La doble cara de una golpeada economía argentina
Los desequilibrios estructurales que soporta la economía hace años son evidentes. No obstante, tres noticias de esta semana habilitan a pensar en la recuperación.
Cuesta encontrar paralelos con una situación similar en la historia reciente. Como si se tratase de un libreto intencionalmente escrito de forma macabra, para enardecer la grieta que desde hace al menos un Siglo divide a los argentinos. Como si alguien se ocupase de otorgar argumentos certeros a unos y otros para fogonear la división y la ausencia de puntos en común y de una agenda de desarrollo consensuada y sustentable.
Lo cierto es que la economía argentina le da hoy la razón a unos y otros. Los datos que arroja el tablero de la macro, ofrecen certezas tanto a los partidarios como a los detractores, tanto a quienes ven luz al final del túnel como a quienes hace tiempo anuncian un apocalipsis.
En el medio, como hundido en lo profundo de la grieta discursiva, política, retórica e ideológica, se haya el ciudadano de a pie. Un sujeto ajeno a los números de la gestión y a las escuelas de pensamiento económico. Alguien que sueña quizás con progresar, con tener trabajo, con cambiar el auto, construir la casa, con unas vacaciones en familia, tal vez apenas con llegar a fin de mes.
El gobierno en tanto, debe lidiar con la dicotomía, y recuperar la credibilidad que los yerros propios le hicieron perder en el camino. No solo entre los argentinos, que otorgaron un mensaje elocuente de plebiscito de gestión en las elecciones legislativas. También con aquellos que evalúan el rumbo del país desde afuera, y son los que a la larga deciden apostar o no por el país, poner sus fondos en Argentina o llevarlos a otro lugar.
No es difícil, si así se lo desea, encontrar fundamentos para una mirada pesimista. La inflación terminará el año por encima del 50% y la pobreza rozando el 45%, con salarios perdiendo por cuarto año consecutivo contra la inflación. En ese marco, hay dos factores que resaltan por su incidencia en la macro.
El primer factor que emerge en la coyuntura, es el frente cambiario. Con un dólar paralelo extremadamente caro en términos reales e históricos, y una brecha que supera el 100%, el Banco Central limitó esta semana la compra de paquetes turísticos en dólares con tarjeta de crédito. La medida busca cerrar el grifo al drenaje de reservas vía turismo, en la previa del receso estival y en principio tiene como objetivo al reducido conjunto de argentinos que podría vacacionar en el exterior. No obstante, es una señal inequívoca del estrés que sufren hoy por hoy las reservas, y de las dificultades que tiene la entidad monetaria para sostener la presión devaluatoria sobre el dólar oficial.
Guzmán podrá sentarse a la mesa de negociación con el FMI exhibiendo no un compromiso de ajuste futuro, sino un ajuste ya devengado.
Una situación que no parece ser sostenible en el mediano plazo, y que opera como uno de los principales incentivos hacia dentro del gobierno, para no estirar demasiado un acuerdo con el FMI.
El segundo elemento es la dinámica de los bonos argentinos y de la prima de riesgo país. En este aspecto, vale señalar que dicha evolución se sustenta no solo en los datos de la economía local, sino también en elementos exógenos propios de la coyuntura global. La aversión al “riesgo emergente” y el “fly to quality”, es una tendencia entre los grandes inversores del mundo. A ello se suma en el caso argentino la dilatación de la negociación con el Fondo y las borrosas señales políticas que arroja el gobierno.
Efectivamente, el motivo que esgrimen las calificadoras para el pesimismo, no tiene que ver únicamente con los fundamentos macroeconómicos. Se sustentan en cambio en una evaluación previa de “aquello que el país debiera hacer para re encauzar su economía”. La calificación no se fundamenta en los datos que arroja el tablero económico, se sustenta en la predisposición del gobierno de turno a cumplir con la receta “correcta”.
Es el motivo por el cual en medio de la crisis de balanza de pagos ya desatada en 2019, el riesgo país alcanzaba los 900 puntos básicos, y en la actualidad con la re estructuración de la deuda ya cerrada y el acuerdo con el FMI en la puerta, roza los 1.800.
Precisamente, quienes se inscriben en el optimismo, también encuentran motivos para creer que la macro empieza a dar ciertas señales positivas.
En efecto, esta semana se conocieron tres noticias que en otro contexto hubiesen sido valorados como las tres mejores noticias económicas del año.
La primera de ellas refiere a la evolución de la actividad económica. Con una base de cálculo absolutamente deprimida en 2020, el mes de septiembre refleja un crecimiento interanual del 11,6%. Sin embargo hay dos elementos que resaltan el dato.
El primero es que el crecimiento acumulado en lo que va del año, ya permite anticipar que en 2021 se recuperará toda la caída que generaron las restricciones por el Covid en 2020. El segundo es que el nivel de actividad de septiembre, está un 4,7% por encima del registro de septiembre de 2019. Implica que la economía ya trabaja a niveles de pre pandemia. A la luz de estos datos, hasta los más escépticos analistas reconocen que la economía real comienza a reactivarse.
La segunda tiene que ver con el comercio exterior.
Con ventas al exterior por u$s 6.848 millones, el pasado mes de octubre se inscribe como el mejor décimo mes del año desde 2012, en cuanto al nivel de exportaciones. En tanto el superávit comercial acumulado en los primeros diez meses del año ya llega a los u$s 13.940 millones. El año podría cerrar entonces con un superávit comercial superior a los u$s 16.000 millones, lo que significaría que 2021 se ubique entre los mejores tres años de los últimos 15 en relación al superávit comercial. El gráfico adjunto muestra en perspectiva, lo que puede ser uno de los puntos fuertes de la recuperación en un contexto de escases de dólares: la generación de divisas producto del comercio no es condición suficiente para el despegue definitivo, pero si necesaria.
La tercera noticia puede ser interpretada como buena o mala según quien sea el interlocutor. De hecho estuvo en el centro de la discusión política hacia el seno del oficialismo tras la derrota electoral de septiembre. El dato no es otro que el referido al déficit fiscal. Tal como señalara Cristina Fernández en su misiva pública post PASO, el Ministro de Economía Martín Guzmán viene llevando a cabo un silencioso pero persistente ajuste de las cuentas públicas.
El resultado fiscal del mes de octubre se conoció esta semana y los números sorprenden. Cuando solo restan dos meses para finalizar el año y pese a la enorme cantidad de dinero que el gobierno “tiró a la calle” para revertir el resultado electoral, el déficit fiscal primario es del 1,8% del producto y el déficit financiero se ubica en 3,1%. Los números no contabilizan la incidencia de los DEG extraordinarios recibidos del FMI, ni el aporte extraordinario de las grandes fortunas.
Si se tiene en cuenta que el Presupuesto de 2021 anticipaba un déficit primario del 4,1% y un rojo financiero del 5,7%, lo cierto es que Guzmán podrá sentarse a la mesa de negociación con el FMI exhibiendo no un compromiso de ajuste futuro, sino un ajuste ya devengado.
El segundo gráfico pone en perspectiva los datos fiscales de 2020 frente a los de la última década. El ajuste de Guzmán es tanto o incluso más fuerte que el aplicado en la segunda mitad de la gestión Macri.
Las tres noticias en su conjunto parecen ofrecer una base de sustento a la posibilidad de un camino de recuperación. Si alcanzan o no para que esa posibilidad se materialice, es algo que depende mucho más de la política que de la economía.
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