi con reminiscencias de la tenebrosa risa del Joker. Contratos profesionales para algunas jugadoras, creaciones de torneos, aportes económicos. Promesas por todos lados. Y el futuro asoma brillante, claro. Ahora la clave es cumplir. Prometer, promete cualquiera.
Socialmente, la profesionalización del fútbol comenzó mucho tiempo atrás. La causa tuvo incontables guerreras. Hubo mil estrategias. Pero Macarena fue la mártir. Y así como le tocó sufrir en las difíciles, hoy le llega el reconocimiento de la gente. La AFA podrá decir que profesionalizará el fútbol porque busca inclusión, pero la gente no le creerá. La gente sabe que esta movida vino por afuera. Desde las raíces del fútbol femenino. Desde adentro de la cancha. No fueron los de saco y corbata los que se la jugaron: fueron las jugadoras.
“El fútbol será feminista, disidente y profesional”, había alertado Macarena. No era una frase hecha. No era una promesa vacía. Era un hecho. En aquel comunicado, Sánchez afirmaba entre líneas que la revolución estaba en proceso. Ya no habría forma de mirar para el costado. El progreso volvía a dar un golpe firme al hígado de una AFA conservadora. Y en esta oportunidad, no habría réplica. La batalla estaba ganada. La guerra sigue, es cierto, pero el panorama es otro. Las jugadoras están hartas. Y el fútbol, por más que suela favorecer más a los de traje, fue, es y será de quienes juegan.
Boca – Lanús, un paso grande para las chicas
El sábado 9 de marzo será un día para recordar por siempre en el ámbito del fútbol femenino. Es que en un horario casi central, TNT Sports comenzaba la transmisión de Boca vs. Lanús. Un despliegue de producción enorme. La Bombonera como escenario. La gente entrando de a poco a la cancha. La única diferencia era en la cancha: las protagonistas eran mujeres.
Este partido fue el primero que este equipo disputó en La Bombonera, pero además contó con transmisión en vivo por televisión. El público acompañó, las redes se llenaron de mensajes positivos y las chicas pudieron cumplir un sueño. Si son futbolistas de Boca, y juegan en Primera, ¿qué excusa había para que no jueguen en Brandsen al 805?
El resultado será una anécdota. Los goles, aunque históricos, también. Lo importante fue la repercusión, el avance. La gente que prendía la tele en la previa de Boca – San Lorenzo se encontraba con las chicas. Quienes fueron antes a la cancha disfrutaron un partido extra, a la vieja usanza, como en la época en la que la reserva «teloneaba» a la Primera. Las chicas demostraron que no hay diferencias por fuera de lo económico: el fútbol es uno solo, lo juegue quien lo juegue.
La Selección, otro punto clave
Si de luchas estoicas se trata, el ida y vuelta de la Selección Femenina para entrar en la consideración de la AFA tuvo proporciones casi homéricas.
Es difícil imaginarlo hoy con las chicas clasificadas al Mundial de Francia 2019, pero este logro surgió pura y exclusivamente del esfuerzo de un grupo que a través de un gesto como el «Topo Gigio» pidió ser tenidas en cuenta.
Dos años de inactividad total. Sin cuerpo técnico, sin partidos, sin entrenamientos. Viajes en colectivo, subte o automóvil, todo con plata del bolsillo propio. El viático no llegaba, no llegaba, no llegaba… y en consecuencia, lo que llegó fue otro «basta» gigante.
A fines de 2017, las chicas decidieron parar todo. «En estas condiciones es imposible seguir entrenando», afirmaban algunas. Y con razón, claro. Entre los Juegos Odesur y la Copa América (ambas disputadas en 2018) y la última competencia oficial (los Panamericanos de Toronto 2015) habían pasado tres años. Tres años de dudas, de promesas vacías.
Las negociaciones fueron complicadas. En el medio del tire y afloje, las chicas salieron a jugar después de mucho tiempo y confirmaron que si algo no faltaba era amor a la camiseta: estaban en un nivel altísimo. Tanto, que terminaron consiguiendo clasificar al Mundial después de 12 años.
En junio, cuando las chicas salten a la cancha en Francia, se sabrá (en parte) que porcentaje de esas promesas se cumplieron. Viáticos, infraestructura, apoyo, acompañamiento… palabras que suenan bien adelante de los micrófonos, pero que a la hora de plasmarse en la realidad se pierden en un mar de burocracia y desinterés.
No las escucharon por iniciativa propia. Las escucharon porque se hicieron oír. El «Topo Gigio» no fue una simple foto, fue una actitud. Cuando la lógica indicaba una tempestad, las chicas se hicieron fuertes y consiguieron un logro histórico. Y así como se hacen escuchar en el día a día, en la calle, también lo hicieron en la cancha, donde se ganan los partidos.
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